Presentación:
“Porque nuestra salvación es en esperanza” (Rom 8, 24) a bien ha tenido el Papa Francisco llamar a toda la Iglesia al jubileo de la Esperanza, del cual esta novena sirve como preparación para todos los que llevan en su espíritu el carisma de San Vicente de Paúl, cuya novena con fervor celebramos cada año, y esta de manera especial enmarcada en dos acontecimientos sumamente importantes, estamos frente a la puerta del año jubilar de la Iglesia y en el año jubilar del IV centenario de la Congregación de la Misión, una feliz coincidencia, celebrar ambos acontecimientos con un esperanza renovadora, capaz de cambiar a la luz de la fe los caminos oscuros que hemos atravesado en los últimos años.
La guerra en muchos rincones del mundo, las pandemias, los fenómenos migratorios, la inestabilidad política y económica del mundo, el secularismo, el individualismo, el relativismo moral y otros malestares más en el mundo, hacen perder la confianza en el Señor, se siente como las olas sacuden la barca y el Señor parece estar dormido en la proa de la historia, pero el Papa insiste que: “debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta” (Carta del Papa del 11 de febrero de 2022)-
San Vicente vivió en su tiempo momentos desafortunados, y si se lee su historia con la del tiempo de hoy, se puede encontrar muchas similitudes, ante los panoramas desalentadores que el imperio de la muerte expande por las venas del mundo, el antídoto de la caridad es el único capaz de restablecer la salud del mundo enfermo por el egoísmo y la miseria, basta con poner las fuerzas humanas a la luz del Evangelio.
P. Andrés Felipe Rojas Saavedra, CM.
Misionero Vicentino
Edición, signos y textos bíblicos:
Miguel Ángel Correa
Seminarista de la Región de Venezuela
Corrección y Aprobación:
P. CARLOS ARLEY CARDONA SALAZAR, CM.
Superior Provincial – Colombia
Descargar la novena en formato pdf en el siguiente enlace:
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Padre de la Esperanza! Con gratitud te elevamos nuestra voz en este momento, reconociendo tu inmenso amor que nos ha llamado a ser evangelizadores de los pobres, siguiendo los pasos de tu amado Hijo, Jesucristo. Inspirados por el legado de San Vicente de Paúl, te pedimos que nos guíes y fortalezcas en nuestro compromiso de ser diligentes y audaces en la atención a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. Que nuestros corazones sean sensibles ante los sufrimientos de aquellos que más necesitan de tu amor y compasión.
Concédenos revestirnos del Espíritu de tu Hijo para anunciar, practicar y testimoniar el Reino de Dios en todos los rincones del mundo, que ninguna periferia se quede sin experimentar la alegría del anuncio de la salvación y la esperanza del Evangelio. Concédenos la gracia de encarnar una espiritualidad auténtica que nos capacite para responder a los desafíos de nuestro tiempo con compasión y acción concretas.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestra esperanza, en quien encontramos la plenitud de tu amor y la inspiración para seguir sus pasos. Amén. Padrenuestro.
ORACIÓN POR EL AÑO JUBILAR- del papa Francisco
Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.
ORACIÓN A LA VIRGEN
(De los escritos de San Vicente de Paúl)
Santísima Virgen María ayúdanos a estar dispuestos a practicar las máximas evangélicas, te pedimos que llenemos de ellas nuestro espíritu, llenemos nuestro corazón de su amor y vivamos en consecuencia. Por tu intercesión ya que, mejor que ningún otro, penetraste el sentido de esas enseñanzas y las practicaste. Para esperar que, al vernos aquí en camino de vivir según estas máximas, nos serán favorables en el tiempo y en la eternidad. (cfr. XII, 114-129)
¡Oh, Santísima Virgen, pide al Señor este favor, pídele una verdadera pureza para nosotros, para toda la familia vicentina! Esta es la súplica que te hacemos. (cfr. XI, 447-449). Amén.
Dios te salve…. Gloria
Se dice el día correspondiente
GOZOS
“San Vicente de Paúl, enciende en nosotros
el fuego de la caridad”
Fuego de la caridad, desde el campo a la ciudad,
como campesino o preceptor; de misionero a fundador.
La llama ardiente de tu celo, nos invita a la amistad
Con esclavos y afligidos dando con ardor un amor abrazador.
En el horizonte nos invitas a fijar mirada,
amor efectivo reclaman los pobres.
que sea nuestra caridad inventiva y cimentada
para dar con pasión y celo a Cristo Pan de Vida.
