Novena San Vicente de Paúl 2020- Enviados a anunciar a Jesús.

Novena San Vicente de Paúl 2020- Enviados a anunciar a Jesús.

Con mucha alegría presentamos la edición 2020 de la Novena a San Vicente de Paúl, para toda la Familia Vicentina y la Iglesia en general.

Puedes descargarla en el siguiente enlace:

INTRODUCCIÓN:

“Vayan por todo el mundo y hagan discípulos míos a todas las naciones” (Mt. 28, 19). Misioneros y caminantes llevando la Buena Nueva de liberación a todos los pueblos, es esa la misión confiada por Jesús a los apóstoles, que se prolonga a todos los creyentes de hoy, que hacen parte de esta gran familia cristiana, donde Cristo es anunciado y vivido.

Este 2020 ha sido un año muy difícil para muchas personas, la pobreza ha aumentado considerablemente en países donde la pandemia obligó a muchas personas a cerrar sus negocios o a salir a rebuscarse el pan de cada día, nos debe doler como familia Vicentina estas realidades que nos empujan a dar lo mejor de nosotros en la misión del día a día.

De San Vicente de Paúl se habla mucho en relación a su aporte teológico a la caridad cristiana, pero también ayudó a comprender la misión de la Iglesia en el final del medioevo y el comienzo del modernismo, haciendo realidad las directrices del Concilio de Trento, lo que se conoció como la “contrarreforma”.

Ante el clamor: “el pueblo muere de hambre y se condena”, San Vicente vio la necesidad de ir a donde otros no eran capaces de llegar para encontrarse cara a cara con las realidades de pobreza inimaginables; esos pobres campesinos que no eran dueños ni siquiera de la tierra que trabajaban, eran también abandonados por un clero acomodado y codeado de las riquezas de las grandes urbes. Luchó con todas sus fuerzas para que la práctica del Evangelio llegara a las casas más humildes, y descubrió que era entre los pobres donde se encontraba la verdadera religión. Invitó a sus misioneros a ser claros y cercanos con su predicación, y, como nunca se consideró amigo de la grandeza, así como llamaba a la Congregación de la Misión “la pequeña compañía”, considerando grande a la Compañía de Jesús, así también habló del “pequeño método” – para diferenciarlo de su contemporáneo Descartes con su famoso “método cartesiano” –, con  el que invitaba a sus misioneros a proclamar las verdades de la fe cristiana.

Vivamos estos nueve días con gozo y regocijo.

Andrés Felipe Rojas Saavedra, CM
www.corazondepaul.org

Reflexiones de la Novena:

Día 1: Diác. Isaías Rolón, CM. Día 2: Óscar Betancourt, CM. Día 3: P. Carlos Arley Cardona, CM. Día 4: Sor Marcela Rivas, HC. Día 5: María Alejandra Ariza, misionera. Día 6: Sor Deisy Catalina Calderón, HC. Día 7: P. Miguel Muñoz, CM. Día 8: P. Marlio Nasayó Liévano, CM.  Día 9: Diác. Andrés Felipe Rojas, CM.

Corrección:

P. Carlos Arley Cardona, CM.
Director Hijas de la Caridad – Cali

Aprobación:

P. Diego Luis Vásquez Marín, CM.
Visitador Congregación de la Misión- Provincia Colombia

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Dios, Padre amoroso! Que por tu gran bondad nos has llamado a ser Evangelizadores de los pobres, siguiendo los caminos de tu Hijo amado Jesucristo, ayúdanos, con el ejemplo de San Vicente de Paúl, a ser diligentes y audaces ante las necesidades de nuestros hermanos, con un corazón sensible ante los sufrimientos. Concédenos, por tu Espíritu Santo, ser capaces de anunciar, practicar y testimoniar el Reino de Dios en todos los lugares del mundo, para que ninguna periferia se prive del anuncio gozoso de la Salvación.

Que al contemplar a tu Hijo hecho hombre, podamos pasar de la mesa de la Palabra y de la mesa de la Eucaristía a la mesa de los Pobres, para compartir con los demás el Pan de Vida. Danos la capacidad de ser hombres y mujeres que encarnemos una verdadera espiritualidad para responder a los desafíos de hoy, en medio de esta pandemia y sus consecuencias. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Padre Nuestro…

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
(Cfr. San Vicente de Paúl, XI, 447 y XII, 114)

Santísima Virgen María ayúdanos a estar dispuestos a practicar las máximas evangélicas, te pedimos que llenemos de ellas nuestro espíritu, llenemos nuestro corazón de su amor y vivamos en consecuencia. Por tu intercesión ya que, mejor que ningún otro, penetraste el sentido de esas enseñanzas y las practicaste. Para esperar que, al vernos aquí en camino de vivir según estas máximas, nos serán favorables en el tiempo y en la eternidad.

