Un 26 de abril lleno de memoria y fe: San Vicente de Paúl y el Papa Francisco

Un 26 de abril lleno de memoria y fe: San Vicente de Paúl y el Papa Francisco

El 26 de abril resuena profundamente en la memoria de la Iglesia. Hace 195 años, en 1830, París vivió la impresionante traslación de las reliquias de San Vicente de Paúl. Hoy, 26 de abril de 2025, la historia vuelve a conmovernos, al contemplar la sepultura del Papa Francisco en la Basílica de Santa María la Mayor.

Dos acontecimientos, dos figuras, un mismo lenguaje de caridad, servicio y esperanza.

La traslación de las reliquias de San Vicente de Paúl (1830)

San Vicente de Paúl, nacido en 1581 y fallecido el 27 de septiembre de 1660, fue un apóstol incansable de la caridad, el padre espiritual de los pobres, fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Al final de sus días, revestido de profunda humildad, decía a sus misioneros:

“Bien pronto el miserable cuerpo de este viejo pecador será entregado a la tierra, quedando reducido a ceniza.”

Sin embargo, Dios, que enaltece a los humildes, glorificó sus restos.

En 1712, más de medio siglo después de su muerte, se procedió a la apertura de su sepulcro. El hallazgo fue extraordinario: su cuerpo se encontraba incorrupto, sin signos de descomposición ni mal olor. Este hecho, interpretado como un signo de santidad, avivó aún más la devoción popular y los numerosos milagros atribuidos a su intercesión en Francia y más allá de sus fronteras.

Durante los años de la Revolución Francesa, sus reliquias fueron ocultadas para protegerlas de la profanación. Tras tiempos de persecución y clandestinidad, finalmente, en 1830, bajo el arzobispado de Monseñor de Quélen, París vivió una de sus más memorables procesiones religiosas: la traslación solemne de las reliquias de San Vicente de Paúl.

La ceremonia

El 25 de abril de 1830, las reliquias fueron trasladadas desde la Catedral de Notre-Dame hasta la nueva sede de la Casa Madre de los Lazaristas en la Rue de Sèvres.

El acontecimiento fue de una majestuosidad sin igual:

  • Participaron diecisiete obispos, numerosos sacerdotes de la Misión, Hijas de la Caridad, miembros de la nobleza, funcionarios civiles y una multitud de pobres que quisieron rendir homenaje a su benefactor.
  • Las calles de París se engalanaron como en los días de mayor fiesta. Las fachadas fueron decoradas, las campanas repicaron, y un incesante clamor de oración acompañó el trayecto.
  • La urna funeraria, una obra maestra de orfebrería, estaba hecha en plata, adornada con símbolos de fe, esperanza y caridad, y sobre ella reposaba una efigie de San Vicente, de rodillas, mirando al cielo.

La procesión avanzó lentamente, bajo la mirada reverente de miles de parisinos. Se decía que era como si Vicente de Paúl mismo, dos siglos después, caminara nuevamente entre su pueblo, rodeado de aquellos a quienes había amado: huérfanos, enfermos, mendigos, humildes servidores.

Una vez en la nueva Casa Madre, las reliquias fueron depositadas tras una verja dorada, donde hasta hoy son objeto de veneración continua. La traslación se celebra cada año con una novena especial en honor del Santo, renovando la llama de la caridad que San Vicente encendió en el corazón de la Iglesia.

La sepultura del Papa Francisco en Santa María la Mayor (2025)

En una conmovedora coincidencia providencial, este 26 de abril de 2025, el mundo católico ha vivido otro momento de profunda significación: el entierro del Papa Francisco.

El pontífice, elegido en 2013, se distinguió por su cercanía con los pobres, su énfasis en la misericordia divina y su amor filial a la Virgen María. Desde el inicio de su pontificado, Francisco mostró una particular devoción por la imagen de la Salus Populi Romani, venerada en la Basílica de Santa María la Mayor. Antes y después de cada viaje apostólico, acudía allí a encomendarse a la Virgen, repitiendo su oración confiada por el bienestar de la humanidad.

Fiel a su deseo, el Papa Francisco no fue sepultado en la cripta papal bajo San Pedro, sino en Santa María la Mayor, la iglesia mariana más importante de Roma. Su traslado desde la Basílica de San Pedro estuvo marcado por un cortejo solemne:

  • Participaron cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas y una gran representación de fieles de todo el mundo.
  • El ataúd, sencillo y austero como la vida del pontífice, fue llevado entre cantos de esperanza y oraciones silenciosas.
  • En su despedida, resonó una vez más su invitación recurrente: “No se olviden de rezar por mí.”

Allí, a los pies de la Madre, Francisco descansa, sellando así una vida entregada a la promoción de la fraternidad, la justicia y la paz.

Dos testigos de la caridad

La coincidencia entre la traslación de San Vicente de Paúl y la sepultura del Papa Francisco no puede ser vista como un simple azar. Ambos representan rostros distintos pero complementarios de la caridad cristiana:

  • Vicente de Paúl, el organizador incansable de obras de misericordia en la Francia del siglo XVII.
  • Francisco, el profeta de la misericordia en un mundo globalizado y herido.

Ambos supieron encarnar el Evangelio de Jesús no solo con palabras, sino con gestos concretos de cercanía a los más vulnerables. Ambos entendieron que la Iglesia vive y se renueva cuando pone a los pobres en el centro de su misión.

Hoy, 26 de abril, la memoria de estos dos grandes testigos nos invita a renovar nuestra fe, a confiar en la Providencia y a servir, cada uno desde su lugar, con humilde amor a nuestros hermanos más pequeños.

Imprimir o guardar en PDF
Deja un comentario

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *