El centurión romano y su confesión de fe: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”

El centurión romano y su confesión de fe: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”

Textos base:

Mateo 27,54: “El centurión y los que con él custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de gran temor y dijeron: ‘Verdaderamente este era Hijo de Dios’.”

Marcos 15,39: “El centurión, que estaba frente a Él, al ver que había expirado así, dijo: ‘Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios’.”

Lucas 23,47: “El centurión, al ver lo que había pasado, glorificó a Dios, diciendo: ‘Verdaderamente este hombre era justo’.”

1. ¿Quién era el centurión?

El centurión (kenturíōn, del latín centurio, griego: κεντυρίων) era un oficial del ejército romano, responsable de unos 100 soldados. Era parte del mecanismo de ocupación imperial, y por tanto un símbolo del poder pagano. Sin embargo, la figura del centurión aparece en varias ocasiones en los Evangelios como un hombre abierto a la fe:

  • En Mateo 8,5-13, el centurión de Cafarnaúm muestra más fe que muchos israelitas.
  • En Hechos 10, Cornelio, otro centurión, será el primer pagano bautizado.

El centurión de la cruz, sin nombre, es un pagano que contempla el misterio de Cristo no desde la fe previa, sino desde la experiencia de la Pasión.

2. Una confesión única: el primero en reconocerlo como Hijo de Dios

El centurión es el primero en todo el Evangelio de Marcos en reconocer explícitamente a Jesús como “Hijo de Dios” (Υἱὸς Θεοῦ). Y lo hace justo en el momento de su muerte.

La estructura del Evangelio de Marcos está organizada para llegar a este clímax:

  • En el inicio, Marcos declara: “Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (1,1).
  • Durante la narración, los demonios lo reconocen como Hijo de Dios (3,11; 5,7), pero los discípulos no comprenden su identidad plenamente.
  • Solo en la cruz, cuando todo parece perdido, un extranjero, un pagano, hace la confesión más plena:

“Ἀληθῶς οὗτος ὁ ἄνθρωπος Υἱὸς Θεοῦ ἦν.”

“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.” (Marcos 15,39)

El adverbio “ἀληθῶς” (alēthōs) indica certeza, veracidad plena. No es una opinión, es una proclamación firme. La paradoja es teológica: la gloria de Dios se revela en la muerte de Cristo, no en su poder.

3. ¿Qué lo llevó a esa conclusión?

Marcos dice que el centurión vio cómo murió Jesús (ὅτι οὕτως ἐξέπνευσεν, “que así expiró”): no tanto los fenómenos cósmicos, sino la actitud de Jesús en su entrega. Esta muerte fue diferente de cualquier otra. Jesús muere:

  • Perdonando a sus enemigos (Lucas 23,34),
  • Entregando su espíritu voluntariamente (Juan 19,30),
  • Gritando con fuerza (Marcos 15,37), algo inusual en los crucificados moribundos, lo que expresa dominio y libertad en el acto final.

Mateo, en cambio, destaca el terremoto y los signos sobrenaturales que acompañan la muerte (27,51-54), lo cual provoca en el centurión y los soldados un gran temor (φόβος μέγας), una experiencia que abre al reconocimiento del misterio.

Lucas, por su parte, omite la fórmula “Hijo de Dios” y escribe:

“Verdaderamente este hombre era justo.”

El término en griego es δίκαιος (díkaios), que no solo significa “inocente” o “justo”, sino que alude al Siervo de Yahveh de Isaías 53,11:

“Mi siervo justo justificará a muchos.”

Lucas presenta a Jesús como el Inocente Sufriente, y al centurión como el testigo que glorifica a Dios, incluso antes que muchos creyentes.

4. El pagano convertido en teólogo de la cruz

La muerte de Jesús no es solo un evento trágico, sino una revelación de quién es Él. Lo que los discípulos no comprendieron tras años de enseñanza, el centurión lo intuye en un instante, al pie de la cruz.

Este testimonio cumple lo que dijo Jesús:

“Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo Soy.” (Juan 8,28)

El verbo “levantar” (ὑψόω) se refiere tanto a la crucifixión como a la glorificación. La cruz se convierte en trono y lugar de revelación. Por eso, para San Pablo, la predicación no se basa en milagros o sabiduría, sino en Cristo crucificado (1 Cor 1,23-24).

5. Reflexión espiritual

El centurión nos enseña que ver a Jesús en la cruz, amando hasta el extremo, transforma el corazón. Él no vio milagros, no oyó parábolas, no lo siguió por Galilea. Solo vio cómo murió. Y eso le bastó.

La fe cristiana no nace solo del esplendor de la gloria, sino del escándalo de la cruz. Cuando vemos a Jesús entregar su vida con perdón, compasión y fidelidad, podemos exclamar con él:

“¡Verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios!”

Aplicación vicentina

San Vicente de Paúl, en una época marcada por el poder eclesiástico y político, enseñó a descubrir a Cristo en el sufrimiento de los pobres. Allí donde muchos solo ven miseria, el vicentino aprende a decir:

“Verdaderamente este es el Hijo de Dios”, presente en los crucificados de la historia.

“Miremos a los pobres con los ojos de Cristo crucificado y encontraremos allí su verdadero rostro.” (SV XII, 88)

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