¡Oh Santísima Virgen!, pide al Señor este favor, pídele una verdadera pureza para nosotros, para toda la Familia Vicentina. Esta es la súplica que te hacemos.Amén

Dios te salve…. Gloria…
Se dice el día correspondiente

GOZOS
“San Vicente de Paúl, enciende en nosotros
el fuego de la caridad”

Fuego de la caridad, desde el campo a la ciudad,
como campesino o preceptor; de misionero a fundador.
La llama ardiente de tu celo, nos pone en la misión de quitar el velo
a los esclavos y a los afligidos, a quienes damos el Evangelio.

Tus hijos e hijas llevan con pasión tu heraldo,
en el firmamento luz ponderosa de tu amor nos guía
con la fuerza imperativa de amar sin miedo,
a quien desde la cruz con amor nos mira.

En el horizonte nos invitas a fijar mirada,
amor efectivo reclaman los pobres.
Que sea nuestra caridad inventiva y cimentada
para dar a quien reclama verdadero Pan de Vida.

Padre de los pobres, predicador infatigable
del celo por las almas compártenos ejemplo;
para dar a los pobres testimonio fiable
que conduzcan al hombre a verdadero Templo.

¡El pueblo muere de hambre y se condena!
Urge llevar el pan con justicia,
que sólo por nuestro amor
los pobres nos perdonarán.

¡Oh Vicente de Paúl! Que no se halle en nosotros
un amor que sea subjetivo, ¡donativo debe ser!,
con el esfuerzo de nuestros brazos,
y en la frente el sudor, para dar a conocer al prójimo
el amor de nuestro Dios.

Misión y Caridad son las alas
que te llevaron al cielo,
a tu entrada, pobres y ricos te esperaban.
Gozosos tus hijos, mientras Cristo te coronaba
de laureles y santidad, padre y apóstol,
la Iglesia en ti se reflejaba.

ORACIÓN FINAL:
AL CORAZÓN DE SAN VICENTE DE PAÚL

Oh Corazón de San Vicente, que sacaste del Sagrado Corazón de Jesús la caridad que tú derramaste sobre todas las miserias morales y físicas de su tiempo, alcánzanos de jamás dejar pasar a nuestro lado miseria alguna sin socorrerla.

Haz que nuestra caridad sea respetuosa, delicada, comprensiva, efectiva como fue la tuya. Pon en nuestros corazones una fe viva que nos haga descubrir a Cristo sufriente en nuestros hermanos desventurados.

Llénanos del celo ardiente, luminoso, generoso, que jamás encuentre dificultad alguna en servirlos. Te lo pedimos, ¡Oh Corazón de Jesús! por la intercesión de Aquel, cuyo corazón no latía ni actuaba más que por impulso del tuyo. Amén

PRIMER DÍA
Cristo, el Enviado del Padre

Signo: Una imagen de Nuestro Señor Jesucristo y San Vicente de Paúl, un camino, sandalias, otros elementos que representen la misión. La Palabra de Dios puede estar en un lugar privilegiado y la Frase: “Enviados por Jesús, anunciamos el Evangelio”.

Canción: Iba por las calles

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Iluminación Bíblica: Juan 20, 19-23

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

«En esta vocación vivimos de modo muy conforme a nuestro Señor Jesucristo que, al parecer, cuando vino a este mundo, escogió como principal tarea la de asistir y cuidar a los pobres. «Evangelizare pauperibus misit me ». Y si se le pregunta a nuestro Señor: «¿Qué es lo que has venido a hacer a la tierra?» – «A asistir a los pobres» – «¿A algo más?» – «A asistir a los pobres», etc. En su compañía no tenía más que a pobres, y se detenía poco en las ciudades, conversando casi siempre con los aldeanos, e instruyéndolos. ¿No nos sentiremos felices nosotros por estar en la Misión con el mismo fin que comprometió a Dios a hacerse hombre?» (XI, 33-34).

Reflexión:

El hombre de buena voluntad reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, el Ungido del Padre quien pasó haciendo el bien, restaurando, curando, devolviendo la dignidad a quienes estaban oprimidos por el mal, es decir, la misión de Jesús consiste en rescatar y salvar a quienes andaban perdidos, en asistir a los pobres y enfermos que se encontraban desprotegidos.

De manera que, el Hijo de Dios en sus acciones, obras y palabras, cumple la plena voluntad de quien lo envió. Su vida es la manifestación de la bondad, el gran amor y la misericordia del Padre hacia los hombres.

