Textos base:
“Desde el mediodía hasta las tres de la tarde se oscureció toda la tierra.”
Mateo 27,45
“Cuando llegó el mediodía, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde.”
Marcos 15,33
“Era ya cerca de la hora sexta, y las tinieblas cubrieron toda la región hasta la hora nona. Y el sol se oscureció…”
Lucas 23,44-45a
1. Contexto cronológico y cósmico
Los evangelios nos sitúan en la hora sexta (ἕκτη ὥρα, es decir, el mediodía), cuando se espera la máxima luz. Sin embargo, en el momento culminante de la pasión, ocurre algo extraordinario: una oscuridad que dura hasta la hora nona (las tres de la tarde).
¿Fue un eclipse? Desde un punto de vista astronómico, es imposible que haya habido un eclipse solar en la Pascua judía, que se celebra con luna llena. Por tanto, los evangelistas no están describiendo un fenómeno natural, sino un signo teológico, de dimensión cósmica y escatológica.
2. El simbolismo de las tinieblas
En el lenguaje bíblico, las tinieblas (griego: σκότος, skótos) representan con frecuencia:
- El juicio divino:
“En aquel día —oráculo del Señor— haré que el sol se oculte a mediodía y oscureceré la tierra en pleno día.”
Amós 8,9
Esta profecía de Amós parece cumplirse literalmente en la muerte de Jesús. - El poder del mal y del pecado:
Las tinieblas son el dominio del enemigo, del error, de la ceguera espiritual. En Lucas 22,53, Jesús dice a quienes vienen a arrestarlo:
“Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.” - La ausencia de Dios:
El eclipse simbólico de la luz refleja la experiencia de abandono. Jesús mismo, poco después, gritará:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Mateo 27,46 (cf. Salmo 22,2)
En ese sentido, el oscurecimiento revela el drama teológico de la cruz: el Hijo carga con todo el pecado y la miseria de la humanidad, y parece sumergido en el silencio y la oscuridad del Padre.
3. Un lenguaje apocalíptico
La Biblia usa frecuentemente fenómenos cósmicos para hablar del “día del Señor”, el juicio o las intervenciones divinas:
“El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el día grande del Señor.”
Joel 3,4 (cit. en Hechos 2,20)
El oscurecimiento de la tierra durante la crucifixión indica que el “día del Señor” ha llegado: en la cruz se está produciendo el juicio definitivo del mundo. Pero es un juicio paradójico, porque no condena al pecador, sino que redime. El inocente carga la culpa del culpable.
4. Paradoja teológica: la Luz es crucificada
Jesús se había definido como:
“Yo soy la Luz del mundo.”
Juan 8,12
Pero ahora, la Luz está suspendida en una cruz, y el mundo parece rechazarla. Sin embargo, el acto supremo de entrega es también la irrupción definitiva de la luz pascual. La oscuridad no tiene la última palabra.
La oscuridad que cubre la tierra es el último intento del mal por apagar la luz, pero también es el útero silencioso de una nueva creación. Como en el Génesis, donde todo comienza en la oscuridad y Dios dice: “Hágase la luz” (Gn 1,3), la nueva creación se gesta en la cruz.
5. Eco patrístico
San Gregorio Nacianceno decía:
“El sol se ocultó, no porque no pudiera ver, sino porque no soportaba ver al Señor colgado en la cruz.”
Y san Jerónimo escribió:
“La creación entera se solidarizó con su Creador.”
El cosmos no es ajeno al drama del Calvario: toda la creación sufre con el Hijo. Como dirá san Pablo:
“La creación entera gime con dolores de parto…”
Romanos 8,22
6. Reflexión espiritual
¿Qué significa esta oscuridad para nosotros hoy?
En cada vida hay momentos donde el mediodía se vuelve tiniebla: el sufrimiento, la pérdida, el pecado, el abandono. Parece que Dios calla. Pero la cruz nos enseña que Dios está presente incluso en el silencio. La oscuridad no es señal de su ausencia, sino del misterio de su amor que se entrega en lo oculto.
Desde la cruz, Jesús no solo redime: también acompaña. Él conoce nuestras noches más densas. Y en ellas, su cruz es lámpara y faro.
Aplicación vicentina
San Vicente vivió muchas noches oscuras: dudas de fe, enfermedades, fracasos. Pero aprendió a descubrir a Dios oculto tras el velo del sufrimiento. A sus misioneros les decía:
“No debemos maravillarnos de vernos en tinieblas interiores; el mismo Señor las padeció.” (SV XI, 145)
El carisma vicentino nace de la luz que brota en la oscuridad, del servicio que persevera incluso cuando no se ve recompensa, del amor que actúa cuando la esperanza parece perdida.