Nota: La siguiente vigilia no debe realizarse dentro de la celebración Eucarística.

Inicio- Procesión:

Luces apagadas, una persona entra un cirio mientras tanto un proclamador o un lector repite tres veces:

  • Esta es la luz del Evangelio que inspiró a San Vicente de Paúl.

Todos: -Demos gracias a Dios.

Llegados al lugar preparado para la celebración se hace una Invocación al Espíritu Santo, con una oración o un canto apropiado.

+ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

Lectura del Pregón vicentino.

¡Exulten los cielos y la tierra!
¡Canten de gozo los pobres y los oprimidos!
Hoy celebramos la vida y obra de San Vicente de Paúl,
luz de caridad, ejemplo de servicio,
testigo de la compasión divina.

Aclamemos la misericordia del Padre
que a través de Vicente, su siervo humilde,
tocó las almas de los pobres, los enfermos,
los olvidados y abandonados.
Él, encendido por el amor de Cristo,
se entregó al servicio de los más pequeños.

¡Qué grande es el amor que movió su corazón!
No hubo dolor, hambre ni miseria
que no encontrara su consuelo,
ni injusticia que no recibiera su voz.

Vicente, apóstol de la caridad,
fundador de comunidades que hoy
siguen su legado, su carisma,
una red inquebrantable de amor y justicia.
Con las Hijas de la Caridad y los Misioneros,
su espíritu sigue vivo entre nosotros.

¡Oh, San Vicente, fuente de esperanza,
que tu ejemplo guíe nuestro caminar,
que tu pasión por los pobres inspire nuestros días!
Que tu fe y tu amor, siempre inventivos,
iluminen nuestra misión.

Hoy proclamamos tu mensaje eterno:
El amor no tiene límites,
la caridad no conoce fronteras.
¡Que todos los corazones ardan con este fuego divino!

¡Gloria a Dios por San Vicente de Paúl!
¡Gloria a Dios por el carisma vicentino,
que, ayer y hoy, sigue transformando al mundo!

LITURGIA DE LA PALABRA

  1. Primera Lectura

Del libro del Deuteronomio. (15, 6-14)

Sí, Yahveh tu Dios te bendecirá como te ha dicho: prestarás a naciones numerosas, y tú no pedirás prestado, dominarás a naciones numerosas, y a ti no te dominarán. Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos, en alguna de las ciudades de tu tierra que Yahveh tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para remediar su indigencia.

Cuida de no abrigar en tu corazón estos perversos pensamientos: «Ya pronto llega el año séptimo, el año de la remisión», para mirar con malos ojos a tu hermano pobre y no darle nada; él apelaría a Yahveh contra ti y te cargarías con un pecado. Cuando le des algo, se lo has de dar de buena gana, que por esta acción te bendecirá Yahveh, tu Dios en todas tus obras y en todas tus empresas.

Pues no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra.

Si tu hermano hebreo, hombre o mujer, se vende a ti, te servirá durante seis años y al séptimo le dejarás libre. Al dejarle libre, no le mandarás con las manos vacías; le harás algún presente de tu ganado menor, de tu era y de tu lagar; le darás según como te haya bendecido Yahveh tu Dios.

Palabra de Dios.

Salmo 71

R: Que él defienda a los humildes del pueblo.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

OREMOS

Oh Dios, fuente de toda justicia y misericordia,
haz que, siguiendo tu mandato,
abramos nuestras manos y corazones a los necesitados,
para que, al servir con generosidad a nuestros hermanos,
experimentemos tu bendición en nuestras vidas.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

  1. Segunda Lectura:

Del Profeta Isaías (1, 10-18)

Oíd una palabra de Yahveh, regidores de Sodoma. Escuchad una instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. «¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? – dice Yahveh -. Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis atrios? No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad.
Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar.

Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda.
Venid, pues, y disputemos – dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán.

Palabra del Señor

Salmo 23

R: ¿Quién puede subir al monte del Señor?

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
El la fundó sobre los mares,
El la afianzó sobre los ríos.

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

OREMOS

Dios justo y misericordioso,
que no te complaces en sacrificios vacíos,
purifica nuestros corazones y nuestras manos
de toda maldad y falsedad.
Enséñanos a hacer el bien,
a buscar la justicia, y a defender a los oprimidos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

  1. Tercera Lectura:

Del Profeta Amós (8, 4-11)

Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra, diciendo: «¿Cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo, para achicar la medida y aumentar el peso, falsificando balanzas de fraude, para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano?» Ha jurado Yahveh por el orgullo de Jacob: ¡Jamás he de olvidar todas sus obras! ¿No se estremecerá por ello la tierra, y hará duelo todo el que en ella habita, subirá toda entera como el Nilo, se encrespará y bajará como el Nilo de Egipto?
Sucederá aquel día – oráculo del Señor Yahveh – que yo haré ponerse el sol a mediodía, y en plena luz del día cubriré la tierra de tinieblas.
Trocaré en duelo vuestra fiesta, y en elegía todas vuestras canciones; en todos los lomos pondré sayal y tonsura en todas las cabezas; lo haré como duelo de hijo único y su final como día de amargura.
He aquí que vienen días – oráculo del Señor Yahveh – en que yo mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahveh.

