El lienzo doblado en el sepulcro: una señal silenciosa de esperanza

El lienzo doblado en el sepulcro: una señal silenciosa de esperanza

Texto base:

“[Pedro] entró en el sepulcro; vio los lienzos en el suelo y el sudario que había cubierto su cabeza, no con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte.”

Juan 20,6-7

1. Un detalle minucioso y exclusivo de Juan

El Evangelio de Juan es el único que incluye esta observación detallada y aparentemente insignificante: un sudario (gr. σουδάριον, soudárion) que cubría la cabeza de Jesús, no arrojado o desordenado, sino plegado cuidadosamente (ὁ ὀθόνιον… ἐντετυλιγμένον… χωρὶς).

¿Por qué incluir ese detalle? El evangelista construye su teología de la resurrección a través de signos sutiles: lo que los discípulos “ven” en el sepulcro vacío es más que ausencia. Es una presencia velada que comienza a revelarse.

2. Exégesis del texto griego

El término clave es ἐντετυλιγμένον (entetyligménon, participio perfecto pasivo del verbo entylissō, “envolver, doblar cuidadosamente”). Aparece en voz pasiva, lo que puede implicar que el lienzo no cayó por azar, sino que fue dispuesto con intención.

El verbo no denota un simple “arrugar” o “tirar”, sino un pliegue ordenado, como si alguien con plena conciencia hubiera terminado su tarea y hubiese dejado todo en su lugar. El detalle indica:

  • Serenidad,
  • Control de la situación,
  • Ausencia de robo o profanación (un ladrón no se detendría a doblar un sudario),
  • Y sobre todo: una salida gloriosa y voluntaria del sepulcro.

3. Contraste con la resurrección de Lázaro

Juan 11,44 relata que cuando Lázaro resucita, sale atado con vendas (κειρίαις) y necesita que otros le desaten. Es una resurrección hacia esta vida.

Jesús, en cambio, deja los lienzos. Su cuerpo glorioso no necesita que lo desaten, ni que lo asistan. Ha resucitado por su propio poder. Esto subraya lo que Él mismo dijo:

“Nadie me quita la vida, yo la doy por mí mismo. Tengo poder para darla y poder para recobrarla.”

(Juan 10,18)

El lienzo doblado es símbolo del acto libre y divino de su resurrección.

4. Tradición y lecturas simbólicas

Algunos comentaristas espirituales antiguos (aunque sin base bíblica explícita) asociaron el lienzo doblado con una costumbre de los banquetes judíos: cuando el amo se levantaba de la mesa y dejaba su servilleta doblada, el criado sabía que volvería. Si la dejaba arrugada, era señal de que no regresaría.

Aunque no hay evidencia concluyente de esta costumbre en el judaísmo del siglo I, el simbolismo es pastoralmente fecundo: Jesús ha dejado todo en orden… porque no ha terminado. Volverá.

5. Espiritualidad joánica: ver y creer

Este texto forma parte de una cadena de “ver” y “creer” en Juan 20:

  • María Magdalena ve el sepulcro vacío y corre a avisar.
  • Pedro entra y ve los lienzos.
  • El discípulo amado entra, ve… y cree (καὶ εἶδεν καὶ ἐπίστευσεν, v.8).

¿Qué ve para creer? No ve al Resucitado, sino los signos de su paso: los lienzos, el sudario doblado. Esto habla de una fe que nace de los rastros del amor. El orden del sepulcro no grita, pero susurra esperanza.

6. Reflexión espiritual

El lienzo doblado es el silencio de la Resurrección. No hay truenos, no hay ángeles cantando. Solo una tumba vacía, unos lienzos y un paño doblado con cuidado.

Dios no siempre irrumpe con poder, sino que se deja encontrar en los signos humildes del amor cotidiano. Una fe pascual madura es aquella que reconoce a Cristo en lo sencillo, en lo que parece insignificante, pero está lleno de sentido.

“El Resucitado no destruye el mundo: lo transforma desde dentro. El lienzo doblado es el primer gesto de una nueva creación.” (Benedicto XVI, Homilía de Pascua, 2009)

Aplicación vicentina

San Vicente enseñaba a ver los signos de Dios en lo pequeño y en lo humilde. El lienzo doblado es como el delantal del servidor, como el paño con que se seca los pies: signo de un amor que no abandona, sino que retorna.

“No podemos encontrar a Dios si no en los pobres, en lo humilde, en lo sencillo.” (SV XI, 201)

En el ministerio vicentino, cada pequeño gesto —una visita, un alimento, una palabra— puede ser el “lienzo doblado” que deja Cristo para que el otro crea.

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