El enviado del Padre nos invita a ser constructores del Reino, a generar vida donde se ha perdido la fe y la esperanza, pues Él nos manifiesta: “yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn.10, 10b). Es así como Jesús nos impulsa a ser constructores del nuevo Reino impregnado de valores en el que impere la paz como fruto del trabajo del hombre.

En nuestros días, como discípulos y misioneros del Maestro, estamos invitados a atender su voz, escuchar su llamada y avanzar con Él para abrir caminos nuevos que conduzcan a la verdadera libertad, a la edificación de un mundo nuevo; de este modo, atender con prontitud y alegría a las necesidades de quienes se encuentran en realidades de pobreza y marginación, aquellos que no cuentan en la sociedad. Así atenderemos a la voz del Padre quien manifiesta: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”. (Mc. 9,7)

Preguntas:

  • Como bautizado, ¿estoy dispuesto a anunciar el mensaje de Cristo en todo tiempo y lugar?
  • Con mis acciones y palabras ¿soy mensajero de la justicia y la paz que vienen de Dios?
  • ¿Qué valores debo manifestar para que la paz y la justicia imperen en nuestra sociedad y comunidad?

SEGUNDO DÍA
El misionero Vicente de Paúl

Signo: Una imagen de San Vicente de Paúl, algunos rostros e imágenes que representen la pobreza y la frase: “Bienaventurados los que sirven a los pobres”

Canción: El Corazón de San Vicente de Paúl

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Iluminación Bíblica:
Lucas 6, 20-23

“Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas”. Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

“Era el mes de enero de 1617 cuando sucedió esto; y el día de la conversión de san Pablo, que es el 25, esta señora me pidió, dijo el padre Vicente, que tuviera un sermón en la iglesia de Folleville para exhortar a sus habitantes a la confesión general. Así lo hice: les hablé de su importancia y utilidad, y luego les enseñé la manera de hacerlo debidamente. Y Dios tuvo tanto aprecio de la confianza y de la buena fe de aquella señora (pues el gran número y la enormidad de mis pecados hubieran impedido el fruto de aquella acción), que bendijo mis palabras y todas aquellas gentes se vieron tan tocadas de Dios que acudieron a hacer su confesión general (…) Aquel fue el primer sermón de la Misión y el éxito que Dios le dio el día de la conversión de san Pablo: Dios hizo esto no sin sus designios en tal día” (XI, 700).

Reflexión:

La experiencia que convence a San Vicente de Paúl a entregarse a la misión, es el sermón de Folleville y la confesión del campesino de Gannes. Una mujer: la señora de Gondí, motiva al santo a emprender la asistencia espiritual de los campesinos de sus territorios.

En la cotidianidad del ejercicio ministerial, Vicente de Paúl escucha el “grito” de los laicos que reclaman atención, que piden que se anuncie el Evangelio actualizando su mensaje a las necesidades de la época. Si bien, el centro del mensaje de Jesús no fue penitencial, Dios se valió de Vicente y del sacramento de la penitencia para llegar a los pobres que reclamaban atención, que sufrían la marginación y que incluso temían no ser dignos del Reino de Dios en un mundo que exaltaba y exalta hoy también la riqueza.

Vicente se conmueve de esta situación y empieza a fundar, no en el papel, sino en la práctica, un estilo renovado de evangelizar: para los pobres en los campos, haciendo catequesis, respondiendo a la integralidad de las necesidades de la gente, comprendiendo su realidad y buscando medios para asistir corporal y espiritualmente a los que sufren.

Hoy todos somos llamados a reproducir el Carisma Vicentino, a interpretar los signos de los tiempos y a crear nuevos discursos que muevan a la acción, que muevan a la Iglesia a emprender nuevos caminos en bien de la transformación de las realidades de sufrimiento por las que pasan los pobres que tocan a nuestra puerta.

Preguntas:

  • ¿Qué valores encuentro en San Vicente de Paúl como misionero?
  • ¿Qué me enseña San Vicente de Paúl para la misión que tengo dentro de la Iglesia?
  • ¿Qué significan para mi vida personal las Bienaventuranzas de Jesús?

