La historia de la Congregación de la Misión en Colombia se remonta a la iniciativa de Monseñor Carlos Bermúdez, quien fue consagrado Obispo de Popayán en septiembre de 1868. Desde el inicio de su ministerio, se dio cuenta de la escasez de clérigos en su vasta diócesis y la urgente necesidad de formación para el clero local. Para abordar esta situación, decidió utilizar el oro de una custodia robada en Popayán que había sido recuperada en un estado lamentable. Con este recurso, su intención era atraer una comunidad religiosa que se encargara del Seminario de Popayán.
Con el propósito de formalizar esta colaboración, y siguiendo la recomendación del Papa Pío IX, el Superior General de la Congregación de la Misión, el Padre Juan Bautista Etienne, firmó un contrato el 15 de junio de 1870 con Monseñor Bermúdez. Este acuerdo confió a la Congregación la dirección del Seminario de Popayán.
En cumplimiento de este contrato, el 8 de julio de 1870, los Padres Gustavo Foing y Augusto Rieux partieron de Francia como misioneros seleccionados para establecer la misión vicentina en Colombia.
Los misioneros llegaron a Buenaventura el 9 de noviembre de 1870 y, tras enfrentar un arduo trayecto, finalmente arribaron a Popayán el 24 de noviembre del mismo año. Su objetivo principal era trabajar en la formación del clero y en la educación de la juventud.
Poco a poco, comenzaron a organizar diversas instituciones que promovían la vida espiritual y la caridad, siguiendo el legado de San Vicente de Paúl. Implementaron conferencias para el clero, retiros para los fieles, misiones en los campos y Cofradías de la Caridad, creando un entorno propicio para el crecimiento espiritual de la comunidad.
La obra no tardó en dar frutos, y pronto se vieron las primeras ordenaciones, no solo para la diócesis, sino también para la comunidad vicentina. En este contexto, el 11 de agosto de 1913 se fundó la Provincia de la Congregación de la Misión en Colombia, que contaba con un grupo considerable de misioneros: 30 sacerdotes y 9 hermanos dedicados a la formación del clero y a la evangelización de los pobres, especialmente entre las comunidades indígenas y campesinas.
Desde su llegada, los misioneros vicentinos han desempeñado un papel fundamental en la educación y formación espiritual en Colombia, contribuyendo significativamente al desarrollo del clero y a la promoción de la caridad en diversas comunidades. Su legado continúa siendo una fuente de inspiración y esperanza para las generaciones actuales y futuras.
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Versículo del Día
“El Señor es mi pastor, nada me falta.” – Salmo 23,1