¡El pueblo muere de hambre y se condena!
Urge llevar el pan con justicia,
que sólo por nuestro amor
los pobres nos perdonarán
Padre de los pobres, predicador infatigable
del celo por las almas compártenos ejemplo;
para dar a los pobres testimonio fiable
que conduzcan al hombre a verdadero templo
¡Oh Vicente de Paúl! Que no se halle en nosotros
un amor que sea subjetivo, ¡donativo debe ser!,
con el esfuerzo de nuestros brazos,
y en la frente el sudor, para dar a conocer al prójimo
el amor de nuestro Dios.
Tus hijos e hijas llevan con pasión tu heraldo,
en el firmamento luz ponderosa de tu amor nos guía
con la fuerza imperativa de amar sin miedo,
a quien desde la cruz con amor nos mira.
Misión y Caridad son las alas
que te llevaron al cielo,
a tu entrada, pobres y ricos te esperaban.
Gozosos tus hijos, mientras Cristo te coronaba
de laureles y santidad, padre y apóstol,
la Iglesia en ti se reflejaba.
ORACIÓN FINAL
AL CORAZÓN DE SAN VICENTE DE PAÚL
Oh Corazón de San Vicente que sacaste del Sagrado Corazón de Jesús, la caridad que tú derramaste sobre todas las miserias morales y físicas de su tiempo, alcánzanos de jamás dejar pasar a nuestro lado miseria alguna sin socorrerla.
Haz que nuestra caridad sea respetuosa, delicada, comprensiva, efectiva como fue la tuya. Pon en nuestros corazones una fe viva que nos haga descubrir a Cristo sufriente en nuestros hermanos desventurados.
Llénanos del celo ardiente, luminoso, generoso que jamás encuentre dificultad alguna en servirlos. Te lo pedimos, oh Corazón de Jesús por la intercesión de aquel, cuyo corazón no latía ni actuaba más que por impulso del tuyo. Amen
PRIMER DÍA
«Cristo es la esperanza»
Signo: El logo del año jubilar: “Peregrinos de la esperanza”
Canción: San Vicente: peregrino de la esperanza.
Iluminación Bíblica: San Mateo 19, 23-30
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad les digo: el que es rico entrará muy difícilmente en el Reino de los Cielos. Les aseguro: es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los cielos». Los discípulos, al escucharlo, se quedaron asombrados. Dijeron: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» Fijando en ellos su mirada, Jesús les dijo: «Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible». Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. ¿Qué recibiremos?». Jesús contestó: «A ustedes que me han seguido, yo les digo: cuando todo comience nuevamente y el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, ustedes también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o propiedades por causa de mi Nombre, recibirá cien veces más y tendrá por herencia la vida eterna. Muchos que ahora son primeros serán últimos, y otros que ahora son últimos, serán primeros»
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
Los santos, padres, los santos quisieron atestiguar al cielo y a la tierra su perfecta confianza en el Señor mediante este apartamiento de las criaturas y de sus propias comodidades; para ello, abandonaron sus bienes, placeres, honores, su vida y sus almas. ¿Para qué? Para que él fuera su dueño, para que reinase absolutamente sobre ellos y dependiesen sólo de él en todas las cosas, en el tiempo y en la eternidad. ¡Qué gran abandono! ¡Qué gran confianza! Pero el santo de los santos, que les desbrozó el camino, ¿hasta dónde no llevó la práctica de estas cosas que acabo de deciros? (He de abreviar, que los minutos corren) Bien, el Hijo de Dios declara de sí mismo que no busca su gloria, sino la del Padre. Todo lo que hace y lo que dice es para glorificarle, sin reservar para sí más que la desnudez, el sufrimiento y la ignominia. Hermoso ejemplo, hermanos míos, por el que Jesucristo nos obliga mansamente a entrar en sus inclinaciones, afectos, prácticas y consejos. (XI A, pág. 440).
Reflexión:
Hoy iniciamos la novena en honor a San Vicente de Paúl y, como Iglesia, estamos a las puertas de celebrar un año jubilar convocado por el Papa Francisco bajo el lema «Peregrinos de la Esperanza». Esta celebración se entrelaza con el cuarto centenario de la Congregación de la Misión, un doble acontecimiento que refleja un sentimiento común: somos peregrinos y Cristo es nuestra esperanza.