Palabra del Señor

Salmo 40:

R: Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.

El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.

El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.»

En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.

OREMOS

Señor Dios, que ves y juzgas
las acciones de los hombres,
escucha nuestras súplicas y
fortalece en nosotros el deseo de justicia.
Concede que en la prueba y en la tribulación,
siempre busquemos tu palabra y confiemos en tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Canto del Gloria y procesión de la Imagen de San Vicente de Paúl o un Cuadro.

  1. Cuarta Lectura:
    De la carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1 Cor. 9 16-23)

Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado. Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio. Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda.
Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley – aun sin estarlo – para ganar a los que están bajo ella.
Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo. Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo.

Palabra de Dios.

Salmo: 109

R: Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso, levantará la cabeza.

OREMOS

Señor Dios, que llamaste a San Vicente de Paúl a servir a los más pobres y necesitados con amor y dedicación, te pedimos que, siguiendo su ejemplo, vivamos en la caridad y la generosidad. Inspíranos a ser instrumentos de tu misericordia y justicia, ayudando a los desfavorecidos y buscando siempre tu gloria en el servicio a los demás. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Aleluya

Proclamación del Santo Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (Lc. 6, 20-26)

En aquel tiempo Jesús, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
«Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.

Palabra del Señor.

DE LOS ESCRITOS DE SAN VICENTE DE PAÚL

Conferencia del 14 de febrero de 1659 sobre las máximas del Evangelio.

Según esto, hermanos míos, nosotros que hemos hecho voto de guardar estos tres consejos evangélicos estamos obligados a observarlos; y al observarlos, podemos estar seguros de edificar sobre la roca y de levantar un edificio permanente. Esos son los consejos y las máximas de las que habla nuestra regla y las que dice que ha de abrazar nuestra compañía.

Esta obligación nos compromete al mismo tiempo a huir de las máximas del mundo, ya que son opuestas a las de evangelio; y para poder huir de ellas, hay que saber cuáles son. Os he prometido explicaros qué es lo que se entiende por estas máximas del mundo. Pues bien, no sabría describirlas mejor que haciéndoos ver cómo se oponen a las de Jesucristo y en qué las contradicen. Expliquemos cómo.

En primer lugar, las máximas de nuestro Señor dicen: «Bienaventurados los pobres»; y las del mundo: «Bienaventurados los ricos». Aquellas dicen que hay que ser mansos y afables; éstas, que hay que ser duros y hacerse temer. Nuestro Señor dice que la aflicción es buena: «Bienaventurados los que lloran»; los mundanos, por el contrario: «Bienaventurados los que se divierten y se entregan a los placeres» «Bienaventurados los que tienen hambre y sed, los que están sedientos de justicia»; el mundo se burla de esto y dice: «Bienaventurados los que trabajan por sus ventajas temporales, por hacerse grandes». «Bendecid a los que os maldicen» 12 dice el Señor; y el mundo dice que no hay que tolerar las injurias: «al que se hace oveja, lo comen los lobos»; que hay que mantener la reputación a cualquier precio, y que más vale perder la vida que el honor.

Y esto basta para conocer cuál es la doctrina del mundo y qué es lo que pretende. Por consiguiente, nuestra regla, al comprometernos a seguir la doctrina de Jesucristo, que es infalible, nos obliga al mismo tiempo, como hemos dicho, a ir contra la doctrina del mundo, que es un abuso. No es que en el mundo no haya proverbios que sean buenos y que no se opongan a las máximas cristianas, como éste: «Haz bien y encontrarás bien». Esto es verdad; los paganos y los turcos lo confiesan, y todos están de acuerdo en eso.

Un día estaba viajando con un consejero del consejo mayor; me decía que las buenas máximas del mundo son como los consejos evangélicos. Por ejemplo: «El que mucho abarca, poco aprieta». Es una verdad constante y comprobada; todos lo han experimentado. En el mundo hay máximas buenas y máximas malas; las buenas son aquellas en las que todos están de acuerdo y no contradicen al evangelio; las malas son las que se oponen a las de Jesucristo y sólo las aprueban los malvados y los mundanos.