TERCER DÍA
La Congregación de y para la Misión

Signo: El logo de la Congregación de la Misión, imágenes de varios sacerdotes misioneros, una iglesia y unas manos en señal de acogida y la frase: “No me basta amar a Dios si mi prójimo no lo ama”

Canción: Vicente de Paúl eres un hombre para hoy

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Iluminación Bíblica: Lucas 4, 16-21

“Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

«Si los sacerdotes se dedican al cuidado de los pobres, ¿no fue también éste el oficio de nuestro Señor y de muchos grandes santos, que no sólo recomendaron el cuidado de los pobres, sino que los consolaron, animaron y cuidaron ellos mismos?… ¿No son hermanos nuestros? Y si los sacerdotes los abandonan, ¿quién queréis que les asista? De modo que, si hay algunos de entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los demás, si queremos oír esas agradables palabras del soberano Juez de vivos y de muertos: «Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que os está preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me cuidasteis». Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfecto; y es lo que nuestro Señor practicó y tienen que practicar los que lo representan en la tierra, por su cargo y por su carácter, como son los sacerdotes» (XI, 393).

Reflexión:

El llamado que hace San Vicente de Paúl a “remediar las necesidades espirituales y temporales de los Pobres”, manifiesta el ser y el quehacer de la Congregación de la Misión y de la Familia Vicentina. El ser, ya que cada miembro se reviste del espíritu de Jesucristo: espíritu de sencillez, humildad, mansedumbre, mortificación y celo por la salvación de las almas; además, cuando decimos, remediar las necesidades espirituales, estamos convencidos que primero debemos ser realmente espirituales nosotros mismos, contemplativos, orantes y profundamente llenos de la gracia divina para portar de palabra, de testimonio y en plenitud el amor de Dios por los más Pobres. La gran invitación es a realizar cada día un camino de conversión, de búsqueda constante de la voluntad de Dios y un deseo profundo de santificación.

En cuanto al quehacer, se requiere de todos los Vicentinos un espíritu de libertad para ir a evangelizar, para llevar la Buena Noticia a los Pobres, para descubrir dónde están las verdaderas pobrezas y para buscar caminos que remedien a tantas necesidades temporales; muchos pobres podemos ver y encontrar en el camino pero… ¿De qué están necesitados?, ¿cómo saber escucharlos?, ¿qué tenemos para ofrecerles?, ¿no serán ellos los ricos de verdad?, etc. Para ser misioneros a ejemplo del Santo Fundador y sobre todo siguiendo los pasos de Jesucristo Evangelizador de los Pobres, pidamos constantemente el don de la escucha y el don de la sabiduría para conocer al Pobre, vibrar de amor por servirle y fortalecer los pasos que muchas veces no somos capaces de dar por miedo e inseguridad.

Preguntas:

  • ¿Cómo estamos viviendo nuestra identidad de Misioneros Vicentinos?
  • ¿Cómo estamos remediando las necesidades espirituales y temporales de los Pobres?
  • ¿Qué otros dones debemos pedirle hoy al Señor para un mejor servicio a los Pobres?

CUARTO DÍA
Las Hijas de la Caridad, misioneras entre los Pobres

Signo: Imágenes de varias Hijas de la Caridad a través del tiempo, recrear algunas de las actividades que ellas realizan en hospitales, asilos, colegios entre otros y la frase: “Siervas de los Pobres, amigas de Jesucristo”   

Canción: Vuestro claustro es la obediencia

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Iluminación Bíblica: Lucas 10, 25-37

“Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Él le dijo: « ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?»  Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo». Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

“El amor afectivo es la ternura en el amor. Tenéis que amar a nuestro Señor con ternura y afecto, lo mismo que un niño que no puede separarse de su madre y que grita: «Mamá», apenas siente que se aleja. Del mismo modo, un corazón que ama a nuestro Señor no puede sufrir su ausencia y tiene que unirse con él por ese amor afectivo, que produce a su vez el amor efectivo. Porque no basta con el primero, hermanas mías; hay que tener los dos. Hay que pasar del amor afectivo al amor efectivo, que consiste en el ejercicio de obras de caridad, en el servicio a los pobres emprendido con alegría, con entusiasmo, con constancia y amor. Estas dos clases de amor son como la vida de una hermana de la Caridad, porque ser Hija de la Caridad es amar a nuestro Señor con ternura y constancia: con ternura, sintiéndose a gusto cuando se habla de Él, cuando se piensa en Él, y se llena toda de consuelo cuando se le ocurre pensar: « ¡Mi Señor me ha llamado para servirle en la persona de los pobres; qué felicidad!» (IX, 534).