El Evangelio sirve como nuestro modelo de conducta; Jesús nos ha invitado a renunciar a todo para abrazar los valores auténticos que dignifican y dan un sentido pleno a nuestra existencia. San Vicente de Paúl nos recuerda que la verdadera obra del Señor consiste en entregarnos completamente a Su providencia. Debemos permitir que Él sea el dueño de nuestras vidas, llenándonos con una esperanza renovadora que nos impulse a salir de nosotros mismos. Esto significa abandonar el egocentrismo, dejar de mirar en el espejo de la idolatría personal, y mirar hacia las ventanas del mundo, encontramos al Señor postrado y abandonado, privado de dignidad y sometido a la ignominia. Él espera nuestras manos y nuestra voz de aliento para recuperar la alegría y la frescura del Evangelio, capaz de transformar todas las cosas.
Preguntas:
¿Qué signos de esperanza vemos en los cristianos que están en medio de los sufrimientos del mundo?
¿Qué implicaciones tiene el abandonar nuestros propios apegos y llenarnos de Dios?
SEGUNDO DÍA
«El amor y la esperanza»
Signo: Un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús con la frase «sígueme, peregrino».
Canción: Himno del Corazón de San Vicente (nuevo)
Iluminación Bíblica: San Juan 21, 15-18
Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas». Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero». Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras. Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme».
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
También es este el tiempo de ejercitarse mucho en frecuentes y ardorosos actos de amor a nuestro querido Maestro; y estos hermosos actos de esperanza, tan agradables a su divina majestad, que acaba de hacer, tienen que dirigirse a ello. Pues, si él es tan magnífico, tan liberal y tan bueno como usted espera, ¿no es verdad que tiene muchos motivos para entusiasmarse y decir: «¡Dios de mi corazón! tu infinita bondad no me permite compartir con nadie mis afectos con mengua de tu amor ¡posee tú solo mi corazón y mi libertad! ¿Cómo podré querer a otro más que a ti? ¿quizás a mí mismo? ¡Ay! Tú me quieres infinitamente más que yo mismo; tú deseas infinitamente más mi bien y puedes hacérmelo mejor que yo mismo, que nada tengo y nada espero más que de ti. ¡Oh, mi único bien! ¡Oh, bondad infinita! (XI A pág. 64)
Reflexión:
La caridad es una manifestación exterior que brota del corazón del ser humano, y no surge por sí misma, sino como fruto de una profunda intimidad en la oración con el Señor. San Vicente de Paúl decía: “Dame un hombre de oración”. El mundo de hoy necesita más que nunca cristianos entregados a la profundidad del misterio, que sean místicos en la oración y contemplativos en la acción. Un verdadero discípulo de Jesús no puede amar sin antes haber experimentado un encuentro transformador con Dios. Vivimos en una sociedad agitada, dominada por el ruido, que rara vez se detiene. Pasamos de largo ante muchas realidades, ignorando el gozo de experimentar el paso de Dios por nuestra vida.
El amor no es un simple sentimiento ni un discurso sentimentalista; al contrario, es el motor que dinamiza las relaciones humanas. Es el sello con el que fuimos marcados el día de nuestro bautismo, cuando en el agua fuimos sumergidos por el amor del Hijo que nos ha redimido. Esta dimensión espiritual define nuestro camino de caridad; queremos amar lo que San Vicente amó, con la misma intensidad o incluso mayor.
Preguntas:
¿Cómo podemos dinamizar nuestras relaciones fraternas?
¿Qué necesita el cristiano, el misionero, el discípulo del Señor, para volver al amor primero?
¿Qué realidad expresa San Vicente frente al amor?
TERCER DÍA
«La felicidad y la esperanza»
Signo: El rostro de varios pobres sonrientes, la imagen de Jesús con la Virgen María.
Canción: Vicente de Paúl eres un hombre para hoy
Iluminación Bíblica: Filipenses 4, 4-13
Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros. Me alegré mucho en el Señor de que ya al fin hayan florecido vuestros buenos sentimientos para conmigo. Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos. No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta.
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
Fijaos por otra parte en la felicidad de las que no tienen ningún apego: siempre están contentas, no tienen miedo de nada y van siempre con la cabeza bien alta por el camino de la virtud; si encuentran alguna dificultad, no pierden los ánimos, puesto que confían en Dios y dicen: «Dios es mi todo; Dios es mi creador y toda mi esperanza; no permitirá que venga sobre mí un mal mayor del que puedo soportar». Esta es una gran felicidad para el alma que no tiene más apego que a Dios. (IX B, pág. 788).
