La Pasión de Cristo revelada a una hija de la Caridad

La Pasión de Cristo revelada a una hija de la Caridad

INRODUCCION.

A través de la larga vida de Sor Apolina, Dios se complace en mostrarnos que, para ser agradable a sus ojos, no es necesario hacer acciones extraordinarias ni entregarse a austeridades extremas. Ni Beatificada, ni Canonizada, esa modesta Hija de la Caridad a quien Cristo confió la misión de propagar el Escapulario de la Pasión, alegre y afable, no se distinguió más que por su ardiente devoción a la Eucaristía, su atractivo por la virtud de la humildad y su entrega a los pobres, en ella vemos su devoción filial a los dos grandes Santos de la Caridad Vicente de Paul y Luisa de Marillac. Ese es el instrumento del que la Providencia se sirvió, hace cerca de dos siglos, para reanimar en las almas el amor a Jesucristo a través de la meditación de la Pasión, “Mírame sobre la Cruz y verás si es preciso amarme”, dijo el Señor a Sor Apolina; así lo escribió ella el 10 de agosto de 1847 al Padre Juan Bautista Etienne Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, en una de las 50 cartas de su correspondencia en donde revela el secreto de su intimidad con Cristo sufriente.
El Escapulario de la Pasión presenta, con el lenguaje de las dos imágenes y la invocación que lo acompaña, un mensaje espiritual que, quince años más tarde, se convirtió en la creación providencial en el seno de la Familia Vicentina, de una Asociación nueva, la Cofradía de la santa agonía de Nuestro Señor Jesucristo, encargada, como lo hace hoy, de difundir el Escapulario de la Pasión y llevar a los fieles a orar por el Santo Padre y por la Iglesia, en unión con Jesús en el huerto de los Olivos. Ese escapulario utilizado para los enfermos fue el origen de numerosos milagros. Sor Apolina quedó impresionada ante los conmovedores reproches que Cristo en la Cruz le hizo entender sobre el olvido en el que se vive el gran Misterio de la Redención; meditando continuamente sobre la Pasión, cumplió su misión para que todo cristiano llegara a aprovecharse de ese tesoro. “Es por la Cruz como Nuestro Señor ha salvado al mundo, es por la Cruz como quiere regenerarlo, escribía ella en 1848. En esta sociedad que vive una suerte de eclipse del sentido de Dios, conducir al encuentro con Jesús, es una urgencia; la experiencia espiritual de Sor Apolina es un camino también para nosotros.

1. LA MISIÓN DE SOR APOLINA.

“La Cruz de Nuestro Señor es el cielo, me seduce y me atrae, me es imposible no hablar de Él”. La devoción por la pasión de Cristo, que Sor Apolina expresa con estas sencillas palabras, estuvo seguramente alimentada por la contemplación durante su infancia; en la Iglesia había una estatua del Ecce Hommo, un Cristo del siglo XVI cuya expresión dolorosa tenía un efecto impresionante. Apolina fue bautizada en la Iglesia de San Pourcain el 7 de mayo de 1810. Su devoción Mariana tuvo también sus raíces en su infancia, su madre la llevaba a las peregrinaciones de Nuestra Señora del Puerto en Clermont Ferrand. En recuerdo de esas peregrinaciones ella conservaba una pequeña estatua de la Virgen y en sus últimos años recordaba esas visitas que fueron la fuente de su devoción Mariana. En 1820 la familia Andriveau se trasladó a París, su padre que era notario fue llamado al Ministerio de asuntos extranjeros.

Apolina recibió una excelente educación, aprendió con facilidad varias lenguas y cultivó la música y la pintura, pero tuvo la pena de perder a su madre y entonces fue llevada interna al convento de Santa Elizabeth asistido por la familia franciscana, fuertemente ligada a los lugares santos de Jerusalén. Terminados sus estudios regresó a su familia. ¿Cómo el llamado de Dios se hizo sentir en Apolina? ¿Cómo fue que se dirigió a la Compañía de las Hijas de la Caridad? ¿Cómo Dios la desprendió de su familia y de su pasión por el estudio? Todo eso es un secreto que ella nunca reveló. Ella misma se asombraba de haber abrasado un género de vida opuesto a sus gustos. ”No comprendo-decía- porqué entré en la Compañía de San Vicente para consagrarme al servicio de los pobres; yo, que en mi juventud solo soñaba con la literatura, las artes y la ciencia, con semejantes disposiciones ¿cómo fue que el Señor se dirigió a mí por medio de comunicaciones sobrenaturales?

