LECTURAS, LECTIO DIVINA Y REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

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Oficio- Beatos y Beatas Mártires españoles de la Familia Vicentina

noviembre 6

OFICIO DE LECTURA


INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.


Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Himno

Ni en las armas ni en la guerra
sino en ti, Señor,
hemos puesto nuestra fe.
Ni en la fuerza ni en la ciencia
sino en ti, Señor,
hemos puesto nuestra fe.

Ni tampoco en nosotros
sino en ti, Señor,
hemos puesto nuestra fe.
Entre crisis de esperanza
sólo en ti, Señor,
hemos puesto nuestra fe.

Servidores de los hombres
porque sólo en ti,
hemos puesto nuestra fe.
Alegrando las tristezas
porque sólo en ti,
hemos puesto nuestra fe.

Pregoneros de la vida
porque sólo en ti,
hemos puesto nuestra fe.
Sembradores de esperanza
porque sólo en ti,
hemos puesto nuestra fe.

Portadores de la luz,
porque sólo en ti
hemos puesto nuestra fe.
Levadura de las masas,
porque sólo en ti
hemos puesto nuestra fe.

En la libertad creemos,
porque sólo en ti
hemos puesto nuestra fe.
Del amor somos testigos,
porque sólo en ti
hemos puesto nuestra fe.

o bien

Ruge la fiera corajuda…
mirando en derredor la muchedumbre
y a devorar su presa se adelanta
y ávida corre.

Mártir cristiano, ya la palma bate,
desprecia al mundo y sus riquezas deja;
porque esto es polvo, es vanidad, es nada:
corre hacia Cristo.

Ofrece el holocausto suspirando,
el cáliz del dolor gustosos liba
y abraza el leño que te lleva al cielo,
mira a Jesús.

Angel del cielo, mi plegaria escucha:
tú que repartes lauros de victoria,
rápido baja, el sacrificio acepta,
llévalo al cielo.

SALMODIA

Ant 1. Todos os odiarán por mi nombre; pero el que persevere hasta el fin se salvará.

Salmo 2 – EL MESÍAS, REY VENCEDOR.

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?

Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Todos os odiarán por mi nombre; pero el que persevere hasta el fin se salvará.

Ant 2. Los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.

Salmo 10 – EL SEÑOR ESPERANZA DEL JUSTO

Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:
«escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?»

Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo detesta.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.

Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.

Ant 3. El Señor probó a los elegidos como oro en el crisol, y los recibió como sacrificio de holocausto para siempre.

Salmo 16 – DIOS, ESPERANZA DEL INOCENTE PERSEGUIDO

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño:
emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.

Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.

Mi boca no ha faltado
como suelen los hombres;
según tus mandatos yo me he mantenido
en la senda establecida.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme
de los malvados que me asaltan,
del enemigo mortal que me cerca.

Han cerrado sus entrañas
y hablan con boca arrogante;
ya me rodean sus pasos,
se hacen guiños para derribarme,
como un león ávido de presa,
como un cachorro agazapado en su escondrijo.

Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo,
que tu espada me libre del malvado,
y tu mano, Señor, de los mortales;
mortales de este mundo: sea su lote esta vida;
de tu despensa les llenarás el vientre,
se saciarán sus hijos
y dejarán a sus pequeños lo que sobra.

Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor probó a los elegidos como oro en el crisol, y los recibió como sacrificio de holocausto para siempre.

V. Me asaltaban angustias y aprietos.
R. Tus mandatos son mi delicia.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles 6, 1-6; 8, 1. 4-8

LOS APÓSTOLES ELIGEN SIETE AYUDANTES

Por aquellos días, habiendo aumentado el número de los discípulos, se levantaron quejas de los helenistas contra los hebreos, porque se atendía mal a sus viudas en la asistencia diaria. Los Doce convocaron entonces a la asamblea de los discípulos y dijeron:

«No está bien que nosotros descuidemos la palabra de Dios por atender al servicio de las mesas. Elegid, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encomendar este servicio. Nosotros, por nuestra parte, nos dedicaremos a la oración en común y al ministerio de la palabra.»

Y pareció bien esta proposición a toda la comunidad. Y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Los presentaron a los apóstoles, quienes, después de orar, les impusieron las manos.

Sucedió que una violenta persecución se desencadenó contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. Y, así, los que se habían dispersado fueron anunciando por todas partes la Buena Nueva de la palabra de Dios. Tal fue el caso de Felipe, que bajó a la ciudad de Samaría y predicó a Cristo. La gente, con asentimiento general, al oír y ver los prodigios que obraba Felipe, ponía mucha atención a sus palabras. De muchos posesos salían los espíritus inmundos, dando grandes alaridos; y muchos paralíticos y cojos quedaron curados. Con esto reinaba un gran júbilo en aquella ciudad.

RESPONSORIO    Mt 10, 32; Jn 12, 26

R. A todo aquel que me reconozca ante los hombres —dice el Señor— * lo reconoceré yo también ante mi Padre que está en los cielos.
V. Si alguno quiere ponerse a mi servicio, que me siga; y donde yo esté, allí estará también mi servidor.
R. Lo reconoceré yo también ante mi Padre que está en los cielos.