Reflexión:

¡Qué felicidad! poder servir a Cristo en la persona de los más pobres – pobreza material y existencial-, utilizando una expresión muy común del Papa Francisco, para recordar las periferias existenciales que excluyen y engendran muerte.  Hay felicidad, porque podemos ver, oír y hasta palpar lo que otros no pueden, no alcanzan a llegar, y esto lo logramos, únicamente por tener la Gracia de la fe; podemos trascender el encuentro con Jesús, el Cristo que contemplamos en el sagrario es el mismo que encontramos en los pobres, “Dejar a Dios por Dios” es vivir la mística contemplativa en la acción.  Es esta una fe que humaniza y sensibiliza, haciéndonos “Vehículos de la ternura de Cristo” (Madre Susana Guillemin).  Teniendo la capacidad de engendrar vida, de cuidar y proteger, en los niños, jóvenes, ancianos, familias, habitantes de calle, personas en situación de desplazamiento, enfermos, en fin, ninguna miseria nos es ajena.

Sanar las heridas de quienes se encuentran en nuestro camino es la mayor manifestación del amor afectivo y efectivo.  Somos samaritanos que vamos de camino, viviendo la cultura del encuentro y del cuidado, percibiendo de forma sensible quién está caído, y por la fe reanimarlo; bajando de nuestros individualismos, autoritarismos, grandezas y aceleres, descendemos hacia lo más humano que nos devuelve la felicidad y nos hace Dios – nos hace Amor.

Preguntas:

  • ¿He experimentado la sanación en mi vida, para de manera muy libre tocar las heridas de los demás?
  • ¿Busco hacer efectivo el amor de Dios hacia la humanidad, desde un compromiso no sólo individual sino comunitario por proteger la vida?
  • ¿En verdad me siento muy feliz de haber sido llamado al servicio de Cristo en la persona de los pobres, logrando expresar en oración « ¡Mi Señor me ha llamado para servirle en la persona de los pobres; qué felicidad!»?

QUINTO DÍA
Los fieles, agentes de la misión

Signo: Poner los logos de cada uno de los movimientos laicos que conozcan, los nombres de algunos participantes, un cirio encendido y la frase: “Somos Iglesia llevando la luz en medio de las tinieblas”

Canción: Por los caminos de Vicente

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Iluminación Bíblica: Lucas 10, 1-11

“Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de Sí, a todas las ciudades y sitios a donde Él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: «Paz a esta casa.» Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: «El Reino de Dios está cerca de vosotros.» En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: «Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca”. Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

«Dios ama a los pobres, y por consiguiente ama a quienes aman a los pobres; pues, cuando se ama mucho a una persona, se siente también afecto a sus amigos y servidores. Pues bien, esta pequeña compañía de la Misión procura dedicarse con afecto a servir a los pobres, que son los preferidos de Dios; por eso tenemos motivos para esperar que, por amor hacia ellos, también nos amará Dios a nosotros. Así pues, hermanos míos, vayamos y ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres, y busquemos incluso a los más pobres y abandonados; reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros señores y nuestros amos, y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios» (XI, 273).

Reflexión:

A través del Evangelio, Dios alienta a ir por el mundo a regar la semilla de la esperanza a todos los rincones del mundo. El texto de hoy, nos habla de un gran número de discípulos, no se trata de los doce, sino de aquellos que han caminado también con Jesús y deciden imitarlo, porque están convencidos que la Buena Nueva del Evangelio transforma vidas, porque los ha transformado a ellos.

Hoy el Señor nos llama a ir, donde otros no quieren ir, para encontrarnos con “nuestros amos y señores”. Nos anima esa dinámica de caminar con Jesús para aprender en la escuela de la fe, para luego llevar a Jesús con esperanza a todos los corazones, con el fin de actuar ante el dolor y la indiferencia que siguen presentes.

De ahí la importancia de dejar tocar nuestros corazones por aquel dolor del necesitado, del enfermo o del pobre, ya que en ellos también está el reflejo de la imagen de Dios, tal como nos lo recuerda San Vicente hoy. La Iglesia a través del Concilio Vaticano II, ha abierto de manera especial las puertas a los fieles para que den testimonio de su misión cristiana en medio de su familia, de su trabajo, en últimas que sean referentes de integridad y justicia en medio de la sociedad. Para San Vicente los laicos son agentes y no solo receptores de la misión de la Iglesia.  

Preguntas:

  • ¿Qué estamos haciendo para ayudar al pobre en estos tiempos difíciles?
  • ¿Me siento comprometido con la Misión de la Iglesia y siento la ardiente necesidad de llevar a otros el Evangelio?
  • En mi comunidad o movimiento parroquial o vicentino,  ¿dejo que el Espíritu Santo me mueva a dar lo mejor de mí y sobre todo a ser signo de alegría y esperanza?