En 1833 Apolina dijo adiós al mundo, tenía 23 años. Hizo su postulantado en el hospicio de Jaharre dirigido por las Hijas d la Caridad, luego el 15 de octubre de 1833 fue admitida en el Seminario en la calle del Bac en París en la Casa Madre donde se había construido una Capilla dedicada al Sagrado Corazón de Jesús. Al llegar allí seguramente oyó hablar de la Medalla Milagrosa fuente de tantos prodigios durante la epidemia del cólera que azotó a Francia en 1832. Las apariciones de la Santísima Virgen y el origen de la Medalla empezaban a difundirse, pero la Hija de la Caridad que había recibido ese beneficio en 1830 permanecía oculta; solo unos días antes de su muerte el 31 de diciembre de 1876 Sor Catalina reveló a su Superiora que era la vidente de la Virgen.

Sor Apolina tenía también el eco de otra Hija de la Caridad Sor Rosalía Rendu, el ángel del barrio Mouffetard, en el que animaba varias obras de caridad en bien de esa población que estaba en la miseria, víctima del liberalismo triunfante y de la industrialización, allí había organizado farmacia, escuela, orfanato, sala cuna, atención a los obreros y a los ancianos etc. En cuanto a Sor Apolina como novicia que era pasó inadvertida ante sus compañeras que sin embargo admiraban su igualdad de humor y su modestia.

Después de la toma de hábito fue envida a Troyes a la casa de Caridad San Juan donde permaneció 38 años. La encargaron primero de una clase donde ejerció un gran ascendiente entre sus alumnos; después les confiaron el servicio a los pobres; era estimada por todos, pero nada llamaba la atención en ella. Una de sus compañeras dio este testimonio: “Lo que me llamaba la atención en Sor Apolina era su profundo recogimiento, se sentía que vivía en la presencia de Dios; de las dos a las tres de la tarde sobre todo, su actitud era todavía más profunda, me parecía que esta compañera no estaba en este mundo, que vivía allí donde estaba su tesoro, íntimamente unida a su Esposo a quien contemplaba en sus sufrimientos.” A este testimonio se añade el del Capellán de la casa de Troyes: “Dios y los pobres eran la pasión de su vida, ella había bebido este amor incomparable de Dios y de los pobres en su ardiente devoción a Jesús-Hostia, el tabernáculo y el crucifijo eran el objeto de todos sus pensamientos, su actitud frente a ellos era la más elocuente de las predicaciones”.
A partir del año 1845 Sor Apolina recibió de Nuestro Señor comunicaciones íntimas, que en principio la atemorizaban porque pensaba que podía ser víctima de ilusiones. En 1846 fue llamada por el Señor a cumplir una misión que fue para ella fuente de gracias pero también de pruebas; entonces se confió al Padre Rousseau lazarista, quien le pidió que pusiera todo por escrito para el Padre Juan Bautista Etienne, Superior General. De esta correspondencia (1846- 1857) hay 50 cartas y un pequeño billete en los que cuenta la primera visión del Escapulario.

El 26 de julio de 1846 octava de la fiesta de San Vicente, que se celebraba en esa época, Sor Apolina fue honrada de una aparición de Nuestro Señor. Ella dijo: “Estando en la Capilla la tarde de la octava de nuestro Bienaventurado Padre, yo vi, o creo haber visto a Nuestro Señor vestido de una larga túnica roja y de un manto azul. Oh amor de Jesucristo, cómo llenaste mi corazón. Su rostro no estaba fatigado por los dolores del pretorio como lo había visto unos días antes durante la santa Misa; tenía en su mano derecha un escapulario escarlata con la cruz y los instrumentos de la pasión ,alrededor del Crucifijo se leía: Santa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo protégenos. Al otro lado estaba la imagen de los santos corazones de Jesús y de María, el uno rodeado de espinas y el otro atravesado por una lanza, entre los dos había una cruz y la invocación:”Sagrados corazones de Jesús y de María, sálvanos.”

