ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Padre misericordioso, que en tu inmenso amor nos has dado el signo maravilloso de la maternidad divina de María, por quien nos llegó Cristo, nuestro Salvador. Te pedimos que, de la mano de Ella, podamos caminar por este mundo sembrando semillas de justicia y paz, construyendo juntos espacios donde se haga visible tu Reino en medio de nuestros hermanos y hermanas que más sufren.
Padre amoroso, llenos de una esperanza renovada que María nos inspira, nos presentamos ante ti con el corazón sediento y necesitado de tu Palabra. Al meditarla cada día en esta novena, concédenos la gracia de abrirnos al don de la conversión, para que, siendo verdaderos discípulos y misioneros de Cristo, podamos anunciar con gozo la Medalla Milagrosa como un signo profético de tu amor y misericordia para nuestro tiempo.
Padrenuestro.
Gloria.
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
Madre, Camino de Esperanza, tú que fuiste iluminada por la fe y creíste en la Palabra de Dios, acompáñanos en esta novena que dirigimos en tu honor, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que, reunidos en torno a tu Hijo, podamos recuperar la frescura del Evangelio y anunciar con gozo la esperanza a un mundo dividido por las discordias.
Tus rayos nos infunden la certeza de que nuestra historia está confiada a la infinita misericordia de Dios, quien nos ama y nos ilumina en las noches más oscuras y dolorosas de nuestra vida. Hoy, más que nunca, elevamos nuestro clamor al cielo, implorando un nuevo renacer. Ayúdanos a sembrar en nuestros corazones la Palabra del Señor y a proclamarlo vivo y resucitado entre nuestros hermanos. Amén.
- Oh María sin pecado concebida- Rogad por nosotros que recurrimos a vos
SEGUNDO DÍA
Esperanza para las familias
Signo: En el centro un cirio encendido con la Palabra de Dios abierta, y alrededor, imágenes de varias familias o los apellidos de las familias que participan en la novena.
Comentario inicial:
La Medalla Milagrosa nos envía un mensaje urgente a las familias de hoy: necesitamos asumir con valentía el Evangelio y hacerlo realidad en nuestros hogares. Nadie puede permanecer indiferente ante el llamado de Jesús a crear espacios de solidaridad, respeto y cercanía.
Canto: La recibí del cielo.
Lectura del Texto Bíblico: Isaías 7, 10-14; 8, 10
Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo: «Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios en lo profundo del seol o en lo más alto.»
Dijo Ajaz: «No la pediré, no tentaré a Yahveh.»
Dijo Isaías: «Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios?
Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.
Trazad un plan: fracasará. Decid una palabra: no se cumplirá. Porque con nosotros está Dios. Palabra de Dios.
Reflexión:
Santa Catalina Labouré, desde muy temprana edad, quedó huérfana de madre, lo que la llevó a confiarse a la protección especial de la Santísima Virgen María. En medio de las dificultades familiares, descubrió con profundidad y ternura que María era una madre solícita, que acompañaba siempre con amor a todos sus hijos, nacidos por el bautismo a la vida sobrenatural. Catalina sintió pronto el firme deseo de ser Hija de la Caridad, al igual que su hermana, que ya pertenecía a la Compañía. Además, tuvo un sueño profético en el que San Vicente de Paúl le decía: “pronto te alegrarás de venir hacia mí”. Sin saber quién era aquel hombre en su sueño, lo reconoció al ver su imagen en uno de los cuadros de la casa de las Hijas de la Caridad.
La Medalla Milagrosa es un camino de esperanza para las familias que se encuentran en crisis o han perdido el horizonte del amor, el respeto y el diálogo. La Virgen se hace presente, como en las bodas de Caná, y entra a mediar en las relaciones humanas fracturadas por la soberbia y el orgullo. En el Antiguo Testamento, vemos cómo las señales de Dios son sencillas y se revelan en el seno de la familia, como lo hizo con Abraham, Moisés y los profetas. De la misma manera, Dios revela su eterna misericordia en ese lugar privilegiado de la revelación: la familia.
La señal de Dios es que Él pone su morada entre los hombres y envía a su Hijo a encarnarse, asumiendo el rol de hijo en una familia sencilla, campesina y empobrecida. En medio de la humildad de Nazaret, Jesús comprendió que el calor del hogar y los verdaderos valores nacen del abandono total a la Divina Providencia. Como dice la Escritura: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1,14).
Preguntas:
- ¿Cómo estoy viviendo la esperanza en mi familia, inspirado por el Evangelio?
- ¿Qué compromisos necesito asumir para ser signo de conversión y salvación en mi hogar?
GOZOS
Respuesta: puede ser el estribillo de una canción o la jaculatoria (Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti.)