SEXTO DÍA
La misión de la mano de la Virgen María

Signo: Imagen de la Virgen María, la medalla milagrosa, un arreglo floral o una camándula y la frase: “Con María en la escuela misionera de Jesús”

Canción: Míranos oh Milagrosa

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Iluminación Bíblica: Mateo 12, 46-50

“Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: « ¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.» Pero Él respondió al que se lo decía: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

“Las cosas físicas tienen todas ellas sus especies distintas, por las que se las puede distinguir. Cada animal, y el propio hombre, tiene sus especies, que lo hacen conocer por lo que es, y distinguirlo del otro del mismo género. De igual modo los siervos de Dios tienen sus especies, que los distinguen de los hombres carnales: cierta compostura exterior, humilde, recogida y devota, que procede de la gracia que llevan dentro, y que produce sus efectos en el alma de quienes los miran. Hay aquí algunas personas tan llenas de Dios, que no las miro nunca sin quedarme impresionado. Los pintores, en las imágenes de los santos, los representan rodeados de rayos; es que los justos que viven santamente en la tierra derraman cierta luz a su alrededor, que sólo es propia de ellos. En la santísima Virgen brillaba tanto la gracia y la modestia, que inspiraba respeto y devoción en quienes tenían la dicha de verla; y en nuestro Señor todavía se veía esto mucho más; y esto mismo, en la debida proporción, se vislumbra en los santos” (XI, 334-335).

Reflexión:

«Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt. 12, 50). He querido iniciar esta reflexión con las palabras salidas de la propia boca de Jesús que a veces nos pueden causar mucha extrañeza. Pero hoy los invito a contemplar esta perícopa del Evangelio con una palabra que define el ser de María y esa palabra es: “sierva”.

Sí, María es la sierva, como su Hijo eligió ser siervo, ella también es la sierva de los designios de Amor del Padre y he aquí el secreto de la misión para todo cristiano. Lo que debe reinar en el interior de un corazón apasionado por Cristo, apasionado por la Misión, es el deseo ser siervo(a). El siervo hace todo lo que le pide su señor, sin preguntarse, sin inquietarse y sobretodo sin buscar su propio interés. El siervo se alegra de que su señor esté feliz con todo lo que hace, piensa y dice. Esa es María, la sierva del Padre, no se inquieta, no se pregunta, simplemente obedece, guarda silencio y acoge todo en lo profundo de su corazón.

Al contemplar San Vicente a la Virgen, él mismo se da cuenta del rol de María en la vivencia de la misión: «Recogía en su corazón las palabras de su Hijo; se llenaba de ellas y las meditaba luego, de forma que no perdía nada de todo cuanto decía» (IX, 370-371). Por eso, el siervo(a) bebe del que es la Palabra para luego ser presencia amorosa y perenne del Amor Misericordioso del Padre entre sus hermanos y hermanas.

Preguntas:

  • ¿Cómo es mi relación con la Virgen María, cercana o lejana, la he acogido como mi Madre, en lo profundo de mi corazón?
  • A la luz del espejo de la Virgen María, ¿cómo estoy viviendo la misión que Dios me ha encomendado en mi familia, en mi comunidad eclesial, en mi trabajo?
  • ¿Cuáles pueden ser los impedimentos que hay en mi interior y que obstaculizan la vivencia radical y entregada en la misión que Jesús me ha encomendado?

SÉPTIMO DÍA
La Misión llega a todos lados

Signo: El mapamundi o banderas de varios países, varias velas alrededor del signo, elementos que representen el país desde donde oran la novena y la frase: “Hemos recibido de herencia: la perla preciosa del Evangelio”

Canción: Amigo Vicente

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Iluminación Bíblica: Mateo 4, 17-25

“Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.» Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó a toda Siria; y le trajeron todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán”. Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

“Pidámosle todos a Dios este espíritu para toda la compañía, que nos lleve a todas partes, de forma que cuando se vea a uno o dos misioneros se pueda decir: «He aquí unos hombres apostólicos dispuestos a ir por los cuatro rincones del mundo a llevar la palabra de Dios». Pidámosle a Dios que nos conceda este corazón; ya hay algunos, gracias a Dios, que lo tienen y todos son siervos de Dios. ¡Pero marcharse allá oh Salvador, sin que haya nada que los detenga, qué gran cosa es! Es menester que todos tengamos ese corazón, todos con un mismo corazón, desprendido de todo, con una perfecta confianza en la misericordia de Dios, sin preocuparnos ni inquietarnos ni perder los ánimos. « ¿Seguiré con este espíritu en aquel país? ¿Qué medios tendré para ello?». ¡Oh Salvador, Dios no nos fallará jamás! Padres, cuando oigamos hablar de la muerte gloriosa de los que están allí, ¿quién no deseará estar en su lugar?” (XI, 190-191).

