Las Beatas Hijas de la Caridad mártires en España

Las Beatas Hijas de la Caridad mártires en España

Mártires de la Arquidiócesis de Madrid

Casa de Vallecas:

  1. Sor Dolores Úrsula Caro Martín
  2. Sor Concepción Pérez Giral
  3. Sor Andrea Calle González

Las obligaron a abandonar las obras caritativas en la Casa de Misericordia de Albacete para dirigirse a Madrid, ordenándoles vestir de civil para ocultar todo signo religioso. Ellas aceptaron esta imposición, cambiando el hábito por sencillas batas de percal y pañuelos en lugar de la toca. Sin embargo, su identidad religiosa era evidente, especialmente porque decidieron no desprenderse de sus rosarios, los cuales llevaban como símbolo de fortaleza y fe en medio de la persecución. Sor Dolores y Sor Concepción llevaban el rosario oculto en la cintura, mientras que Sor Andrea, la más joven, lo portaba como collar.

Al llegar a Vallecas, fueron identificadas como religiosas cuando descendían del tranvía y, tras ser rechazadas en la casa de un familiar de Sor Concepción, fueron perseguidas y conducidas al Ateneo Libertario. Allí, sufrieron humillaciones y agresiones verbales de los milicianos. Las dos hermanas más jóvenes, Sor Dolores y Sor Andrea, fueron llevadas a la checa de la Divina Pastora, donde experimentaron un cruel martirio. Luego, fueron conducidas a Los Toriles, donde fueron atormentadas públicamente antes de ser asesinadas con disparos en el cráneo. Sor Concepción, separada de sus compañeras, fue martirizada moralmente y finalmente fusilada junto a la vía del tren en el Pozo del Tío Raimundo el 3 de septiembre de 1936, proclamando con valentía: «¡Viva Cristo Rey!».

Casa de Leganés:

4. Sor Melchora Adoración Cortés Bueno
5. Sor María Severina Díaz-Pardo Gauna
6. Sor Dolores Barroso Villaseñor
7. Sor Estefanía Saldaña Mayoral
8. Sor María Asunción Mayoral Peña

Al ser expulsadas de su residencia en Leganés, estas cinco Hijas de la Caridad se refugiaron en la pensión de Doña Petra Saldaña, hermana de Sor Estefanía. Fueron delatadas por antiguas alumnas a los milicianos de la FAI. Se les ofreció salvar sus vidas si renunciaban a su condición religiosa y se unían al Socorro Rojo, propuesta que rechazaron. La noche del 12 de agosto de 1936, tras confesar su identidad religiosa, fueron fusiladas junto a la Puerta de Hierro de Madrid en presencia de Doña Petra y su yerno.

Sor María Severina

Carretera de Toledo:

9. Sor Modesta Moro Briz
10. Sor Pilar Isabel Sánchez Suárez

Expulsadas de la Casa de Santa Cristina, ambas se refugiaron en la Casa Provincial de Martínez Campos. Voluntariamente decidieron salir de la casa para resguardar la seguridad de sus hermanas. Sor Modesta y Sor Pilar intentaron regresar a la Casa Provincial para celebrar la festividad de Todos los Santos, pero fueron interceptadas por milicianos y fusiladas en el kilómetro 6 de la carretera de Toledo el 31 de octubre de 1936.

Las Vistillas:

11. Sor Josefa Gironés Arteta
12. Sor Lorenza Días Bolaños

Sor Josefa y Sor Lorenza fueron arrestadas y torturadas en represalia por su fe y fidelidad a la vocación. Finalmente, ambas fueron martirizadas el 17 de noviembre de 1936 en el parque de las Vistillas de Madrid, donde se encontraron sus cuerpos.

La checa:

13. Sor Gaudencia Benavides Herrero

Sor Gaudencia fue arrestada en el Asilo del Niño Jesús de Alburquerque y trasladada de prisión en prisión, donde su salud se deterioró. Fue liberada cuando ya estaba gravemente enferma y falleció en el Hospital de San Luis de los Franceses el 11 de febrero de 1937, habiendo perdonado a sus enemigos en su lecho de muerte.

Del camino:

14. Sor Juan Pérez Abascal
15. Sor Ramona Cao Fernández

Expulsadas del sanatorio de El Neveral, ambas se vieron forzadas a viajar a Madrid en un tren lleno de prisioneros políticos. A pesar de vestirse como enfermeras de la Cruz Roja, fueron identificadas por sus rosarios y ejecutadas en el Pozo del Tío Raimundo el 12 de agosto de 1936.


Mártires de la Arquidiócesis de Valencia

Llosa de Llanes:

16. Sor Josefa Martínez Pérez

En un acto de generosidad, Sor Josefa se ofreció como sustituta de su cuñado detenido, rogando a los milicianos que lo liberaran porque él tenía hijos. Aunque fue rechazada, su martirio llegó el 14 de octubre de 1936 cuando fue llevada junto a otras prisioneras al «puente de los perros», donde fue asesinada.

