El significado de las flores es un tema extenso, curioso, pero, sobre todo, de gran riqueza. Conocer el significado de cada flor es esencial si se desea transmitir un mensaje a través de esta maravilla de la naturaleza. Las flores acompañan todos los aspectos más destacados de nuestra vida. Con sus colores, sus formas y sus perfumes están presentes en cada evento especial, un nacimiento, una boda, un cumpleaños, un grado, un aniversario, hasta la despedida final. Son una fuente de alegría, belleza y serenidad.
La ROSA es la flor mariana por excelencia, capaz de guardar secretos, si es blanca y sin espinas nos indica que María no estuvo tocada por el pecado, si es roja nos muestra su amor por responder al querer del Padre y su dolor ante el sufrimiento y muerte de su Hijo; la AZUCENA representa la pureza y se asocia con figuras como San José, San Gabriel Arcangel…; la VIOLETA, tiene múltiples variedades entre ellas está la silvestre, poco tenida en cuenta en los jardines, sus flores no son vistosas, es necesario mover el follaje para encontrarla oculta, pero por más que se oculte se delata por la fragancia de su aroma, representándonos una de las virtudes más escasas como apreciada en el seguimiento de Cristo: la humildad.
Meditando en la santidad de nuestra familia, hallamos en nuestro jardín una gama de variadas y coloridas flores, por ejemplo, la AZUCENA junto a Santa Catalina Labouré o la Beata Lindalva Justo de Oliveira. Y en la reflexión que hacemos hoy, meditemos en la BEATA MARTA WIECKA, una entre las múltiples VIOLETAS que han perfumado a la Iglesia y a nuestra familia en estos casi cuatro siglos de historia. Ella sigue exhalando la fragancia del Señor en este mundo en que vivimos. Hoy cuando el mundo mira a UCRANIA, ella es un referente, y una luz brillante ante el caos y dolor que se vive en esta porción del mundo. Ella, después de más de 100 años de su pascua, sigue perfumando el mundo de los pobres en estas tierras ucranianas, donde ella vivió su corta como fecunda vida.
Meditemos en algunas facetas de su vida, que serán una luz y una fuerza para quienes estamos en el servicio del Señor y de los pobres.
1. La realización de su vocación:
Teniendo claridad acerca del llamado del Señor para ser Hija de la Caridad, al no poder ingresar en Chelmno, viajó a Cracovia, y allí bebió en las genuinas fuentes de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, formándose para el servicio del Señor y de los pobres. Y luego de terminar el Seminario, la obediencia la llevó a Lvov, Podhajce, Bochnia, y finalmente a Sniatyn hoy territorio de Ucrania. Allí, era solícita en la enfermería, pero su misión no se limitaba solo a esta tarea, socorría y servía con fervor a todos los necesitados con la oración, el consejo y la dirección espiritual…
Así pasaron sus cortos como fecundos años de servicio a los pobres, lejos de su familia, de sus amistades y de su patria. Fue una planta fecunda que floreció donde la voluntad de Dios la llevó y por todas partes, con su suave aroma de santidad, ayudó a los pobres y enfermos a llevar la cruz de su sufrimiento, y enfrentar la vida con alegre esperanza.
2. La fidelidad en medio de las luchas:
No todo su peregrinar vocacional fue de luz, pues pronto fue probada con la calumnia, llegándose a difamar de su integridad moral. A pesar de sufrir la persecución, soportaba esta calumnia en silencio abandonándose en manos de Dios, quien finalmente hizo brillar la rectitud y santidad de Sor Marta.
La preparación para seguir al Señor como Hija de la Caridad fue de gran solidez, pues bien comprendió que una verdadera vocación no está exenta del sufrimiento y de los sinsabores de la cotidianidad de la entrega a Dios. El seguimiento del Señor llega con la entrada victoriosa en Jerusalén, pasando por la ignominia de la cruz, para poder llegar a la mañana victoriosa de la Pascua. Es muy posible, que en su oración diaria leyera y meditara la Palabra del Señor, tomara, saboreara e interiorizara este texto del Eclesiástico 2,1: «Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba”. Una hermana pusilánime y cobarde no hubiera soportado tan difícil prueba.
