LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

Reflexión Vigilia Pascual
abril 19
“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24,5)
Queridos hermanos:
Esta es la noche más santa del año. Es la noche de la luz, la noche del fuego nuevo, la noche del agua viva, la noche del paso definitivo de la muerte a la vida. Esta noche, la Iglesia entera se estremece con un canto nuevo: ¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!
Durante esta vigilia, hemos recorrido la historia de la salvación como si camináramos por un gran tapiz tejido por Dios con fidelidad paciente. Desde la creación hasta la nueva creación. Desde el soplo de vida en el primer hombre hasta el soplo del Espíritu en el Resucitado. Desde la esclavitud de Egipto hasta la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Dios ha hablado esta noche en siete lenguajes:
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Creación: Todo lo que existe es bueno, y el ser humano, creado a imagen de Dios, es muy bueno. ¡No venimos del caos, sino del amor!
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Fe de Abrahán: La fe es confiar en Dios incluso cuando no entendemos. ¡Él siempre provee!
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Paso del Mar Rojo: Dios rompe nuestras cadenas. La Pascua es un éxodo personal: de nuestras esclavitudes a la libertad en Cristo.
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Profecías: Nos hablan de una alianza eterna, de un amor que no abandona, de un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¡Dios no se cansa de empezar de nuevo con nosotros!
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Epístola: San Pablo nos dice: si hemos muerto con Cristo, también viviremos con Él. ¡Nuestro bautismo no fue un rito bonito, fue una revolución!
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Evangelio: Las mujeres fueron las primeras testigos del sepulcro vacío. Buscaron a Jesús con amor… y encontraron la vida.
Hoy no celebramos solo que Cristo venció la muerte hace dos mil años. Hoy celebramos que su victoria nos alcanza ahora. Que la luz del cirio pascual atraviesa nuestras oscuridades, que la piedra ha sido quitada también de nuestros sepulcros interiores.
Pero no olvidemos algo importante: la Pascua no es un final feliz, es un comienzo. Las mujeres reciben un encargo: “Id y anunciad”. También a nosotros se nos encomienda esa misión: anunciar con la vida, con la palabra, con nuestras decisiones diarias, que Jesús está vivo.
La Pascua no se celebra solo en esta liturgia solemne. Se celebra cada vez que tú eliges el perdón en lugar del rencor. Cada vez que luchas por la justicia. Cada vez que abrazas al que sufre, que te levantas después de caer, que crees cuando todo parece perdido. Esa es la vida nueva del Resucitado en ti.
Queridos hermanos, no tengamos miedo. No busquemos al Viviente entre los muertos. Que esta noche santa despierte en nosotros una alegría nueva, una fe resucitada y una esperanza inquebrantable.
Cristo ha resucitado. Y con Él, también nosotros. ¡Aleluya!