Reflexión:
La alegría es uno de los signos exteriores que revela un corazón agradecido al Señor. El Papa Francisco ha insistido a lo largo de su ministerio en que los cristianos debemos mostrar al mundo la alegría del Evangelio y no llevar «caras de funeral».
Hoy en día, el mundo confunde constantemente la auténtica felicidad con una felicidad pasajera, basada en el consumo y el libertinaje. Muchas personas siguen estos patrones, vendiendo todo por instantes efímeros de alegría. Encuentran satisfacción en lo material, en lo que es transitorio, y se sienten plenas y realizadas cuando consiguen la casa de sus sueños, el coche perfecto, la familia ideal o el último modelo de celular. Sin embargo, aunque estos elementos son fundamentales en los proyectos de vida de muchas personas, no representan la felicidad que emana del Evangelio.
San Vicente nos recuerda que la verdadera felicidad no consiste en apegarnos a las cosas materiales, sino en tener a Dios como nuestro divino proveedor. En Él confiamos, sabiendo que jamás nos llevará por sendas oscuras o tortuosas que no podamos manejar. Debemos recuperar la alegría de los humildes y sencillos, empezar a despojarnos de tanta mundanidad y mantener la esperanza en el Señor, quien nos guía hacia una felicidad perpetua.
Preguntas:
¿Cómo puedo recuperar la esperanza en un mundo cargado de tristezas y enojos?
¿A qué me invita hoy San Vicente?
¿Qué relación encuentro entre la alegría y la esperanza?
CUARTO DÍA
«La esperanza en medio de la enfermedad»
Signo: Nombres de enfermedades y dolencias (se pueden incluir enfermedades espirituales: ansiedad, depresión, etc) y en el medio la Biblia y un cirio.
Canción: El Espíritu de Dios está sobre mí.
Iluminación Bíblica: San Mateo 8, 5-13
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un capitán de la guardia, suplicándole: Señor, mi muchacho está en cama, totalmente paralizado, y sufre terriblemente. Jesús le dijo: «Yo iré a sanarlo». El capitán contestó: «Señor, ¿quién soy yo para que entres en mi casa? Di no más una palabra y mi sirviente sanará. Pues yo, que no soy más que un capitán, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le digo a uno: Vete, él se va; y si le digo a otro: Ven, él viene; y si ordeno a mi sirviente: Haz tal cosa, él la hace». Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe». Yo se lo digo: vendrán muchos del oriente y del occidente para sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, mientras que los que debían entrar al reino serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el llorar y rechinar de dientes. Luego Jesús dijo al capitán: «Vete a casa, hágase todo como has creído». Y en ese mismo momento el muchacho quedó sano.
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
Hay que reconocer que el estado de enfermedad es un estado molesto, y casi insoportable para la naturaleza; sin embargo, es uno de los medios más poderosos de que Dios se sirve para que cumplamos con nuestro deber, para que nos despeguemos del afecto al pecado y para llenarnos de sus dones y de sus gracias. ¡Oh Salvador! ¡Tú, que tanto sufriste y que moriste para redimirnos y mostrarnos cómo este estado de dolor podía glorificar a Dios y servir a nuestra santificación, concédenos que podamos conocer el gran bien y el inmenso tesoro que está oculto en este estado de enfermedad! Por medio de él, hermanos míos, se purifica el alma y los que carecen de virtud tienen un medio eficaz para adquirirla. Es imposible encontrar un estado más adecuado para practicarla: en la enfermedad la fe se ejercita de forma maravillosa, la esperanza brilla con todo su esplendor, la resignación, el amor de Dios y todas las demás virtudes encuentran materia abundante para su ejercicio. Allí es donde se conoce lo que cada uno tiene y lo que es; la enfermedad es la sonda con la que podemos penetrar y medir con mayor seguridad hasta dónde llega la virtud de cada uno, si hay mucha, o poca, o ninguna. En ningún sitio se ve mejor cómo es uno que en la enfermería. Esa es la mejor prueba que tenemos para reconocer quién es el más virtuoso y quién no lo es tanto; esto nos hace ver qué importancia tiene que conozcamos bien la manera de portarnos debidamente en las enfermedades. (XI B, pág. 761)
Reflexión:
Cuando el panorama de la vida parece desalentador y sentimos que la esperanza se desvanece, San Vicente de Paúl nos invita a transformar el dolor y el sufrimiento humano en una oportunidad de santificación. Nos recuerda que, incluso en medio de la adversidad, podemos encontrar una fuente de crecimiento espiritual y un camino hacia una mayor unión con Dios. En este día, se nos exhorta a mirar nuestra propia enfermedad con una actitud de esperanza, permitiendo que el poder sanador de Dios actúe en nuestras vidas. Esta mirada no es una negación del dolor, sino una invitación a vivirlo con una nueva conciencia: la de nuestra fragilidad humana, que nos hace humildes y nos abre a la gracia divina. Pero, más allá de eso, nos lleva a desarrollar una compasión profunda y una empatía genuina hacia el sufrimiento de los demás. La esperanza, entonces, no nos permite quedarnos atrapados en el dolor físico o en el abatimiento que nubla nuestra mente. Al contrario, nos invita a levantar la mirada hacia el Crucificado, y a poner el corazón en el sepulcro vacío, símbolo de la victoria definitiva sobre el sufrimiento y la muerte.