Esa aparición de Nuestro Señor con el escapulario en la mano se repitió varias veces. El 14 de septiembre de 1846 en la fiesta de la Santa Cruz, el Señor le dijo estas consoladoras palabras: “Los que lleven este escapulario recibirán todos los viernes un aumento de fe, de esperanza y de caridad.” Esto explica la devoción de Sor Apolina a la fiesta de la Santa Cruz. A partir de ese momento Sor Apolina permaneció en íntima comunicación con el Señor y casi siempre fueron las tres escenas de la pasión las que le mostraba: el jardín de los Olivos, el Pretorio y el Calvario. Ella veía, entendía y seguía todos los detalles y en esa forma asistía en espíritu a la agonía, a la flagelación y a la crucifixión. “Mírame sobre la cruz- me decía Nuestro Señor- y ve si es preciso amarme.” En retorno de este amor, ella recibió de Cristo testimonio de un amor inefable, el Sagrado Corazón le hizo sentir los ardores de los cuales estaba abrasado y llegó hasta decirle:” Eres tú quien debe consolarme ante los dolores de mi pasión.”

Vivía absorta ante el pensamiento de los sufrimientos de Jesucristo, lo pensaba de día y de noche. Nuestro bien amado Maestro quiere que yo piense en sus dolores; ese era el sujeto de su meditación; por eso tenía que hacer esfuerzos para prestarse a alguna conversación y entregarse a sus quehaceres ordinarios; sin dejar aparecer sus sentimientos Sor Apolina vio a Jesús y a María estrechamente unidos en sus misterios dolorosos, en un escrito dice: ” Un domingo en la tarde hacía el Viacrucis, en la décima tercera estación me pareció que la Santísima Virgen ponía en mis brazos el cuerpo sagrado de Jesús diciéndome: “El mundo se pierde, porque no piensa en la Pasión de Jesucristo, haz todo lo posible para que piensen en ella, para que el mundo se salve”.

Un domingo de la Santísima Trinidad Sor Apolina tuvo una nueva visión, la de la misericordia infinita del Hijo de Dios. “El domingo de la Santísima Trinidad Nuestro Señor me hizo ver durante la oración un río de extrema limpidez, una multitud de personas estaba allí y todos los que se metían en él se volvían brillantes de una irradiación extraordinaria, de sus manos se desprendían trozos de diamantes y de oro, en cambio los que huían se llenaban de un vapor negro que los hacía desagradables. Yo le pedí la explicación de todo eso y me dijo que ese río representaba su misericordia siempre dispuesta a recibir al pecador arrepentido.

Sor Apolina comprendió muy bien que ella debía hacer conocer ese escapulario. Y por eso repetía :”Nuestro Salvador quiere que lo llevemos y nos revistamos de él y de amor por sus sufrimientos”; a la objeción que se le hacía haciéndole ver que habría dificultades para hacerlo autorizar ella respondía siempre: “Nuestro Señor desea que se establezca el Escapulario de la Pasión, yo no dudo que El sabrá resolver todas las dificultades que, ordinariamente surgen ante devociones nuevas; me siento feliz al pensar que será una de las riquezas de la Congregación de la Misión. Un año después de la primera visión, el 25 de junio de 1847, gracias a la intervención del Padre Etienne, el Papa Pío IX aprobó el Escapulario de la Pasión.

2. EL ESCAPULARIO DE LA PASIÓN.

El escapulario, objeto de la piedad tradicional en la Iglesia es como la simplificación del hábito religiosos de los Hermanos del Carmelo; era una banda de tela que cubría las espaldas (de ahí su nombre del latín escápula que significa espalda) se llevaba sobre una túnica que descendía hasta los pies. Hoy el escapulario está compuesto de dos pequeños rectángulos de lana roja unidos entre ellos por dos cordones también rojos. Al principio lo llevaban colgado sobre el pecho y la espalda pero era una manera muy frágil, ahora se aconseja llevarlo sobre sí, sea en el bolsillo o en otro lugar, con el fin de entretener en nuestro corazón los sentimientos de Cristo durante su pasión. Es llamado el Escapulario rojo, esa insistencia sobre el color nos recuerda que fue por la sangre de Cristo como fuimos rescatados. La primera fase del escapulario que muestra a Cristo crucificado y los instrumentos de la pasión es para que no olvidemos que nuestra salvación le costó cara a Jesús: “Mi vida nadie la toma, soy Yo quien la entrega”.