Sin embargo, existe cierta diferencia entre las buenas máximas de este mundo y las del evangelio; porque en aquellas estamos de acuerdo por la experiencia, por haber comprobado sus efectos; mientras que de las de nuestro Señor conocemos su infalibilidad por su espíritu, que nos da su conocimiento y que nos hace ver cuáles son sus divinas consecuencias, ya que, como nos las enseña la verdad eterna, son muy verdaderas y siempre alcanzan su efecto.

Los buenos hombres del campo saben que la luna cambia, que hay eclipses de sol y de los demás astros; hablan con frecuencia de ello y son capaces de ver esos sucesos, cuando tienen lugar. Pero un astrónomo no sólo los ve como ellos, sino que los prevé de antemano, conoce los principios del arte o de la ciencia; dirá: «Tal día, a tal hora y en tal minuto habrá un eclipse». Pues bien, si los astrónomos, por su ciencia, tienen esta penetración infalible, no sólo en Europa, sino entre los chinos, y en medio de esta oscuridad del futuro penetran tan hondo con su vista que conocen con certeza los extraños efectos que tienen que ocurrir por el movimiento de los cielos de aquí a cien años, a mil años, a cuatro mil años, y hasta el fin del mundo, gracias a las reglas que tienen, si los hombres tienen este conocimiento — repito — , ¡cuánto más esta luz eterna, que penetra hasta en las más pequeñas circunstancias de las cosas más ocultas, ha visto la verdad de estas máximas!

¡Ay, padres! Estemos convencidos de que estas máximas, que nos ha propuesto la infinita caridad de Jesucristo, no pueden engañarnos. Lo malo es que no nos fiamos de ellas y atendemos más a la prudencia humana. ¿No veis que obramos mal al fiarnos más de los razonamientos humanos que de las promesas de la eterna sabiduría, de las apariencias engañosas de la tierra más que del amor paternal de nuestro salvador, que ha bajado del cielo para librarnos del error? ¡Oh Salvador, bien sabes tú el valor de esta máxima cuando nos la has dado, a pesar de que pocos pueden comprenderla: «Si te abofetean en una mejilla, pon la otra»! Tu providencia permite que a veces veamos su importancia, pero nos dejamos llevar por lo contrario.(XI A, pág 422)

Credo

Creo en Dios Padre,
Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.

Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable.

Amén.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Presidente: Hermanos y hermanas, reunidos en esta vigilia, elevemos nuestras oraciones a Dios, inspirados por el ejemplo de San Vicente de Paúl, apóstol de la caridad y defensor de los pobres.

R: Señor, escucha nuestra oración.

  • Por la Iglesia, para que siga el ejemplo de San Vicente de Paúl en su servicio a los más necesitados, roguemos al Señor. 
  • Por los líderes del mundo, para que promuevan la justicia y la paz, y trabajen incansablemente por el bienestar de todos, especialmente de los más vulnerables, roguemos al Señor. 
  • Por los pobres, los enfermos y los marginados, para que encuentren consuelo y esperanza a través de la caridad y el amor de la comunidad cristiana, roguemos al Señor. 
  • Por todos los que trabajan en obras de caridad, para que sean fortalecidos en su misión y encuentren en San Vicente de Paúl un modelo de entrega y servicio, roguemos al Señor. 
  • Por nuestra comunidad, para que, inspirada por el espíritu de San Vicente de Paúl, viva en solidaridad y amor fraterno, roguemos al Señor. 
  • Por todos nosotros aquí presentes, para que nuestras vidas reflejen el amor y la compasión de Cristo, siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl, roguemos al Señor.

Presidente: Dios de misericordia, que inspiraste a San Vicente de Paúl a servir a los pobres con amor y dedicación, escucha nuestras oraciones y ayúdanos a vivir según su ejemplo. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor

  • BENDICIÓN DEL AGUA CON LA INVOCACIÓN DE SAN VICENTE DE PAÚL

    Aprobada por la Sagrada Congregación de Ritos—16-III-1882 (en favor de los enfermos)

Oremos:
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, que con tu bendición levantas y fortaleces nuestra frágil condición, mira con bondad a este servidor tuyo (o a esta servidora tuya) enfermo (a); y por intercesión de San Vicente de Paúl, aparta de él (de ella) la enfermedad, fortalécelo (a) con tu poder, para que, recuperada la salud, y lleno (a) de prosperidad, pueda reincorporarse a la comunidad de sus hermanos y pueda darte gracias en tu Iglesia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Se sumerge en el agua la medalla o reliquia de San Vicente de Paúl, y se mantiene sumergida hasta el final de la siguiente oración:

Bendice, +Señor, esta agua para que sea un remedio saludable para el género humano; y, por intercesión de San Vicente de Paúl cuya medalla (reliquia) sumergimos, concédenos que todos quienes la utilizaren con fe reciban la salud del cuerpo y la protección del alma. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(aspersión del agua entre los participantes)

Padre Nuestro y bendición final.

 


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Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos.

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