Preguntas:
¿Cómo vivo la realidad de la enfermedad en mi propia vida y en la de los demás?
¿Qué acciones concretas me mueven a ser para los demás ese buen samaritano que sana las heridas del mundo?
QUINTO DÍA
«La Esperanza en medio de la guerra»
Signo: La paloma como símbolo de la paz y nombres o banderas de naciones en situaciones difíciles.
Canción: Por los caminos de Vicente
Iluminación Bíblica: San Mateo 24, 6-13
Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos. Todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento. «Entonces os entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre. Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente. Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos. Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
Yo mismo, aunque ya soy viejo y de edad, no dejo de tener dentro de mí esta disposición y estoy dispuesto incluso a marchar a las Indias (América) para ganar allí almas para Dios, aunque tenga que morir por el camino o en el barco. Pues ¿qué creéis que Dios pide de nosotros? ¿El cuerpo? ¡Ni mucho menos! ¿Qué es lo que pide entonces? Dios pide nuestra buena voluntad, una buena y verdadera disposición para abrazar todas las ocasiones de servirle, aunque sea con peligro de nuestra vida, de tener y avivar en nosotros ese deseo del martirio, que a veces le agrada a Dios lo mismo que si lo hubiéramos sufrido realmente. De hecho, vemos cómo la Iglesia tiene tan alto concepto de este deseo que considera como mártires a los que han sido desterrados por causa de su fe y han muerto en el destierro. ¡Oh, qué bien han aprendido esta lección del sufrimiento nuestros hermanos de Varsovia, los padres Desdames y Duperroy! Allí están, en medio de la guerra, de la peste y del hambre, y a pesar de todo tan firmes e inquebrantables. En las cartas que he recibido de ambos (pues me han escrito uno y otro), sólo veo una gran firmeza y una fuerza admirable en estos dos siervos de Dios. (XI A, pág. 282)
Reflexión:
El panorama del mundo actual nos carga de sentimientos de desesperanza. ¡Guerras por todos lados! Escuchamos rumores de conflictos todos los días, en lugares cercanos y también en aquellos distantes. La guerra es el síntoma de un mundo enfermo de odio y una triste ironía protagonizada por aquellos que, movidos por su ambición, arrastran a hombres y mujeres a la muerte. Sin embargo, frente a este panorama desalentador que nos muestra la violencia, el discípulo de Jesús permanece atento para atender a quienes resultan víctimas y, sobre todo, para mantener firme la esperanza de que Dios es el autor de la paz. Nunca nos será lícito justificar la muerte ni tomar partido en un conflicto. Las Sagradas Escrituras nos revelan constantemente el lugar de Dios en medio de la guerra. Él se coloca del lado de las víctimas y busca la redención de los malvados, para que reconozcan la humanidad que han perdido a causa del conflicto y regresen a los caminos de la justicia y la paz. San Vicente de Paúl fue un incansable trabajador por la paz; en repetidas ocasiones insistió al cardenal Richelieu que ayudara a traer paz a Francia y a sus pueblos vecinos. En una ocasión, enviado por el Papa, San Vicente pidió al cardenal que ayudara a las víctimas con el dinero enviado por el Pontífice. Richelieu respondió con ironía: “La guerra es una máquina que cuesta mucho mover”. Sin embargo, estas palabras desalentadoras nunca detuvieron a San Vicente en su esfuerzo por enfrentar la guerra y promover la paz.
Preguntas:
¿Cómo podemos ser constructores de paz en medio de nuestras comunidades?
