El acontecimiento de Chatillon Les Dombes

El acontecimiento de Chatillon Les Dombes

I. LOS ORÍGENES

Como dijo San Pedro en casa de Cornelio: “La cosa empezó en Galilea” (Hch 10,37), nosotros podemos parodiar el texto diciendo: La cosa empezó en Châtillon – les – Dombes.

Hoy se llama Châtillon-sur-Chalaronne. Y es una población y comuna francesa, en la región de Ródano-Alpes, departamento de Ain, en el distrito de Bourg-en-Bresse. Es la cabecera y mayor población del cantón de su nombre.

En tiempos de San Vicente tenía una población de unos 1200 habitantes, en el 2011, 4940. Hasta poco tiempo antes, Chatillon había sido una región de guerra, y en 1617 bastantes edificios estaban destruidos; además, muchas personas se habían convertido al protestantismo.

Vicente de Paúl, determina dedicarse a las pobres gentes del campo, y con el apoyo del Cardenal de Bérulle, huye de la casa de los Gondi y llega a esta aldea en agosto de 1617. Y por cierto se hospeda en casa de un hugonote, el Señor Juan Beynier. Contaba entonces con 37 años de edad.

Al poco tiempo de haber llegado el 20 de agosto, se le acercan unas personas avisándole de una fuerte necesidad que tenía una familia, y esto propició un cambio fuerte tanto en su vida como en las personas que lo rodeaban. Tenemos la dicha de conservar de vida voz, lo que él nos dejó al respecto el 13 de febrero de 1646, cuando al exhortar a las Hijas de la Caridad sobre el servicio de los pobres, dice:

“Sabed, pues, que estando cerca de Lyon en una pequeña ciudad en donde la Providencia me había llevado para ser párroco, un domingo, como me estuviese preparando para celebrar la santa misa, vinieron a decirme que en una casa separada de las demás, a un cuarto de hora de allí, estaba todo el mundo enfermo, sin que quedase ni una sola persona para asistir a las otras, y todas en una necesidad que es imposible expresar. Esto me tocó sensiblemente el corazón; no dejé de decirlo en el sermón con gran sentimiento, y Dios, tocando el corazón de los que me escuchaban, hizo que se sintieran todos movidos de compasión por aquellos pobres afligidos.

Después de comer se celebró una reunión en casa de una buena señorita de la ciudad, para ver qué socorros se les podría dar, y cada uno se mostró dispuesto a ir a verlos, consolarlos con sus palabras y ayudarles en lo que pudieran. Después de vísperas, tomé a un hombre honrado, vecino de aquella ciudad, y fuimos juntos hasta allá. Nos encontramos por el camino con algunas mujeres que iban por delante de nosotros, y, un poco más adelante, con otras que volvían. Y como era en verano y durante los grandes calores, aquellas buenas mujeres se sentaban al lado del camino para descansar y refrescarse. Finalmente, Hijas mías, había tantas, que se podría haber dicho que se trataba de una procesión.

Apenas llegué, visité a los enfermos y fui a buscar el Santísimo Sacramento para los que estaban graves, no a la parroquia del lugar, porque no había ninguna, sino que dependía de un cabildo del que yo era prior. Así pues, después de haberlos confesado y dado la comunión, hubo que pensar en la manera de atender a sus necesidades. Les propuse a todas aquellas buenas personas, a las que la caridad había animado a acudir allá, que se pusiesen de acuerdo, cada una un día determinado, para hacerles la comida, no solamente a aquéllos, sino a todos los que viniesen luego; fue aquél el primer lugar en donde se estableció la Caridad” S.V.P. IX, 232-233.

¡Es necesario organizar la Caridad! Esa misma tarde Vicente ponía en marcha su proyecto. Tres días después, el miércoles 23 de agosto, organizaba el primer grupo de mujeres piadosas del pueblo, que tocadas por la compasión las animó a crear una asociación encargándoles de ocuparse de los enfermos en sus casas. SVP, X, 567. Doc.197., entre ellas Francisca Baschet y señora de Chassaigne y Carlota de Brie, señora de Brunand.

Vicente les hizo un Reglamento provisional de la Asociación. Cfr. SVP. X. Doc. 198. 569-570) que había redactado él mismo, con un objetivo claro y definido: “Asistir espiritual y corporalmente a los pobres”. Y se indica la razón: “La Caridad es la marca infalible de los verdaderos hijos de Dios”. Al día siguiente se comprometían a empezar la buena obra, realizando el servicio cada día, una por orden de inscripción.