SEGUNDA LECTURA

De los escritos de San Vicente de Paúl, presbítero. (Conferencia a los misioneros del 21 de febrero de 1659. Obras completas de San Vicente de Paul, edición española Ed. Sígueme Ceme, Salamanca 1972-1982; Tomo XI/3, pág. 111-443)

Dispuestos a la prisión j al martirio por su misericordia
Hermanos míos, es propio del reino de Dios preferir el alma al cuerpo, el honor de Dios al del mundo. Bebamos el cáliz, abracemos la confusión, con la confianza de que todo vendrá en provecho nuestro. En fin, hay que decidirse, como el apóstol, a escoger los tormentos, y la misma muer-te, antes que separarse de la caridad de Dios. Quizás se presente la ocasión de seguir a Jesucristo y sufrir la prisión, la tortura, el fuego, el martirio… ¡Benditas ocasiones, que nos ofrecen el medio de hacer que reine soberanamente el Hijo de Dios!

Entreguémonos a él, hermanos míos, os lo pido por su santo nombre, para que nos conceda la gracia de preferir las penas y la muerte al peligro tremendo de perder su amor; tal debe ser nuestra decisión desde ahora. Sí, Dios mío, sí padres, si se presenta la ocasión de perder el honor, los placeres y la vida, para que Jesucristo sea conocido y servido, viviendo y reinando por doquier; hemos de estar dispuestos, por su misericordia. Hagámosle, pues, de antemano este ofrecimiento, aunque la naturaleza sienta alguna repugnancia; tengamos la confianza de que Dios nos dará fortaleza cuando la necesitemos. Os envío como corderos en medio de lobos, decía nuestro Señor a sus apóstoles. El no quería que pensasen en la respuesta que habrían de dar a los príncipes y a los tiranos; porque entonces, les decía, se os dirá lo que tenéis que decir. No dudéis, hermanos míos, de que así ocurrirá con vosotros en ocasiones semejantes, cuando tengáis que hablar y sufrir como perfectos cristianos.

Dejémosle obrar a él y no pensemos más que en su amorosa y santa voluntad. ¡Quién nos diera el celo de santa Teresa, que hizo voto de escoger siempre la gloria de su Señor, y no sólo su gloria, sino su mayor gloria! Se presenta la ocasión de hacer una obra buena en su honor; pero se presenta luego otra de mayor importancia: ella acudía a ésta y dejaba para luego la otra. Y se comprometió de palabra y en conciencia a obrar siempre de este modo. Esa era también la norma de san Ignacio: Ad majorem Dei gloriam.

Si hay alguno entre nosotros que sienta este mismo deseo, enhorabuena, hermanos míos; abrid vuestros corazones a esta divina inspiración y seguid este noble movimiento, que siempre os llevará hacia arriba. Los demás que se arrastran por debajo, como yo, miserable de mí, que se levanten. Entreguémonos a Dios para desear y para hacer que se extienda a nosotros el reino de Dios, que se extienda sobre el estado eclesiástico y sobre todos los pueblos; al obrar de esta forma, practicaremos lo que nuestro Señor y nuestro celo piden de nosotros por este artículo.

¡Salvador mío Jesucristo, que te santificaste para que fueran santificados los hombres, que huiste de los reinos de la tierra, de sus riquezas y de su gloria y sólo pensaste en el reino de tu Padre en las almas: non quaero gloriam meam, etcétera, sed honorifico Patrem meum! Si tú viviste así para con un otro tú, ya que eres Dios en relación con tu Padre, ¿qué deberemos hacer nosotros para imitarte a ti, que nos sacaste del polvo y nos llamaste a observar tus consejos y aspirar a la perfección? ¡Ay, Señor! Atráenos a ti, danos la gracia de entrar en la práctica de tu ejemplo y de nuestra regla, que nos lleva a buscar el reino de Dios y su justicia y a abandonarnos a él en todo lo demás; haz que tu Padre reine en nosotros y reina tú mismo haciendo que nosotros reinemos en ti por la fe, por la esperanza y por el amor, por la humildad, por la obediencia y por la unión con tu divina majestad.

Al hacer así, tenemos motivos de esperar que algún día reinaremos en tu gloria, que nos has merecido con tu preciosa sangre. Esto es, hermanos míos, lo que hemos de pedirle en la oración; y durante todo el día, desde que nos despertemos, decirse cada uno en su interior: «¿Qué hacer para que Dios reine como soberano en mi corazón? ¿Qué hacer para extender por todo el mundo el conocimiento y el amor de Jesucristo? ¡Mi buen Jesús, enséñame a hacerlo y haz que así lo haga!». Cuando suene el reloj, renovemos esta oración y la resolución de trabajar en ello, y sobre todo en la santa misa, establecida para reconocer de forma soberana la suprema majestad de Dios y alcanzarnos las gracias necesarias para vivir y morir bajo el reino glorioso de su Hijo eterno.

R/ Dios nos contempla y Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe* qué dignidad tan grande, que fidelidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.
V/ Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con espíritu indoblegables, con una fe sincera, con una total entrega * Qué dignidad tan grande.

Oración: 

Dios Padre nuestro, que a los beatos Fortunato, presbítero, Melchora Adoración y compañeros mártires, con la ayuda de la Madre de Dios, los llevaste a la imitación de Cristo hasta el derramamiento de la sangre, concédenos, por su ejemplo e intercesión, confesar la fe con fortaleza, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo.

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Detalles

Fecha:
noviembre 6
Categoría del Evento:
Etiquetas del Evento:
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Versículo del Día

«El Señor es mi pastor, nada me falta.» – Salmo 23,1

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