¿De qué manera la esperanza nos habla en estos momentos de tensión mundial?
SEXTO DÍA
La Esperanza en medio de los pobres
Signo: Imagen de varios misioneros y misioneras en medio de los pobres, también se puede emplear un camino con varias velas y al final del camino la imagen de San Vicente de Paúl.
Canción: "Vicente de Paúl", Ixcís
Iluminación Bíblica: Lucas 4, 14-21
Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu, y su fama corrió por toda aquella región. Enseñaba en las sinagogas de los judíos y todos lo alababan. Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura, y le pasaron el libro del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Y empezó a decirles: «Hoy les llegan noticias de cómo se cumplen estas palabras proféticas».
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
La primera razón que tenemos para estar agradecidos a Dios por el estado en que nos ha puesto, por su misericordia, es que es ése el estado en que puso a su Hijo, que dice de sí mismo: Evangelizare pauperibus misit me. ¡Qué gran consuelo encontrarnos en este estado! ¡Cuánto hemos de agradecérselo a Dios! ¡Evangelizar a los pobres como nuestro Señor y de la misma manera que él lo hacía, utilizando las mismas armas, combatiendo las pasiones y los deseos de tener riquezas, placeres y honores! Es verdad que nuestro Señor no tenía estos defectos ni estas pasiones, pero practicó de forma admirable y eminente las virtudes contrarias a estos defectos, deseos y pasiones, a saber, la pobreza, la castidad y la obediencia. ¡Dios mío! ¡Hasta donde llevó él la práctica de estas virtudes! ¡Nacer pobre, vivir pobre y morir pobre! La pureza y la castidad fueron admirables en él. En cuanto a la obediencia, murió por ella. (XI B, pág. 639)
Reflexión:
Jesús nos invita en el Evangelio a vivir la auténtica pobreza, despojándonos de las seguridades que nos ofrecen los bienes materiales, que a menudo se convierten en objetos de nuestras esperanzas mundanas. El verdadero pobre sabe desprenderse constantemente de las ataduras que el mundo moderno impone, no solo a través del materialismo, sino también de las ideologías destructivas y el relativismo moral que acechan la conciencia de los fieles. Reconocernos como pobres es una actitud de humildad frente a Dios, reconociendo que Él es nuestra única y verdadera riqueza, de la cual proviene toda esperanza. Al renunciar a los valores del mundo, buscamos agradar al Padre misericordioso y entregarnos por completo a su servicio. Solo así podemos salvar al mundo de hoy del egoísmo, la indiferencia y la injusticia.
Siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl, quien encontró en la pobreza una de sus máximas y dedicó su vida al servicio de los pobres, debemos renovar nuestro compromiso con los más necesitados. San Vicente vivió en sintonía con la esperanza, y su vida nos inspira a seguir su ejemplo de entrega y dedicación a los demás.
Preguntas:
¿Cuál es la manera en que vivimos y entendemos la pobreza en nuestra comunidad o nuestra parroquia?
¿Qué quiere san Vicente enseñarnos con el modo de entender la pobreza a la luz del Evangelio?
SÉPTIMO DÍA
La Esperanza según el mundo
Signo: Una cadena y varios elementos que representen los vicios del mundo de hoy, en medio de esa cadena o en un lugar aparte La Palabra de Dios abierta.
Canción: In Persona Christi
Iluminación Bíblica: Proverbios 3, 1-8
Hijo mío, no te olvides de mis advertencias, que tu corazón sepa guardar mis mandamientos. Ellos prolongarán tus días, te darán la prosperidad, años de vida.
¡Que no te falten ni la bondad ni la fidelidad! Átalas a tu cuello, inscríbelas en las tablillas de tu corazón; así conseguirás benevolencia y estima tanto de Dios como de los hombres.
Confía en el Señor con todo el corazón, y no te fíes de tu propia sabiduría. En cualquiera cosa que hagas, tenlo presente: él aplanará tus caminos. No te creas el más sabio: ten el temor de Yahvé y mantente alejado del mal. Eso será un remedio para tu cuerpo, y allí encontrarás el vigor.
