El 9 de mayo, festejamos en la inmensurable geografía vicentina, en ciudades, pueblos y campos, a aquélla que “puso en Dios su esperanza…y que, en la mesa de los hijos, hizo a los pobres un sitio…”. Del himno de I vísperas de la Santa. En unas partes con gran solemnidad, hermosos himnos y arreglos florales, con sentidas palabras del presidente de la Eucaristía, se enalteció a la Santa Madre de Marillac. No así, en otros rincones, un lejano misionero celebró el servicio litúrgico, ante un antiguo y descolorido cuadro de la madre de Miguel Legras. En territorios variados, con conmemoraciones de uno y otro color, no faltaron eso sí, la fe de misioneros y hermanas, y de los pobres, ahora sin duda, más numerosos, hambrientos y lacerados, con una nueva enfermedad. Llegamos a honrarla como madre, consuelo y abogada de todos.
Y nos llegó también la solemnidad del Santo Fundador. Y si se quiere, la realidad es la misma y aún peor. Hoy la peste y el hambre están localizadas en las nuevas Picardías y Champañas del orbe entero. Pero también es cierto, que en estos ámbitos la Familia Vicentina, trata de responder ante una realidad tan inesperada como desafiante, como es el covid 19. Ha sido una respuesta eficiente para apagar el fuego, pero ahora, vienen las cenizas y se ha de construir de nuevo.
Esta pandemia pasará, pues parodiando a un cantautor colombiano, Darío Gómez, “nadie es eterno en el mundo”, nosotros con espíritu de fe y confianza en el Señor, podemos afirmar con certeza “nada es eterno en el mundo”, ni siguiera este invisible virus. Todo pasará, y esperamos como dice Apocalipsis 21,1 “un cielo nuevo y una tierra nueva”. Creo, que no tenemos la panacea para el presente y el futuro, ni que vamos a ser los redentores ante este dolor y las nuevas pobrezas que van apareciendo, pero sí podemos unos y otros, como lo afirma Pablo en Gálatas 6,2 “ayudarnos a llevar las cargas”.
Algunas sendas que se nos abren, en medio de otras por descubrir:
“Tocar la carne del cuerpo de Cristo”
En 2017, el Papa Francisco visitó Colombia, como lo habían hecho antes sus venerados y santos predecesores Pablo VI y Juan Pablo II. En su discurso en el Palacio Cardenalicio de Bogotá, el 7 de septiembre, habló así a los obispos: “…Los invito a no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia y de la historia de su gente. Háganlo con humildad, sin la vana pretensión de protagonismo, y con el corazón indiviso, libre de compromisos o servilismos. Sólo Dios es Señor y a ninguna otra causa se debe someter nuestra alma de pastores”. Pero, este sentido mensaje llega también a nosotros, y es vital para los hijos e hijas de San Vicente de Paúl. Hoy como en tiempos de Vicente y Luisa, los pobres crecen y están en todas partes, la F.V. con altura y heroísmo, afronta, organiza, ayuda y da alivio a los pobres.
Es justo y bueno, desempolvar las páginas de la historia de nuestro Fundador, para descubrir en ellas su iniciativa y novedad, para realizar una “caridad afectiva y efectiva” SVP. XI. 432,536,540; XI,733. Llevemos nuestra mirada a un sólo acontecimiento en 1621: ¨La CARIDAD DE MACON”. SVP. Román. 146.147. ¿Ante la pululación de mendigos que iban y venían por la ciudad qué hacer? San Vicente aglutina a las autoridades civiles y eclesiásticas, y diseña un ingenioso plan: a. elaborar un censo de los pobres. b. recolectar fondos económicos de diversas entidades. c. distribuir a los pobres según sus necesidades. d. evaluar la marcha de los recursos y el mejoramiento para hacerlos más eficaces.
¿No es esto lo que está haciendo el mundo y nosotros? Un providencial proyecto que sigue siendo actual. Y hoy, tarde o temprano saldremos de “este atolladero”, como lo reza el refrán popular, ¿y entonces qué sigue en la etapa pos viral?
