Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.” El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”»
Palabra del Señor
DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
IV JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
15 de noviembre de 2020
Algunas personas se preguntan sobre cuál es nuestra situación actual con Dios; pues bien el Evangelio de hoy trata de responder a esta pregunta. El Señor creador del mundo que ha caminado desde siempre con su pueblo, decidió un día vivir entre nosotros a través de su Hijo NSJ que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo en las entrañas de María, la mujer que dijo sí a Dios, y explotó todo su potencial de mujer.
El Señor Jesús que es el Emmanuel, el Dios que está entre nosotros, durante su presencia física en la tierra reunió un grupo de seguidores para que continuaran la obra que Él había iniciado: que todos los seres humanos llegaran a vivir como hermanos que se ayudaran entre si y se reconocieran como hijos del único Padre Celestial.
Nuestro Señor Jesús, como el hombre de la parábola se fue de viaje pero sigue presente en nuestro mundo, está entre nosotros y sigue siendo el Señor de todos y de todo. A nosotros sus seguidores nos llenó de gracia abundante, como dice el Apóstol “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rm 5,20) y nos confió la tarea de continuar su misión de sembrar la fe, la esperanza y el amor en nuestro mundo.
Permítanme ahondar en el enorme tesoro de gracia que ha sido derramado sobre cada uno de nosotros, según la parábola que acabamos de escuchar: 1 talento equivale a 6.000 denarios, es decir a 20 años de trabajo de un jornalero del tiempo de Jesús. O sea que al que le dio 5 talentos le confió el equivalente a 100 años de trabajo; al que le dio le confió 2 talentos la suma equivalente a 40 años de trabajo, y al que le dio un denario le confió la suma del pago por 20 años de trabajo. La enseñanza de Jesús con esta parábola de los talentos, nos da la seguridad de que cada uno de nosotros ha sido llenado de gracia, por lo tanto podemos estar seguros de que estamos completos para cumplir nuestra misión en el mundo. En la historia personal de cada uno, sea cual sea su historia, Dios ha infundido la gracia suficiente para que cada uno de nosotros llegue a ser aquello que Dios ha soñado de cada uno. El Señor no pone sus ojos en el pasado de cada uno, pone sus ojos en la gracia abundante que ha derramado sobre cada uno, y desea que cada uno sea capaz de entrar en contacto con la fuerza de esa gracia para llegar a ser un ser humano a la altura de Cristo, es decir un cristiano, otro Cristo en la tierra, presencia y signo de Dios en un mundo que necesita ser nutrido ahora más que nunca por los valores de la fe, la esperanza, y el amor.
El Señor Jesús que sigue presente en medio de nosotros de manera humilde pero cierta, un día se encontrará cara a cara con cada uno al final de nuestras vidas, y un día lleno de Gloria, radiante de hermosura se manifestará a todos y habrá ajuste de cuentas. Así que esta parábola es también una llamada a que pongamos en práctica el mandato de Jesús: “que brillen delante de los hombres sus buenas obras para que glorifiquen a Dios” (Mt 5,16). Tenemos todo lo necesario de parte de Dios para hacer de nuestras vidas: nuestra propia delicia, un don útil y agradable para los demás y un canto de alabanza para la Gloria de Dios.
Que la misericordia de Dios que nos acompaña siempre, saque de nuestras vidas el miedo que aterrorizó al que recibió un talento y así podamos emprender nuevos caminos, nuevas empresas, nuevas realizaciones. Que nos pongamos por encima de los miedos humanos que nos impiden ser lo que Dios ha iluminado en nuestros corazones. Que podamos nacer de nuevo y ser seres humanos que manifestemos que vivimos según el querer de Dios por nuestra manera de hablar, por nuestro modo de comportarnos con los demás, por nuestra mansedumbre, por nuestra humildad, por nuestra capacidad de amar, por nuestra fe que le permite a Dios hacer todas las cosas nuevas (Ap. 21,5). A veces desde otras personas o desde dentro de nosotros se oye una voz que nos dice que siempre seremos los mismos, que somos incapaces de ser mejores de lo que somos, hagamos oídos sordos a esas voces y escuchemos la voz de Dios que nos llena con su gracia y su fuerza y nos grita que el camino a una vida mejor vivida es un camino siempre abierto y Él está dispuesto a acompañarnos en esta tarea.
Ante nuestras transformaciones en nuestro modo de pensar, en nuestro modo de hablar, en nuestras relaciones personales, en nuestro modo de celebrar, en el modo de manejar nuestras finanzas, en el modo de compartir nuestro tiempo, nuestras habilidades y nuestros bienes materiales con otros, muchas personas cercanas en un primer momento nos mirarán con cara de interrogante ¿y a este qué le pasa? Pero cuando sientan que usted está feliz con su nueva manera de vivir la vida se preguntarán ¿y cómo lo logró? Entonces usted les contará las maravillas que la gracia de Dios ha obrado en usted y de pronto se animarán a iniciar su propio camino de crecimiento humano y cristiano, y seguramente glorificarán a Dios por la obra que han visto en su persona.
Que María la mujer que vivió a plenitud lo que Dios soñó para ella, nos acompañe con su oración y nos anime con su ejemplo, siempre digno de imitar.