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
También hay que mortificar la esperanza, cuando nos mueve a esperar algunas ventajas de las criaturas. ¡Salvador mío! Poner la esperanza en las criaturas. Hijas mías, hay que tener mucha confianza en Dios; pero hay que desconfiar de toda esperanza que se apoye en las criaturas. Esto en lo que se refiere a las pasiones; veamos cómo hay que mortificar los sentidos exteriores. En primer lugar, hay que mortificar la vista, no mirando las cosas que pueden incitar a ofender a Dios. Y cuando nos gusta ver alguna cosa, aunque sea lícita, pero no necesaria, hay que decirle a los ojos: «No miréis eso». Yo tengo que dar gracias a Dios; pidámosle también a la Santísima Virgen que nos ayude a agradecerle el que haya puesto en vosotras tanta modestia. Seguid con esta práctica, hijas mías. Tengo que exponeros lo malo, pero también es preciso que os hable de lo bueno. Cuando me he encontrado con algunas de vosotras por la ciudad, siempre las he visto modestas, a unas más y a otras menos. Solamente ha habido dos que me han desedificado. Mirad, tengo que reconocer lo bueno, pero también creo que es mi obligación exponeros vuestras faltas. (IX B, pág. 970).
Reflexión:
Hoy en día, muchas personas ponen su confianza y esperanza en las cosas del mundo, dejándose llevar por pasiones desenfrenadas, doble moral, amor por las riquezas y el hedonismo predominante en la sociedad contemporánea. San Vicente de Paúl nos insta a no buscar estas esperanzas que nos alejan del Señor. Nos llama a volver a las prácticas ascéticas, no para castigar el cuerpo, sino para evitar caer en el desenfreno de los placeres mundanos, que nos sumergen en los abismos de la lujuria, la ambición y la falta de fe.
San Pablo nos recuerda que nuestros ojos deben estar fijos en el Señor y no dejarnos deslumbrar por los nuevos ídolos del mundo, que conducen a la humanidad por caminos inciertos. En estos caminos, se pierde el humanismo y la dignidad se relativiza, llevándonos a una pérdida de esperanza.
Preguntas:
¿Cómo podemos ir alejándonos de esas falsas esperanzas que el mundo nos ofrece?
¿Qué apegos tengo en mi vida personal que me impiden seguir libremente a Jesús?
OCTAVO DÍA
La esperanza en la Misión
Signo: Una sandalia, un bastón, la imagen de Jesús misionero, acompañado de los logos de la parroquia, de los grupos o movimientos que asisten a la novena.
Canción: Un amor ardiente a Jesucristo
Iluminación Bíblica: San Marcos 16, 15-19
Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
¡Quiera Dios, mis queridísimos padres y hermanos, que todos los que vengan a entrar en la compañía acudan con el pensamiento del martirio, con el deseo de sufrir en ella el martirio y de consagrarse por entero al servicio de Dios, tanto en los países lejanos como aquí, en cualquier lugar donde él quiera servirse de esta pobre y pequeña compañía! Sí, con el pensamiento del martirio. Deberíamos pedirle muchas veces a Dios esta gracia y esta disposición, de estar dispuestos a exponer nuestras vidas por su gloria y por la salvación del prójimo, todos los que aquí estamos, los hermanos, los estudiantes, los sacerdotes, en una palabra, toda la compañía. ¡Ay, padres! ¿Puede haber algo más razonable que dar nuestra vida por aquel que entregó tan libremente la suya por todos nosotros? Si nuestro Señor nos ama hasta el punto de morir por nosotros, ¿por qué no vamos a desear tener esa misma disposición por él, para morir efectivamente si se presenta la ocasión? Vemos cómo tantos papas fueron martirizados uno tras otro; se cuentan hasta treinta y cinco seguidos. No es extraño ver cómo algunos comerciantes, por obtener una pequeña ganancia, atraviesan los mares y se exponen a mil peligros. El domingo pasado hablaba con uno de ellos, que vino a verme, y me decía que le habían propuesto ir hasta las Indias y que se había decidido a ir, con la esperanza de obtener alguna ganancia. Le pregunté si había muchos peligros y me contestó que sí, que era muy peligroso, pero que conocía a cierta persona que había vuelto de allí, y que otra, a la verdad, se había quedado. Entonces me dije a mí mismo: si esa persona, por una pequeña ganancia, por traer alguna piedra preciosa, se expone a tantos peligros, ¿con cuánta más razón hemos de hacerlo nosotros para llevar esa piedra preciosa del evangelio? (XI A, pág. 259)
Reflexión:
Cristo, el enviado del Padre, representa el núcleo del apostolado de Jesús, quien se sintió llamado y enviado por Dios con el propósito de anunciar la inminente llegada del Reino de Dios entre los humildes y sencillos. San Vicente de Paúl comprendió esta misión y la extendió a quienes hoy en el mundo cumplen la tarea del Hijo de Dios. Nos recuerda que, mientras muchos arriesgan sus vidas por los negocios del mundo, con mayor razón los misioneros deben dedicarse a la búsqueda de la perla preciosa del Evangelio.
