Homilía Dominical- Epifanía del Señor

Homilía Dominical- Epifanía del Señor

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (2,1-12):

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor

Homilía

DOMINGO DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR
(03 de enero de 2021)

Hoy es el día de Reyes o Domingo de la Epifanía del Señor. Epifanía significa manifestación pública de algo, dar a conocer algo que todavía no se había hecho manifiesto. En este día celebramos la revelación que Dios hizo a la humanidad entera, en la persona de los Magos venidos de Oriente, de que todos los seres humanos somos objeto de la bondad de Dios, quien en Cristo nos llena de bendiciones y nos hermana a todas y a todos. El plan de Dios nos ha sido manifestado plenamente en Cristo y este plan de Dios consiste en que Él nos ha dado a conocer su voluntad de salvar a los hombres de todo tiempo y lugar por el Evangelio, que es su Hijo Jesucristo (Ef. 3). En síntesis hoy celebramos el hecho de que la oferta de la salvación es para la humanidad y la creación entera que salimos de las manos de Dios, así que todos podemos tener la dicha de saber que estamos incluidos en el plan salvador de Dios.

Ahora, después de haber señalado lo que celebramos hoy como Iglesia, deseo compartir con ustedes algunas de las enseñanzas de la lectura del evangelio según san Mateo que pueden orientarnos en nuestro caminar con Dios.

  1. Caminar con Dios pide de nosotros desplazarnos desde oriente a Jerusalén; oriente es nuestra capacidad humana, Jerusalén es la tierra de la promesa. Desplazarnos de oriente a Jerusalén, significa que confiando en los recursos humanos que tenemos para avanzar en nuestro crecimiento humano y espiritual, al mismo tiempo pongamos nuestra mirada en Dios y en las promesas que Él tiene para cada uno de nosotros, sabiendo que Él es fiel y poderoso para cumplirlas.
  2. Caminar con Dios pide de nosotros dejarnos guiar por la propia estrella. La estrella que alumbra nuestro camino es el Espíritu Santo que nos guía, son nuestros mejores y más nobles deseos y sentimientos hacia nuestros hermanos y hacia la creación entera; la estrella son nuestros propósitos por llevar a cabo, nuestros sueños por realizar, la estrella es el hambre y la sed de Dios, el deseo de comer el pan que sacia todo anhelo, el deseo de beber el agua verdadera para nunca más tener sed, y beber el vino que da la verdadera alegría, que es Jesús Nuestro Señor.
  3. Caminar con Dios pide de nosotros tener clara la intención del viaje. Son muchas las metas de nuestro viaje del día a día, muchas las paradas, muchos los rodeos y desviaciones. Pero la meta verdadera de nuestro viaje en la tierra es vivir para la gloria de Dios, adorarlo obedeciendo su voz y confiando en Él.
  4. Caminar con Dios pide de nosotros, saber que muchos tramos del camino nos tocará atravesarlos a oscuras. Es necesario seguir caminando en la oscuridad guiados por la luz de la fe que nos da la certeza de Dios sigue presente Mientras avanzamos a oscuras resuena en nuestro corazón la voz de Dios haciéndonos repetir: “aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tu vas conmigo, tu vara y tu bastón me sosiegan” (Sal 23).
  5. Caminar con Dios pide de nosotros una confianza y paciencia infinitas. En el tiempo y plan de Dios que no siempre coinciden con nuestros tiempos y planes, la luz se enciende, las puertas se abren, el horizonte resplandece y el corazón se alegra de ver lo que parecía ya perdido, imposible, inalcanzable.
  6. Caminar con Dios exige de nosotros mirada humilde y penetrante. Los magos fueron capaces de ver la promesa cumplida de Dios, en el niño de Belén que estaba con su madre, y eran tan corrientes como cualquier madre como cualquier bebé. La promesa cumplida de Dios está más cerca de nosotros de lo que imaginamos, que tengamos ojos abiertos para verla y así como los magos postrarnos ante Dios y adorarlo.
  7. Caminar con Dios exige de nosotros – antes de pedirle cualquier cosa al Señor – entregarle todo como hicieron los magos. Entregarle el oro como signo de nuestro abandono total en Él, cuya fidelidad es más estable y duradera que el oro puro, declararlo como nuestro tesoro. Entregarle el incienso como símbolo de nuestra alma para que la habite y la haga inteligente, santa, única, multiforme, sutil, móvil, lúcida, pura, clara, amante del bien, penetrante, independiente, bienhechora, amable, firme, segura, tranquila, poderosa, atenta, penetrante… (cfr., Sab 7,22). Entregarle la mirra como símbolo de lo que somos los cristianos en la tierra: el buen olor de Cristo, de modo que los hombres viendo nuestras buenas obras glorifiquen a Dios (Mt 5,16).
  8. Finalmente como los magos, volvamos a los asuntos de la vida diaria iluminados por Cristo que es la luz y la vida que sostiene nuestra marcha de creyentes, nuestro norte, nuestra estrella, nuestro Dios y nuestro todo. Suya es la Gloria junto con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
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