Para nuestra reflexión, partamos de la iluminación que nos da el catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1667: «La Santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida» (SC 60; CIC can 1166; CCEO can 867).
Entre los sacramentales más usados está el agua bendita, que «gozó siempre de gran veneración en la Iglesia y constituye uno de los signos que con frecuencia se usa para bendecir a los fieles» y también a los objetos. «Evoca en los fieles el recuerdo de Cristo… que se dio a sí mismo el apelativo de “agua viva”, y que instituyó para nosotros el bautismo, sacramento del agua, como signo de bendición salvadora» (Bendicional 1223), y como todos los sacramentales, «tiene como objetivo principal glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus beneficios y alejar del mundo el poder del maligno» (Ib. 11).
Dentro de este marco, podemos comprender el agua de San Vicente de Paúl, tan utilizada en otro tiempo, y hoy casi echada al olvido. Para ilustrar esta reflexión tomo apartes del artículo “El agua bendita de san Vicente para los enfermos” de Javier F. Chento :… “En el proceso de la beatificación del siervo de Dios Vicente de Paúl se enviaron y aprobaron 56 milagros de géneros diversos, pero todos de gran importancia. Entre aquellos milagros se encuentran algunos obtenidos mediante el uso del agua donde se había sumergido alguna reliquia del siervo de Dios.
Mientras tanto en el año 1881, pasaba por Nápoles el P. Fiat, Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, sucesor de san Vicente. Conociendo que los Misioneros Vicentinos de Nápoles usaban una fórmula especial para bendecir el agua de san Vicente para los enfermos mientras introducían en la misma, cualquier reliquia o medalla del santo, y habiéndose informado de los milagros que se conseguían, quiso difundir esta práctica a toda la Congregación…”
De esta manera, el P. Fiat acudió a la Santa Sede, pidiendo esta gracia que le fue concedida por la Sagrada Congregación de Ritos el 16 de marzo de 1882, como se encuentra consignada en el Appendix del Rituale Romanum (No.52. Pág. 642). He aquí la fórmula, que podemos usar:
╬ BENDICIÓN DEL AGUA CON LA INVOCACIÓN
DE SAN VICENTE DE PAÚL
Aprobada por la Sagrada Congregación de Ritos—16-III-1882
(en favor de los enfermos)
Oremos:
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, que con tu bendición levantas y fortaleces nuestra frágil condición, mira con bondad a este servidor tuyo (o a esta servidora tuya) enfermo (a); y por intercesión de San Vicente de Paúl, aparta de él (de ella) la enfermedad, fortalécelo (a) con tu poder, para que, recuperada la salud, y lleno (a) de prosperidad, pueda reincorporarse a la comunidad de sus hermanos y pueda darte gracias en tu Iglesia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Se sumerge en el agua la medalla o reliquia de San Vicente de Paúl, y se mantiene sumergida hasta el final de la siguiente oración:
Bendice, +Señor, esta agua para que sea un remedio saludable para el género humano; y, por intercesión de San Vicente de Paúl cuya medalla (reliquia) sumergimos, concédenos que todos quienes la utilizaren con fe reciban la salud del cuerpo y la protección del alma. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Para nuestra reflexión:
- Ante tanto sufrimiento corporal y espiritual que se vive en el mundo, tenemos en San Vicente de Paúl un poderoso intercesor en el cielo. La misión que él realizó en su tiempo atendiendo tantas pobrezas y enfermedades, no ha terminado. Tenemos un corazón misericordioso ante el trono de Dios, que mira y atiende nuestro dolor.
- El agua bendita con la invocación de San Vicente no es un rito mágico y supersticioso, es un sacramental, un signo de la bendición salvadora del Señor, que, utilizado con profunda fe, nos puede alcanzar por su intercesión las gracias, que imploramos en nuestros sufrimientos.
- Es importante el tener esta claridad: hemos de implorar la salud, tanto la corporal, pero ante todo la espiritual, con el deseo sincero de reincorporarnos a la vida diaria y continuar haciendo la obra de Dios.
- Confiemos al patrocinio de San Vicente, todas las necesidades de los hombres, y especialmente las de las personas más pobres que, en esta época de pandemia se han visto particularmente afectadas con tantas enfermedades.
SAN VICENTE DE PAUL, MIRANOS CON BONDAD Y ACUDE EN AYUDA DE NUESTROS HERMANOS ENFERMOS