Reflexión:

“El pueblo que vivía en tinieblas vio una luz intensa, a los que vivían en sombra de muerte les amaneció la luz” (Is. 9, 1). Jesús ha comenzado su vida pública, su luz debe llegar a todas las oscuridades del ser humano, su Reino debe extenderse por toda la tierra. Pone tan grande empresa en unos pescadores, Andrés, Simón, Santiago y Juan, a quienes ha ido a buscar a la periferia. Hoy también se acerca a nosotros en el lugar existencial en el que nos encontramos, pone su mirada y nos invita a seguirle con la finalidad de convertirnos en pescadores de hombres. Para ello debemos pasar un proceso largo de transformación en el que se irá desocultando nuestra verdadera identidad de hijos, en la medida que descubramos la identidad del Padre, que se revela misericordiosamente Jesucristo. Así pues, nos ha llamado para participarnos su misión, hacer que todos tengan a Dios como Padre, y puedan así hacer efectivo el amor entre los hermanos.

Se requiere una gran disposición y un gran celo por las almas, una convicción firme en lo que decía San Vicente, “no me basta amar a Dios si mi prójimo no lo ama”. Esto nos da una disponibilidad única para ir a cualquier lugar donde el Amor aún no es amado, y una certeza de que Dios nos acompaña, pues somos sólo trabajadores, Él es el dueño de la obra. Él es la luz, nosotros solamente la transmitimos. Que María Reina de las misiones nos ayude en esta tarea.

Preguntas:

  • ¿Soy agradecido con el don de la fe que he recibido de mis mayores?
  • ¿De qué manera soy consciente de la misión de ser pescador de hombres y mujeres?
  • ¿Estoy dispuesto a desprenderme de ciertas “comodidades” para anunciar sin temor el Evangelio a todos los lugares?

OCTAVO DÍA
Misioneros a ejemplo de San Vicente de Paúl

Signo: Imágenes de varios santos y beatos de la Familia Vicentina (San Francisco Regis Clet, San Justino de Jacobis, San Juan Gabriel Perboyre, Santa Luisa de Marillac, Santa Catalina Labouré, entre otros); fotografías de algunos Vicentinos destacados por su actividad en medio de nosotros y la frase: “Seamos santos y sabios para ser el tesoro de la Iglesia de hoy”

Canción: Un amor ardiente a Jesucristo

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Iluminación Bíblica: Mateo 25, 34-46

“Entonces dirá el Rey a los de su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.» Entonces los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?» Y el Rey les dirá: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.» Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.» Entonces dirán también éstos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?» Y él entonces les responderá: «En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.» E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

“El Hijo de Dios podía arrebatar a todos los hombres con su divina elocuencia, pero no quiso hacerlo; al contrario, para enseñar las verdades de su evangelio se sirvió siempre de expresiones comunes y familiares; siempre quiso ser más bien humillado y menospreciado que alabado o estimado. Veamos, pues, hermanos míos, cómo hemos de imitarlo; para ello reprimamos esos pensamientos de soberbia en la oración y en las demás ocasiones, sigamos en todo las huellas de la humildad de Jesucristo, usemos palabras sencillas, comunes y familiares, y cuando Dios lo permita, quedemos contentos de que no se tenga en cuenta lo que decimos, que nos desprecien, que se burlen de nosotros, teniendo la certeza de que, sin una verdadera y sincera humildad, nos es imposible obtener ningún provecho ni para nosotros ni para los demás” (XI, 781).

Reflexión:

El 30 de mayo de 1659, San Vicente hacía una conferencia sobre la caridad a sus misioneros, en el auditorio de San Lázaro. En uno de sus apartes les dice: “…Por tanto, nuestra vocación consiste en ir, no a una parroquia, ni sólo a una diócesis, sino por toda la tierra; ¿para qué? Para abrazar los corazones de todos los hombres, hacer lo que hizo el Hijo de Dios, que vino a traer fuego a la tierra para inflamarla de su amor. ¿Qué otra cosa hemos de desear, sino que arda y lo consuma todo?” (XI, 553).

Estos primeros misioneros, al igual que el Fundador ardían en celo por la salvación de las almas, y muy prontos y generosos como Portail y de la Salle llevaron el evangelio a las comarcas francesas en medio de la guerra, la peste y el hambre. Pero la visión De Paúl divisó más allá de los mares y las campiñas francesas, entre otras, las lejanas tierras de Polonia la Berbería y Madagascar en el África. Centenares de ignotos misioneros se santificaron en los campos y en los seminarios. Sus nombres ni siquiera se conservan en los catálogos de la Comunidad, pero sí en el “libro de la vida”. Estos son los santos de la “puerta del lado” en expresión del Papa Francisco.