Sor Apolina describe así una de las visiones en una carta al Padre Etienne:” Yo pensaba en una de esas sangrantes escenas que precedieron a la muerte de Nuestro Divino Salvador, ¡Oh el Señor presentado al pueblo para impresionarlo por el espectáculo de sus llagas y de sus humillaciones, es algo imposible de describir! El Juez romano hizo llevar al Divino Maestro cubierto con un manto de púrpura sobre sus espaldas sangrientas, de su cabeza se desprendían gotas de sangre, apenas podía sostenerse, de sus brazos y su piernas a causa de los azotes brotaba sangre, su mirada siempre con la misma ternura, que dice mejor que Pilatos:” He aquí el hombre que se encarga de expiar los crímenes del mundo”. Todo esto a fin de que la multitud se deleitara a la vista de esa pretendida Majestad.

En el escapulario, alrededor del Crucifijo está inscrita la oración:” Santa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo sálvanos”; están también los instrumentos dolorosos de la Pasión: el martillo, las tenazas, la corona de espinas, el látigo, la túnica, la lanza del costado, la esponja del vinagre; la traición de Pedro está simbolizada por el gallo .Estos diversos objetos que fueron mostrados a Sor Apolina son para hacernos comprender mejor la Pasión del Señor. La Providencia ha querido que algunos de esos objetos fueran conservados para la veneración de los cristianos. La cruz la más santa de las reliquias, después de haber estado oculta en tierra santa durante tres siglos, fue encontrada en el año 326 por Santa Elena la Madre del Emperador Constantino, ella destinó una parte de la cruz para la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén; otros muchos fragmentos de la cruz han sido distribuidos a otros lugares, la Archicofradía de la Santa Agonía, cada primer viernes de mes, venera un Crucifijo, en la Capilla de San Vicente de Paul, que contiene una reliquia de la Santa Cruz obsequiada al Padre Etienne con ocasión de su viaje a Constantinopla. De la corona de espina no queda sino el junco y algunas espinas, se conserva en París, el Rey la recibió e hizo construir la Santa Capilla para recibirla, se la presenta en la Catedral de Nuestra Señora cada viernes a las tres de la tarde. La lanza que traspasó el costado de Cristo se encontró en Antioquía y se conserva en la Iglesia de San Pedro en Roma. La esponja que presentaron con vinagre a Jesús, está en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma. El velo de la Verónica con el rostro de Cristo está en la Basílica del Vaticano. El sudario en el que fue envuelto su cuerpo está en Turín en la catedral San Juan, sobre él se han hecho numerosos estudios que confirman su autenticidad. Durante mucho tiempo se creyó tener la túnica de Cristo, esa túnica de una sola pieza fue descubierta a fines del siglo VI y conservada en Constantinopla. Carlomagno la recibió en el momento de su consagración como Emperador en prueba de amistad de la Emperatriz Irene; hay también otra que fue enviada por Santa Elena a la catedral de Treves, pero no hay documentos que prueben la autenticidad de estas dos reliquias.

La segunda fase del Escapulario tiene las imágenes de Jesús y de María, el corazón de Jesús rodeado de espinas y el de María atravesado por la lanza, nos hablan de lo que fueron los sufrimientos de Jesús y su Madre, mientras que las llamas que se elevan del corazón simbolizan su amor; la cruz que se levanta entre los dos corazones los reúnen en un común sufrimiento, en un mismo amor. La invocación Sagrados corazones de Jesús y de María protégenos, nos invita a dejarnos habitar por el amor de Jesús Crucificado y por la Madre de los Dolores. En efecto, Jesús salvó al mundo por su pasión y María cooperó a la obra de la redención, en ella se cumplió la Profecía del anciano Simeón. El dolor de María fue mostrado a Sor Apolina especialmente en el Pretorio cuando asistió al juicio inicuo de Pilatos. En el informe al Padre Etienne le dice:”Oh mi Muy Honorable Padre, desde lo alto de la galería nuestro Divino Salvador vio a su madre entre la multitud y cerró sus ojos”. Esta escena vista por Sor Apolina está representada en un vitral de la Capilla de la pasión erigida en 1853 a la entrada de la Capilla San Vicente en memoria del escapulario de la pasión.