Picadero de Paterna:

17. Sor Isidora Izquierdo García
18. Sor Josefa Laborra Goyeneche
19. Sor Estefanía Irisarri Irigaray
20. Sor María Pilar Nalda Franco
21. Sor María Carmen Rodríguez Barazal

Tras ser desalojadas de su residencia, estas religiosas se refugiaron en Valencia. Sin embargo, fueron rastreadas y detenidas la noche del 8 de diciembre. Fueron llevadas en un vehículo y nunca se volvió a saber de ellas.

Carretera de Algar de Palancia:

22. Sor Martina Vázquez Gordo

Sor Martina y su comunidad fueron expulsadas del hospital en Segorbe y vivieron bajo constante amenaza de muerte. El 4 de octubre de 1936, fue arrestada y llevada a un lugar cercano donde, llena de valentía, se arrodilló, pidió perdón para sus verdugos y declaró su fe en Cristo antes de ser fusilada.

Cementerio de Gilet:

23. Sor Joaquina Rey Aguirre
24. Sor Victoria Arregui Guinea

Durante la persecución de 1936, la Comunidad de Beneficencia de Valencia fue disuelta, y Sor Joaquina y Sor Victoria se refugiaron en el pueblo cercano de Foyos, en la casa familiar de una hermana. Allí, sin embargo, fueron encontradas y arrestadas. Las llevaron junto a dos sacerdotes que también habían estado en el refugio, D. José Ruiz y D. Antonio Bueno, quienes celebraban la Eucaristía de forma clandestina.

En la sede del Comité comunista, Sor Joaquina defendió su fe con argumentos sólidos, enfrentándose a una sentencia de muerte impuesta sin juicio alguno. Al llegar al cementerio de Gilet, uno de los verdugos intentó ultrajarla, pero ella, con una mezcla de valentía y determinación, logró arrebatarle el arma. Fue entonces cuando D. José Ruiz, su compañero en el martirio, la instó a reflexionar, recordándole la oportunidad de entrar triunfante al Cielo. Sor Joaquina entregó el arma, pidió perdón por su reacción y ofreció su vida en un acto final de fe y reconciliación. Junto a Sor Victoria, pronunció el grito de «¡Viva Cristo Rey!» y enfrentó el fusilamiento en la madrugada del 29 de octubre de 1936.

Cementerio de Benavites:

25. Sor María Rosario Ciércoles y Gascón
26. Sor Micaela Hernán Martínez
27. Sor María Luisa Bermúdez Ruiz

Con el estallido de la persecución, la Comunidad del Asilo de San Eugenio en Valencia fue despojada de su lugar de servicio. Sor Rosario, Sor Micaela y Sor María Luisa encontraron refugio en Puzol, en la casa de un familiar de una hermana. Allí, bajo constante vigilancia y amenazas del Comité comunista del pueblo, intentaron mantenerse en paz, aun cuando en su refugio también se encontraba un sacerdote que celebraba la Eucaristía en secreto.

El 17 de agosto de 1936, todas fueron arrestadas, junto con el sacerdote. Sor Rosario intentó proteger a sus hermanas con palabras valientes, pero su defensa fue ignorada. Las mantuvieron toda la noche sometidas a labores humillantes y, al amanecer, fueron llevadas cerca del cementerio de Benavites, donde soportaron un cruel martirio. Fueron brutalmente acribilladas bajo un limonero, ofreciendo sus últimas palabras en una entrega de fe y amor por Cristo.

Mártires de la Arquidiócesis de Barcelona

Tibidabo, Barcelona:

28. Sor Toribia Marticorena Sola
29. Sor Dorinda Sotelo Rodríguez

Sor Toribia y Sor Dorinda fueron martirizadas el 24 de octubre de 1936, en la víspera de la festividad de Cristo Rey. Trabajaban en un sanatorio en Barcelona, donde el director médico, en un acto de solidaridad, les ofreció refugio en su propia casa, figurando ambas como empleadas domésticas. Sin embargo, fueron denunciadas como religiosas y arrestadas de inmediato. Conducidas al Tibidabo, enfrentaron su martirio con una fe inquebrantable, ofreciendo su sacrificio en un testimonio final de amor a Cristo y a la misión que habían abrazado.

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1 comentario

  1. Sor Aura Lia Calderón P.

    Solamente el amor a Dios y a los pobres llevó a estas Hijas de la Caridad, españolas, a dar testimonio de su fé, derramando su sangre, como lo hizo nuestro Señor Jesucristo. Bendigo y doy gracias a nuestro Dios por haberlas llamado a la santidad.

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