Madre Milagrosa, de ternura y compasión
Que haciendo historia de salvación
Vas caminando siempre con tu pueblo
Que a ti clama en la aflicción.
En mil ochocientos treinta,
En Francia, Calle del Bac,
A una pobre novicia,
La virgen santa se apareció.
Eran vísperas de San Vicente
Noche silenciosa de julio
Cuando la Madre dejó su trono
Y en una pequeña capilla se presentó.
Siendo la media noche
Un Ángel se apareció
Para darle un anuncio
De parte de la Madre de Dios.
Las luces se iban prendiendo
Las puertas se iban abriendo
Y al llegar a la capilla la hermana ansiosa la esperó.
La voz del cielo anunciaba
Que la madre llegó.
La sede sacerdotal
Con humildad ella ocupó.
La hermana Catalina
Sus manos colocó
En las piernas de la Madre
Y misión ella le encomendó.
En una mañana de noviembre
Los sentidos no lo percibieron
Pero un corazón atento
Nuevamente a la Madre observó;
Las insignias de la medalla
Que Catalina vio, se han convertido
En fuente de milagro y amor.
“Haz acuñar una medalla”
La Virgen le pidió
Para ser portada por los fieles
Con gran devoción.
Madre Santa, tu gran
Medalla es emblema de tu amor,
Hoy nosotros la portamos
En señal de filiación.
Sea por Jesús, sea por María
Sea por el ejemplo de los santos que nos guían.
Y que por la Medalla Milagrosa
Alcancemos la gracia de convertir
Nuestros dolores en alegrías.
ORACIONES FINALES
Gozos opcionales
Estribillo:
¡Oh Virgen Milagrosa, llena de gracia!
Tu Medalla es signo de amor sin fin,
en tus brazos se abraza la esperanza,
y en tu luz hallamos el camino divino.
I
En la Medalla brilla la luz del cielo,
la cruz que aplasta toda oscuridad;
tus rayos, oh Madre, son puro anhelo
de guiar a tus hijos hacia la verdad.
II
Como el globo terráqueo en tus manos,
representas al mundo con tu amor maternal,
eres la Madre que escucha y acompaña,
y en tu ternura, hallamos el consuelo cabal.
III
Las doce estrellas que adornan tu manto,
reflejan al pueblo de Dios con fervor,
en su unión y en su fe se encuentra el canto
que celebra la vida en tu amor y esplendor.
IV
En el corazón de Jesús y el tuyo,
late fuerte la redención del pecador;
con tu mirada, transformas el murmullo
en melodía de amor y de salvación.
V
Oh Virgen Milagrosa, en ti se revela
la gracia divina que al mundo renueva,
tu Medalla es el signo que consuela,
un faro en la tormenta que siempre nos eleva.
VI
A ti elevamos nuestras súplicas, Madre,
en cada misterio, en cada aflicción;
tu presencia nos guía y nunca se acabe
la esperanza que brota de tu corazón.
(Se sugiere escoger alguna de las que presentamos a continuación)
Consagración al Hogar:
¡Oh Virgen María! A tu corazón inmaculado consagramos hoy nuestro hogar y todos los que lo habitan.
Que nuestra casa sea, como la de Nazaret, morada de paz y de felicidad por el cumplimiento de la voluntad de Dios, por la práctica de la caridad y por el perfecto abandono a la Divina Providencia.
Vela sobre cuantos lo habita; ayúdales a vivir cristianamente; cúbrelos con tu protección maternal y dígnate, ¡Oh bondadosa Virgen María! Formar de nuevo en el cielo este hogar que en la tierra pertenece por entero a tu Corazón Inmaculado. Amén
Oración a la Virgen Milagrosa
Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa, que te manifestaste a Santa Catalina Labouré como mediadora de todas las gracias, atiende a mi plegaria.
En tus manos maternales dejo todos mis intereses espirituales y temporales, y te confío en particular la gracia que me atrevo a implorar de tu bondad, para que la encomiendes a tu divino Hijo y le ruegues concedérmela, si es conforme a su voluntad y ha de ser para bien de mi alma.
Eleva tus manos al Señor y vuélvelas luego hacia mí, Virgen poderosa; envuélveme en los rayos de tu gracia, para que a la luz y al calor de esos rayos me vaya desapegando de las cosas terrenas y pueda marchar con gozo en tu seguimiento, hasta el día en que bondadosa me acojas a las puertas del cielo. Amén.
Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén.
Salve Regina
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Omnipotente y sempiterno Dios, que con la cooperación del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y Madre María para que fuese merecedora de ser digna morada de tu Hijo; concédenos que, pues celebramos con alegría su conmemoración, por su piadosa intercesión seamos liberados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
Sub tuum
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.
Acordaos
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.