Día 30 de Agosto
BEATO GHEBRA MIGUEL, sacerdote y mártir
Memoria- Común de Mártires
Salmodia del ordinario del día
Etíope, nacido en una aldea de Goyam. Desde su juventud buscó ansiosamente la verdad, la cual alcanzó plenamente gracias al apoyo de San Justino de Jacobis, quien le recibió en el seno del catolicismo. Sufrió múltiples ultrajes sin vacilar en su fe. Recibió la ordenación sacerdotal de manos del propio San Justino el 1 de enero de 1851. Sometido aún a nuevos padecimientos, murió casi septuagenario el 13 de julio de 1855. Su beatificación tuvo lugar el 03 de octubre de 1926 en Roma.
LAUDES
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Himno: PALABRA DEL SEÑOR YA RUBRICADA.
Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir, ofrecida
como prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.
Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que en la alegría
de servir al Señor es consumado.
Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos has dado. Amén.
ó
Himno: Beato Ghebra Miguel
De bastas tierras se ha puesto en camino
buscando la verdad por testimonio santo
encontró en la Iglesia bastión y gloria
efigie de misionero vicentino, discípulo y maestro.
De Jacobis su consejero conoció la cruz pesada del Señor,
se hizo misionero siguiendo a San Vicente,
como él, legado de caridad y amor hacia los pobres,
le sirvió de puerta y paso para la eternidad bienaventurada.
En Etiopía, mártir valiente, misionero y monje
su sangre derramada como la de Cristo
siembra de flores rojas el jardín celeste
y es en la cruz beato proclamado para la gloria del Amado.
Hoy a nuestro beato Ghebra Miguel
elevamos suplica confiada esperando su intervención
en este mundo que carece de ardor y valentía por Jesús,
Queremos ser misioneros elocuentes en el testimonio
Servidores de su palabra en nuestro actuar,
Para llevar en nuestro pecho al mártir de Gjam
SALMODIA
Ant. 1. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Salmo 42
Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector,
¿Por qué me rechazas?
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que té de gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo,
«salud de mi rostro, Dios mío».
Ant. 1. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Ant. 2. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida
Cántico Is. 38,10-14. 17-20
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida,
como una tienda de pastores
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebran los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando tuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes de alaba:
como yo ahora.
El Padre enseñan a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Ant. 2. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida
Ant. 3. ¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión. †
Salmo 64
¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión,
+ y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las suplicas.
A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.
Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;
tú, que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú, que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua
preparas los trigales;
riega los surcos, iguala los terrones.
Tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
las rodadas de tu carro resuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
y las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que claman y cantan.
Ant. 3. ¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión. †
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.
PRECES
Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó su vida por sus ovejas, y al celebrar la memoria del beato Ghebra Miguel, supliquémosle, diciendo:
Venga a nosotros tu Reino, Señor.
Señor Jesús, evangelizador de los pobres, haz que nuestras obras glorifiquen tu nombre,
-y contribuyan a la edificación del reino.
Concédenos un constante espíritu de oración y una profunda unión a ti,
-para que seamos contemplativos en la acción y apóstoles en la oración.
Tú que nos has enviado como discípulos a evangelizar a los pueblos,
-sostén a todos los misioneros con tu gracia, para que se extienda por todo el mundo la victoria de la cruz.
Redentor nuestro, que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
-no dejes de guiarnos por medio de ellos.
Tú que has adoctrinado a Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
-haz que, guiados por nuestro pastores, progresemos en la santidad.
ORACIÓN
Señor Dios nuestro, que misericordiosamente guiaste al bienaventurado Ghebra Miguel hasta el conocimiento de la fe verdadera, y, admirablemente le fortaleciste en su testimonio; concede por sus méritos e intercesión que todos los pueblos te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo Nuestro Señor. Que vive y reina.
VÍSPERAS
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: OH DIOS, QUE ERES EL PREMIO
Oh Dios, que eres el premio, la corona
y la suerte de todos tus soldados,
líbranos de los lazos de las culpas
por este mártir a quien hoy cantamos.
El conoció la hiel que está escondida
en la miel de los goces de este suelo,
y, por no haber cedido a sus encantos,
está gozando los del cielo eterno.
Él afrontó con ánimo seguro
lo que sufrió con varonil coraje,
y consiguió los celestiales dones
al derramar por ti su noble sangre.
Oh piadosísimo Señor de todo,
te suplicamos con humilde ruego
que, en el día del triunfo de este mártir,
perdones los pecados de tus siervos.
Gloria eterna al divino Jesucristo,
que nació de una Virgen impecable,
y gloria eterna al Santo Paracleto,
y gloria eterna al sempiterno Padre. Amén.
SALMODIA
Ant.1. No podéis servir a Dios y al dinero.
Salmo 48
I
Oíd esto, todas las naciones,
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;
mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y me acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?
Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.
Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.
El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.
Ant. 1. No podéis servir a Dios y al dinero.
Ant. 2. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.
II
Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura
y el abismo es su casa.
Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.
No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.
El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.
Ant. 2. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.
Ant. 3. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
Cántico Ap. 4, 11; 5, 9-10. 12
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria,
el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y por tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes
y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.
Ant. 3. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
LECTURA BREVE 1Pe 4, 13-14
Queridos hermanos: Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
RESPONSORIO BREVE
V. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
V. Nos refinaste como refinan la plata.
R. Pero nos has dado respiro.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Los santos tienen su morada en el Reino de Dios, y allí han encontrado descanso eterno.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Los santos tienen su morada en el Reino de Dios, y allí han encontrado descanso eterno.
PRECES
El beato Ghebra Miguel es para nosotros ejemplo admirable de misionero que se entrega para hacer vida el reino en medio de sus hermanos. Oremos al Señor para que nos llene de este celo apostólico para la edificación de su Reino diciendo:
Edifica y conserva a tu Iglesia, Señor.
Escucha, Dios de misericordia, la oración que te dirige tu familia, extendida por toda la tierra,
-haz que sienta hambre de tu palabra y deseo de tu redención.
Tú que has sostenido la fe de los apóstoles y haz acreditado su misión con la presencia del Espíritu Santo,
-suscita entre nosotros mensajeros eficaces de tu palabra.
Dios de la paz, haz que en todo el mundo reine tu paz,
-y que toda la humanidad experimente la gloria de tu presencia.
Concédenos perseverar en la vocación a la que hemos sido convocados,
y que a ejemplo de beato Ghebra Miguel, sepamos hacer vida tu palabra.
Acoge en tu Reino, a todos nuestros hermanos,
-que se esforzaron por reconocerte y amarte en los necesitados.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Te damos gracias, Señor,
porque has asociado a nuestros hermanos difuntos a tu muerte.
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:
Padre nuestro…
ORACIÓN
Señor Dios nuestro, que misericordiosamente guiaste al bienaventurado Ghebra Miguel hasta el conocimiento de la fe verdadera, y, admirablemente le fortaleciste en su testimonio; concede por sus méritos e intercesión que todos los pueblos te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo Nuestro Señor. Que vive y reina.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.