3. UN MENSAJE ESPIRITUAL PARA HOY.

Al mostrarle EL ESCAPULARIO DE LA PASIÓN a Sor Apolina y al confiarle la misión de propagarlo, Jesucristo ha querido que nos acordemos de su caridad infinita y que vivamos un profundo reconocimiento a su amor. Para los fieles llevar este escapulario es llevar un signo exterior de su relación filial a Dios Padre, con Cristo nuestro hermano y María nuestra Madre, todo esto explica porque debe ser impuesto con una fórmula de bendición propia. Llevar el escapulario es revestirse de Cristo como lo dice San Pablo; esta proximidad con Cristo compromete a llevar una vida verdaderamente cristiana y a recurrir todos los días a la intercesión de María Madre de los Dolores. Los fieles que lo llevan expresan así que aceptan vivir con Cristo en una relación marcada por tres actitudes: la contemplación del Misterio de la Pasión, el reconocimiento y la gratitud por sus sufrimientos y su amor y confianza en Dios Padre. Toda la vida cristiana debe ser una conversación permanente con el Divino Maestro, estas palabras de Sor Apolina resumen en cierta manera el mensaje del Escapulario.
En uno de sus escritos dice: ”Un día en la oración Nuestro Señor me hizo comprender que la contemplación profunda de un alma que lo ama, le es más agradable que la adoración de los ángeles, el homenaje sincero del corazón del hombre que lo ama, es lo que hay de más precioso a su Divino Corazón.” Un velo del hermano Francisco Carbonnier colocado en un retablo de la Capilla de la pasión, muestra a Sor Apolina llorando al pie de la Cruz donde muere Jesús despreciado por los suyos. Algunos años más tarde un apóstol de la Eucaristía el Padre Neymar fundador del Instituto del Santo Sacramento, expresó así la misión de adoración: “Nuestro deber de adoración, es llorando al pie de Jesús, despreciado por los suyos, crucificado en tantos corazones, abandonado en tantos lugares, hay que consolar el corazón de este tierno Padre a quien el demonio ha robado a sus hijos; todos los adoradores tienen la misión de María al pie de la cruz”.

La oración de Sor Apolina estaba centrada en Jesucristo. “Jesucristo es mi oración, me abandono entre sus brazos y es con su corazón como le amo, porque el mío no sabe amar”. Es Cristo en su pasión el que retiene su mirada, “Los sufrimientos y el amor de Jesucristo es lo que me ata, es por eso que quisiera estar sola para pensar en El. “Cuántos tesoros en esta misericordia del Divino Jesús que muere para salvarnos; su santa muerte es mi grande devoción, hay momentos cuando pienso en que el cristiano es otro Cristo y empiezo a comprenderlo, es como si se grabaran en mi sus heridas.”

Después de las visiones sobre la Pasión de Cristo Sor Apolina recorrió un buen camino de santidad: “Quisiera convertirme y aunque no siento las inclinaciones que tenía en el mundo, estoy bien lejos de ser lo que debería ser después de tantos beneficios del Buen Jesús; con humildad me pongo en la escuela de Cristo. La oración es mi fuerza, sin ella estaría desolada, yo encuentro mi fuerza en esa sangre que surge durante la Santa Misa como en el Calvario. Me parece ver a Nuestro Señor en la elevación como cuando estaba en la tierra” Un día Jesús le dijo: “Mi tabernáculo es tu corazón”. Amar a Cristo y tener confianza en Él y en su misericordia era todo para Sor Apolina, Jesús era el amigo, el confidente único de sus penas. El Escapulario orienta también la piedad de los fieles hacia otras ocasiones favorables para reanimar la fe, como la misa del viernes, las fiestas de semana santa, la fiesta de la Santa Cruz y la de la Virgen de los Dolores.

4. LA COFRADÍA DE LA SANTA AGONÍA.

Sor Apolina en sus meditaciones sobre la pasión contemplaba a Jesús en el jardín de los Olivos. “En mi oración pedí a Nuestro Señor me ayudara a comprender los sentimientos que animaban su corazón en el Jardín de los Olivos, se hizo a mi alrededor como un noche profunda en medio de la cuales vi los vestidos del Señor y sobre todo su rostro luminoso que resplandecía sobre el paisaje, la figura de Nuestro Señor era admirable en su bondad y resignación; la impresión que sentí me hizo pensar que la humanidad Santa de Nuestro Señor sufría por los terrores de una muerte violenta, por el abandono de sus Apóstoles y la ingratitud de los hombres.” Los sufrimientos de Cristo en Getsemaní Sor Apolina los veía prolongados en las pruebas del Santo Padre por el cual sentía un filial afecto. En esa época el Papa Pío IX estaba amenazado a causa del proceso de unificación de la península italiana. En uno de sus escritos dice: “Vi a Nuestro Señor extendiendo sus manos y diciendo: Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.