Abriendo caminos para sanar las llagas de ayer y las heridas de hoy
Viene ahora, lo más arduo y difícil de la realidad: Nos corresponde abrir nuevos caminos, así como inesperado ha sido el virus que entró a nuestras casas sin permiso, así es el futuro de incierto y preocupante mirándolo humanamente. Nos encontramos ante los nuevos heridos y asaltados a la vera de los caminos, que van de Jerusalén a Jericó. Lc. 10,2-37; y si somos genuinos hijos e hijas del gran Samaritano del siglo XVII, no podemos defraudar su legado entregado a nosotros, y a quienes vengan después de nosotros.
He aquí, algunos unos pasos que podemos dar, si se queremos continuar las huellas de San Vicente:
- «Dadme un hombre de oración y será capaz de todo’» (SV XI 83; ES XI 778). No somos empresarios o trabajadores sociales, por vocación somos Familia Vicentina, para quienes las motivaciones de fondo son, el seguimiento de Cristo evangelizador de los pobres, y, en consecuencia, operarios del Evangelio, sabiendo que sin el Señor nada podemos hacer. Jn. 10,5.
- Personal y comunitariamente podemos tener mucho o poco, pero algo tenemos. Es el momento de abrir nuestras arcas con “lo antiguo y lo nuevo”. Mt.13, 52. Y como los discípulos, únicamente tenemos 5 panes y dos peces, que en las manos del Señor serán copiosa multiplicación. Mt. 14,13-26.
- A partir del P. Maloney, hemos tomado mayor conciencia de que la F.V. trasciende los límites de las instituciones nacidas directamente de San Vicente, o más cercanas por la historia y su desarrollo junto a los misioneros y a las hermanas. Como lo reza la Catena de la Legión de María, somos como un “ejército formado en batalla…”. Ahora es el tiempo de gracia, para unir personas, inventivas y recursos en favor de los pobres.
- ¿Y el “cambio sistémico” si no lo hacemos operativo hoy, entonces cuándo? ¿Esta realidad no fue la de Chatillon les Dombes, Macon, la “¿Federación de los sin techo”, del P. Norberto Carcellar, c.m. proyecto que él bendice desde “la misión del cielo” o Akamasoa del P. Pedro Opeka, c.m. en Madagascar, o las “13 casas”, que se construyen en muchas partes del mundo de una manera silenciosa?
Queda para mí y para ti, miembro de la Familia Vicentina, un camino por realizar. ¿Cuál será? Ahora, es el tiempo de gracia, de la escucha para oír la voz de Dios, y de unos ojos que vean lo que el Señor nos pide para el hoy de nuestra historia.
Y con el P. Jean-Pierre Renouard, c.m., terminemos, implorando la intercesión de nuestro Santo Padre, fiel ejecutor de la voluntad de Dios y su Divina Providencia:
Oh, san Vicente de Paúl, nuestro padre y nuestro modelo,
tú que durante toda tu vida quisiste
imitar a Jesucristo, Misionero y Siervo,
te encontraste, en tu tiempo,
con la enfermedad del pueblo durante la plaga de la peste.
Intercede a la Santísima Trinidad
en favor de todos los países del mundo que han sido atacados por el flagelo actual.
Que sanen los cuerpos y los corazones de todas las víctimas.
Ayuda a los cuidadores, apoya a los seres queridos, inspira a los investigadores.
Ayuda a los que cruzan las puertas de la muerte.
Tú, que en tu tiempo diste instrucciones firmes y ardientes
para luchar contra el mal,
¡ven ahora a rescatarnos!
Enséñanos a dedicar nuestras vidas por los más vulnerables,
a fortalecernos para ayudarles mejor,
con perseverancia y sin imprudencia,
con el único deseo de ayudarles según sus necesidades.
Abre nuestras mentes a la infinita Providencia de Dios,
que dejemos a Él actuar con toda su voluntad.
Inspíranos, para que sigamos fielmente las instrucciones de los que están a cargo.
Nos ponemos en tus manos,
confiados y animados por verdaderos sentimientos de hermandad y celo.
AMEN