En 2025, la Iglesia iniciará un camino jubilar, y la Congregación de la Misión se prepara para celebrar su cuarto centenario, con el objetivo de continuar avanzando a lo largo de la historia. La cosecha sigue siendo abundante, pero los trabajadores parecen cada vez más escasos. Nuestra oración hoy se dirige al Padre celestial, pidiéndole que despierte en los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo una fe ardiente y un compromiso sincero para anunciar el Evangelio a toda criatura.
Preguntas:
¿Cómo vivo mi compromiso bautismal para anunciar a otros el Evangelio?
¿Me siento comprometido a predicar el Evangelio y qué obstáculos encuentro para no hacerlo adecuadamente?
NOVENO DÍA
La Esperanza en la vida eterna
Signo: Dos ángeles y un cirio, junto a una cruz con una tela blanca.
Canción: Virtudes Vicentinas
Iluminación Bíblica: 2 Corintios 4, 16.
Por eso no nos desanimamos; al contrario, aunque nuestro exterior está decayendo, el hombre interior se va renovando de día en día en nosotros. No se puede equiparar esas ligeras pruebas que pasan aprisa con el valor formidable de la gloria eterna que se nos está preparando. Nosotros, pues, no nos fijamos en lo que se ve; porque las cosas visibles duran un momento, pero las invisibles son para siempre.
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
Hijas mías, se trata por consiguiente de la confianza en la Providencia de Dios. Para explicaros esto, es preciso que sepáis, mis queridas hermanas, que hay dos cosas distintas: la confianza y la esperanza. La esperanza hijas mías, produce la confianza; es una virtud teologal por la que esperamos que Dios nos dará las gracias que se necesitan para llegar a la vida eterna. Y fijaos bien, esta virtud de la esperanza tiene que estar llena de fe creyendo sin vacilar que Dios nos concederá la gracia de llegar al cielo, con tal que nos sirvamos de los medios que él nos da. Y tenemos que creerlo así, que Dios quiere concedernos todas las gracias necesarias para salvarnos. De forma que una persona que no creyera que Dios piensa salvarnos por los caminos que su Providencia sabe que son los más adecuados para nosotros, ofendería a Dios. Si no nos mantenemos fuertemente en la esperanza y no creemos que Dios piensa en nuestra salvación, caemos en una desconfianza que le desagrada. Por tanto, la esperanza consiste en esperar de la bondad de Dios que cumplirá las promesas que nos ha hecho. (IX B, pág. 1050)
Reflexión:
Al concluir la novena, resuenan las palabras del apóstol Pablo: “Vana sería nuestra fe si Cristo no hubiera resucitado.” Nuestra esperanza está puesta en Cristo Resucitado, quien ha restaurado la armonía con el Padre y nos ha rescatado de la muerte.
San Vicente de Paúl nos invita a sintonizar con la confianza y la esperanza, a esperar en Dios que nos otorga la gracia para superar las pruebas y caminar en busca de la santidad. La vida no tendría sentido si no estuviéramos esperando la vida eterna. El Papa, al convocar el Año Jubilar de la Esperanza, nos ha llamado “peregrinos” porque debemos reconocer que somos caminantes hacia la patria celestial. Nuestro paso por el mundo es fugaz, breve, pero crucial para nuestro encuentro con la eternidad.
Al finalizar la novena de San Vicente, debemos sentirnos renovados con una esperanza que nos fortalezca en el llamado diario que Dios Padre nos hace. Él espera de nosotros una respuesta de misericordia frente al sufrimiento del mundo, que respondamos con generosidad, sin encerrarnos en nuestro egoísmo. Debemos presentar al mundo la novedad del Evangelio, evitando las ideologías perversas que predominan hoy, y promoviendo los valores del Evangelio en una sociedad que cada vez se siente más sola y necesitada de Cristo, nuestra esperanza.
Preguntas:
¿Qué enseñanzas nos deja la novena de este año?
¿Creemos en la vida eterna o nos hemos dejado engañar por los discursos superficiales de los mal llamados influencer de hoy?
¿Renuevo constantemente mi fe en Cristo resurrección y vida?