Red de Evangelización vicentina.
LECTURAS, LECTIO DIVINA Y REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS
En la primera lectura del libro de Isaías, se nos presenta una imagen poderosa de un banquete celestial, donde el Señor prepara un festín para todos los pueblos. Este símbolo de abundancia y celebración nos invita a contemplar la generosidad de Dios, que no solo promete satisfacción espiritual, sino que también busca eliminar el sufrimiento y la muerte de nuestras vidas. La promesa de que el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros nos recuerda que, en medio de nuestras luchas y aflicciones, hay una esperanza de redención y consuelo. La frase «Aquí está nuestro Dios» resuena con fuerza, invitándonos a reconocer su presencia activa en nuestra historia y en nuestra vida cotidiana.
El Salmo 22 complementa esta visión, describiendo al Señor como nuestro pastor que nos guía y cuida. La imagen del pastor que nos lleva a verdes praderas y aguas tranquilas es un recordatorio de que, incluso en los momentos de oscuridad y dificultad, podemos encontrar refugio y seguridad en su amor y misericordia. La promesa de habitar en la casa del Señor por años sin término refleja el deseo humano de pertenencia y comunidad, de encontrar un espacio donde seamos acogidos y amados incondicionalmente.
El evangelio de Mateo nos muestra a Jesús en acción, sanando a los que sufren y alimentando a una multitud hambrienta. Su compasión por la gente es palpable; no solo se preocupa por su bienestar físico, sino que también se interesa por su estado espiritual al querer que no se marchen en ayunas. Este gesto de multiplicar los panes y los peces no solo es un milagro, sino que simboliza la abundancia de la gracia de Dios que se derrama sobre nosotros. Nos enseña que, aunque a veces nos sintamos limitados y sin recursos, la fe en Cristo puede transformar lo poco que tenemos en una bendición abundante.
En conjunto, estas lecturas nos inspiran a vivir con esperanza y confianza en la providencia divina. Nos recuerdan que, en este tiempo de Adviento, estamos llamados a prepararnos para la llegada del Salvador, quien viene a traernos alegría, sanación y abundancia. La invitación es a abrir nuestros corazones, a reconocer nuestras necesidades y a compartir con generosidad lo que hemos recibido. Al hacerlo, nos convertimos también en instrumentos de la compasión de Dios en el mundo, llevando esperanza y alimento espiritual a aquellos que nos rodean. En este camino de espera y preparación, podemos encontrar consuelo en la certeza de que, al igual que en las promesas de Isaías y en las acciones de Jesús, Dios está siempre presente, dispuesto a saciarnos y a guiarnos.
Por: Silvano Anacona Ultengo.
Versículo del Día
«El Señor es mi pastor, nada me falta.» – Salmo 23,1