La Iglesia ha elevado al honor de los altares, a 65 de nuestros hermanos de la Congregación de la Misión. Nunca escatimaron esfuerzos, luchas y sudores para llevar la Buena Nueva a los pobres. Bástenos decir que en cada siglo encontramos brillantes aureolas: en el XVII el sol resplandeciente del Fundador, en el XVIII los mártires de la Revolución Francesa, en el XIX Clet, Perboyre, De Jacobis, Durando, y en el XX el ejército de los españoles con el Velasco a la cabeza, y en el XXI la aureola nos espera a nosotros, a ti y a mí…en definitiva, creo que no nos interesa esto, sino seguir el camino de Jesús y hacer cada día su voluntad, realizando así su querer: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap. 2,10).

Preguntas:

  • ¿Conservo en mi vida la llama del amor primero que me trajo a la Comunidad?
  • ¿Estoy dispuesto a santificarme en medio de la realidad donde el Señor me ha colocado?
  • ¿Tengo la disponibilidad misionera para ir allí donde más me necesiten?

NOVENO DÍA
San Vicente y la época de la pandemia.
Una respuesta con Esperanza

Signo: fotografías de los problemas del mundo de hoy entre ellos la pandemia, pero también las nuevas pobrezas. En el centro la imagen de Jesucristo y San Vicente de Paúl, un cirio encendido y la Biblia. La Frase: “Testigos de la Esperanza, mensajeros de la luz en medio de las tinieblas”  

Canción: Vicente de Paúl en ti vemos a Dios.

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Iluminación Bíblica: Marcos 1, 40-45

“Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes”.

Palabra del Señor

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

“¡Dichosos nuestros hermanos que están en Polonia y que han sufrido tanto durante estas últimas guerras y durante la peste, y que todavía están sufriendo por ejercitar la misericordia corporal y espiritual y por aliviar, asistir y consolar a los pobres! ¡Felices misioneros, a los que ni los cañones, ni el fuego, ni las armas, ni la peste han hecho salir de Varsovia, donde los retiene la miseria de los demás; que han perseverado y todavía perseveran animosamente, en medio de tantos peligros y sufrimientos, por misericordia con los demás! ¡Qué felices son por emplear tan bien este momento de tiempo que es nuestra vida en la misericordia! Sí, este momento, porque nuestra vida no es más que un momento, que vuela y desaparece enseguida. ¡Ay! Mis setenta y seis años de vida no me parecen ahora más que un sueño y un momento; y nada me queda de ellos, sino la pena de haber empleado tan mal esos instantes. Pensemos en el pesar que tendremos a la hora de nuestra muerte, si no utilizamos estos momentos de nuestra vida en ser misericordiosos” (XI, 234).

Reflexión:

Este último día de la Novena, la Palabra de Dios nos invita a centrar la mirada en Jesús, capaz de limpiar las lepras que nos impiden acercarnos con un corazón nuevo a la comunidad. La petición que dirigimos a Dios de librarnos de las enfermedades, de las plagas, de los desastres naturales, etc., se devuelve a nosotros como un grito frenético de Dios que nos pide ser auténticos y verdaderos guardianes de la vida, promoviendo en nosotros el respeto y la tolerancia, el amor y el perdón; verdaderos valores que día a día se ven más como debilidades.

San Vicente de Paúl nos dejó un gran legado; nunca se es tarde para empezar de nuevo, para volver a Jesús, y nunca se es demasiado viejo para responder con generosidad a Dios. Todos somos llamados a ser misioneros, proclamadores de la Buena Nueva de Dios, que nos invita a desarmar los discursos de odio y de venganza que enlodan nuestras relaciones humanas, y empezar con el hisopo de la esperanza a rociar los desiertos donde abunda la muerte y la desolación.

Dios nos ama, pero nos cuesta mucho reconocer esa gratuidad, esa donación sin condición, que nos exige hacer con los demás, lo que Él ha hecho con nosotros: “tener misericordia”. A ejemplo de San Vicente de Paúl, hoy nosotros como cristianos no podemos caer en un pesimismo o en un sin sentido de la vida. La experiencia de fe nos permite ver la realidad con ojos siempre nuevos, se nos quita ese velo de egoísmo que nos impide ver al otro como prójimo, como hermano y redescubrir la alegría de ser hijos de Dios.

Preguntas:

  • ¿Qué mensaje estoy dándole a mis hermanos en estos tiempos difíciles?
  • ¿Qué enseñanza me dejó esta novena que hoy terminamos y qué aprendimos de nuevo de San Vicente de Paúl?
  • ¿Cuáles son mis compromisos para ayudar en la misión evangelizadora de la Iglesia?
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