3. Su fidelidad hasta el heroísmo:
Laborando en el hospital de Sniatyn, consciente del peligro que esto conllevaba, se ofreció a sustituir a un empleado del hospital, en la desinfección de una habitación dónde había muerto una enferma de tifus. Y lo hizo, para que no se contagiase el trabajador que debía hacerlo, cuyo oficio constituía el sustento de su mujer e hijo. Naturalmente, se contagió y murió serena y confiada en las manos de Dios Padre, el 30 de mayo de 1904.
En sor Marta dejaron de ser románticas las palabras de Nuestro Señor: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno entregue su vida por sus amigos.”Jn. 15,13. Así pues, bien asimiló el sentido de su vida y misión de Hija de la Caridad, del que sabiamente hablaba San Pablo: “…muy gustosamente me gastaré y desgastaré por sus almas” 2 Cor.12,15.
4. El perfume de santidad que se sigue exhalando hoy:
Cuánto dolor y soledad sintieron ante su muerte, no sólo los católicos, sino los ortodoxos, los judíos, y en fin los pobres a quienes ella amó y sirvió. Su memoria no se esfumó con el marchitar de las flores de su tumba, pues en continua peregrinación, unos y otros, no dejaron de seguir amándola, recordándola y suplicándole bendiciones para sus necesidades.
Pero un día llegó el Comunismo, y con la persecución a la Iglesia, las Hijas de la Caridad debieron con dolor y lágrimas abandonar a los pobres, pero allí quedó como centinela, cuidando a los pobres “la Madre” sor Marta, cuya memoria pasó de una a otra generación. Pero un día, cayeron las cadenas del ateísmo, y la Iglesia salió de las catacumbas, y con ellas regresaron las Hijas de la Caridad, teniendo la alegría de encontrar cómo sor Marta seguía cuidando a los pobres, como lo había hecho 100 años antes del final de su peregrinación terrena.
En este 2022, “… sigue actuando el misterio de la iniquidad” 2 Tes. 2,7, y cuán evidente se manifiesta en estas tierras ucranianas, regadas con el sufrimiento y las luchas de sor Marta. Pero qué consolador el palpar que tanto las Hijas de la Caridad, la Congregación de la Misión y diversas ramas de nuestra familia Vicentina, están al pie del cañón, sufriendo con los pobres, siendo palabra, pan y compañía para los pobres. Naturalmente nuestra Familia, no ha dejado solos a nuestros hermanos, sino que atenta busca los diversos medios, para ayudar a hacer más llevadero el sufrimiento y martirio de todo un pueblo, donde como siempre, los que más sufren son los pobres. La Beata Marta en primera fila y detrás de ella nuestros misioneros y hermanas, acuden con premura a sanar las llagas de los nuevos cristos sangrantes de este tiempo tan doloroso. Y sintiéndonos corresponsables al llamado de nuestra familia, no dejemos de elevar súplicas al Señor con esta sentida oración para que pronto llegue una paz estable:
Oración de la Familia Vicentina por la paz en Ucrania
Dios y Señor nuestro, tú llamaste
a la Beata sor Marta Wiecka
a la Compañía de las Hijas de la Caridad
para seguir a tu Hijo
y servirle en los pobres y los enfermos.
Dócil a tu llamada, recorrió el camino de la
vocación vicentina,
dedicándose enteramente al servicio
hasta el punto de dar su vida por su prójimo.
Te damos gracias por todo
lo que has obrado en la vida de tu sierva.
Señor, por su intercesión te pedimos
que nos muestres
el poder de tu amor
y que nos concedas la gracia
DE QUE LA GUERRA PARE Y LA PAZ PREVALEZCA EN UCRANIA.
Te lo pedimos
con humildad y confianza,
si es conforme a Tu voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
¡Oh, María, concebida sin pecado,
rogad por nosotros que recurrimos a vos!
Y como nos amonesta san Pablo en 2 Corintios 2:15, seamos nosotros hoy, como lo fue sor Marta “el buen olor de Cristo…” perfumando nuestro mundo sufriente.