Simón de Cirene: ¿Un testigo obligado o un discípulo inesperado?

Simón de Cirene: ¿Un testigo obligado o un discípulo inesperado?

Textos base:

“Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz.”

Marcos 15,21

“Y cuando le sacaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le pusieron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.”

Lucas 23,26

“Y al salir, hallaron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara su cruz.”

Mateo 27,32

1. ¿Quién era Simón de Cirene?

Simón era un judío procedente de Cirene, una ciudad del norte de África, en la región de la actual Libia, donde existía una comunidad judía considerable desde la diáspora helenística (cf. Hechos 2,10). Los evangelios lo presentan como un hombre que “volvía del campo”, lo que sugiere que no era parte del grupo que había condenado a Jesús, ni tampoco un testigo voluntario.

La mención de sus hijos, Alejandro y Rufo (en Marcos), es significativa. Supone que eran conocidos por la comunidad cristiana primitiva, lo cual sugiere que Simón y su familia se convirtieron posteriormente en discípulos. San Pablo menciona a un “Rufo, escogido en el Señor” (cf. Romanos 16,13), a quien incluso llama “hijo”, y a su madre como alguien que lo ha “tratado como una madre”. ¿Podría ser este el mismo Rufo, hijo de Simón?

2. Exégesis del verbo clave: “obligaron”

El verbo usado en griego en Mateo 27,32 y Marcos 15,21 es ἀγγαρεύουσιν (angaréuousin), del verbo ἀγγαρεύω, que indica una requisición forzosa, como la que podía hacer un soldado romano para obligar a alguien a cargar un objeto.

Este verbo se usa también en Mateo 5,41:

“Y si alguien te obliga a llevar carga por una milla, ve con él dos.”

Simón no fue voluntario, fue obligado a cargar la cruz de otro. Pero este acto forzado se convierte en camino de encuentro y transformación.

3. De cargar una cruz ajena… a abrazarla

Lucas es el único evangelista que dice que Simón “llevaba la cruz detrás de Jesús” (ὀπίσω τοῦ Ἰησοῦ). Este matiz es profundo: esa es la misma fórmula del discipulado:

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.”

Lucas 9,23

Aunque inicialmente obligado, Simón acaba caminando como un verdadero discípulo: con la cruz al hombro, detrás del Maestro. El gesto externo anticipa una conversión interna.

4. Simón como figura del discipulado universal

Simón es extranjero, afrodescendiente y judío, lo que lo convierte en una figura que rompe los esquemas étnicos y religiosos. La cruz de Cristo convoca a todos los pueblos y transforma al forastero en hermano.

El hecho de que su nombre haya sido preservado —a diferencia de tantos otros anónimos— sugiere que su figura fue muy valorada por la tradición cristiana. Simón representa a todos los que, sin buscarlo, se encuentran con Cristo y se dejan transformar.

5. Lectura teológica y espiritual

Simón no buscó a Jesús, Jesús lo encontró a él. Su camino diario del campo a casa se cruzó con el de un condenado… y ese encuentro cambió su historia para siempre.

Hay momentos en que la cruz nos encuentra a nosotros, sin previo aviso, sin opción. Pero si la llevamos detrás de Jesús, si lo seguimos, esa cruz se convierte en instrumento de salvación y de transformación interior.

Simón no predicó, no hizo milagros, no fundó iglesias. Solo llevó una cruz. Pero eso bastó para que su nombre quedara grabado en el Evangelio.

Reflexión vicentina

San Vicente de Paúl nos invita a abrazar las cruces cotidianas con espíritu de amor.

Simón de Cirene es un ícono del servicio vicentino: a veces no elegimos al pobre, es él quien nos elige. Pero al cargar su cruz, descubrimos a Cristo. El servicio, aunque inicialmente exigente, se convierte en una gracia que transforma a quien lo ofrece.

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