La riqueza de la espiritualidad del escapulario de la Pasión, esclarecida y completada por los relatos de Sor Apolina tenía necesidad de ser conocida y extendida en el mundo cristiano, El Padre Nicolás , lazarista, rector del Santuario Mariano de Valfleury fue el instrumento para llevarlo a cabo, una vez más la Providencia se valió de la familia de San Vicente. Entonces se unieron dos obras: El escapulario de la Pasión y la Cofradía de la Agonía de Nuestro Señor. El Padre Nicolás fue nombrado Superior en 1856, amaba también filialmente al Santo Padre y quiso llevar a los files a orar por él; al día siguiente de la coronación de la Virgen negra, el 31 de mayo de 1860 lanzó una obra nueva, la Cofradía de la Santa Agonía de Nuestro Señor. Ese proyecto fue apoyado por el Padre Etienne que vio el lazo que existía entre esa Cofradía y el Escapulario de la Pasión revelado a Sor Apolina. Pasaron dos años al cabo de los cuales por un Breve del 14 de marzo de 1862 la Cofradía fue aprobada por el Papa Pío IX. Esta Cofradía se extendió rápidamente por medio de los Lazaristas y las Hijas de la Caridad, por el Cardenal Bonald y el Padre Etienne. Por un Breve del 3 de octubre de 1873 la sede de la Archicofradía se pasó de Valfleury a París a la casa Madre de la Congregación de la Misión.

5. GRACIAS DE LA MEDALLA DE LA SANTA AGONIA.

La nueva Cofradía tuvo la gracia de celebrar su primera Misa en mayo de 1862. Para conservar su recuerdo se acuñó una medalla en memoria de los sufrimientos de Cristo que aparecen en una de sus facetas, en la otra los dolores de María, en un corazón traspasado por una espada, la inscripción es la oración de Jesús: “Padre si es posible aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” .La medalla fue distribuida a todos y especialmente los enfermos, alcanzando numerosas curaciones.

6. LA POSTERIDAD DE LA OBRA.

El período de revelaciones de Sor Apolina se había terminado, ella permaneció oculta entregada al servicio de los pobres en Troyes. En 1872 fue trasladada a Caen donde pasó 14 años .Con la muerte del Padre Etienne ella perdió a la vez un padre y un guía espiritual. En 1887 atacada por varias enfermedades se retiró a una casa de reposo de las Hijas de la Caridad en Montolieu. Allí estaba desde el año 1880 el Padre Nicolle como capellán, pero su salud se fue agravando, fue atacado de una parálisis completa pero conservó hasta el fin toda su lucidez; murió el 21 de junio de 1890 sin saber que allí, bajo el mismo techo, estaba la Hermana favorecida con las apariciones de Cristo.

El estado de enfermedad de Sor Apolina duró 7 años, a pesar de su parálisis se mostraba paciente y alegre. ”Uno no se molesta jamás cuando se hace la Voluntad de Dios”, repetía. En mayo cumplió 85 años pero sus fuerzas disminuían .El 23 de febrero de 1895 después de haber recibido los santos Sacramentos entregó su alma a Dios sin agonía y con la calma de los Bienaventurados. Unas horas antes de su muerte estrechaba entre sus manos una pequeña estatua de la Santísima Virgen, la cubría de besos y exclamaba ! Oh cuánto amo a esta buena Madre! Sus exequias se llevaron a cabo con la más grande discreción.

La obra de Sor Apolina no se detuvo, el 23 de junio de 1894 el Papa León XIII extendió la Archicofradía al mundo entero, a principios del siglo XX ya contaba con doscientas Cofradías. El 4 de abril de 1906 el Papa Pío X aprobó un rosario que es como un viacrucis que Cristo reveló a Luisa Borgetti una devota de la Capilla de los Lazaristas en Turín donde el Padre Durango había fundado una Cofradía de la Santa Agonía. En el siglo XX el Papa Pío XI se esforzó por extender la devoción a Jesús en su agonía. Es así como los amigos de Jesús pueden marchar con seguridad en pos de Jesús, guiados por la Familia del Apóstol de la Caridad. La Pasión de Cristo esclarece el camino de todos los que buscan a Dios en verdad.

Al final del libro hay 36 cartas de Sor Apolina, la primera es del año 1846 y la última de 1856. No las traduje porque prácticamente repite todo sobre las apariciones. Se termina con el rito de la imposición del Escapulario y la Oración de la Archicofradía de la agonía de Nuestro Señor.

OBRA ESCRITA POR CHANTAL CREPY.

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