El Reglamento provisional de agosto recoge tres elementos esenciales:

1. Organización del servicio a realizar.

2. Ayuda (en cuerpo y alma) a los enfermos en sus domicilios.

3. Espiritualidad evangélica fuerte y competencia profesional, realizando el servicio con cuidado y ternura.

Unos meses más tarde el Señor de Paúl, elaborará un precioso Reglamento oficial, digno de leerse y profundizarse, pues muestra toda la finura, la organización y el acierto en su elaboración (Cfr. SVP. X. Doc. 200. Noviembre y diciembre de 1617. 574-588). Así, pues, el Arzobispo de Lyon reconoce oficialmente la primera Caridad el 24 de noviembre de 1617, y erige oficialmente la Cofradía el 8 de diciembre de 1617.

Este es el origen de lo que San Vicente llamó las “Caridades”, que luego del Vaticano II se ha denominado como la AIC (Asociación internacional de Caridades), la más antigua Asociación laical femenina en la historia del Voluntariado.

II. APROXIMACIÓN Y LECTURA DE LOS ACONTECIMIENTOS:

Para desarrollar nuestro tema, me he inspirado en la aterrizada reflexión que ha hecho el P. Eli Chaves dos Santos, c.m. antiguo Consejero General de la c.m., y luego del rico e enjundioso mensaje que el Papa ha enviado a la A.I.C. en febrero pasado.

Podemos celebrar este acontecimiento desde tres claves, distintas pero complementarias: el Κρόνος cronos, καιρός el kairos y el ἔσχατον eschaton.

La primera:

Cronos: Es un lapso de tiempo, un periodo determinado. Un tiempo terrenal, que se puede medir como la creación del sol, la luna y las estrellas (Gén. 1:14-18). Así encontramos las unidades de medida de nuestro tiempo: milenio, siglo, año, mes, día, horas, etc. Es el tiempo del hombre.

En nuestro caso: Un tiempo dentro del calendario: agosto de 1617…En un lugar: Chatillon-les-Dombes…sur de Francia…

Veamos las ETAPAS DE ESTA EXPERIENCIA:

a. …“ vinieron a decirme…”

La iniciativa viene de los LAICOS. Todo parte de la persona que se acerca a Vicente antes de misa y le advierte:

“…La Providencia me había llevado para ser párroco, un domingo, como me estuviese preparando para celebrar la santa misa, vinieron a decirme…”

b. La calidad de la ESCUCHA y el don de PERSUASIVO de San Vicente:

“… No dejé de decirlo en el sermón con gran sentimiento, y Dios, tocando el corazón de los que me escuchaban, hizo que se sintieran todos movidos de compasión por aquellos pobres afligidos…”

c. “…Les propuse a todas aquellas buenas personas…”

San Vicente pasa a continuación, de una manera rápida y eficaz del impulso espontáneo a la ORGANIZACIÓN de una acción. Diríamos en expresión suya, pasa del amor afectivo al amor efectivo pero organizado:

“…Visité a los enfermos y fui a buscar el Santísimo Sacramento para los que estaban graves, no a la parroquia del lugar, porque no había ninguna, sino que dependía de un cabildo del que yo era prior. Así pues, después de haberlos confesado y dado la comunión, hubo que pensar en la manera de atender a sus necesidades. Les propuse a todas aquellas buenas personas, a las que la caridad había animado a acudir allá, que se pusiesen de acuerdo, cada una un día determinado, para hacerles la comida, no solamente a aquéllos, sino a todos los que viniesen luego; fue aquél el primer lugar en donde se estableció la Caridad”

En Folleville se dio el primer sermón de la Misión, en Chatillon se organizó la caridad. Son acontecimientos cronológicos que este año podemos recordar, y más aún ir y celebrarlos allí en los lugares físicos que por dicha aún existen, que por cierto se harán a lo largo de todo este año jubilar. Pero no podemos quedarnos en sólo conmemoraciones, como de hecho ya se hizo en Chatillon el encuentro mundial de la AIC, vendrán un encuentro con el Papa, grandes celebraciones de la Eucaristía, peregrinaciones al “Berceau” de la Asociación, libros, postales, videos… Esto es maravilloso, pero hemos de dar nuevos y decididos pasos. Pasemos a la siguiente llave:

La segunda clave:

Kairos: Es la medida correcta, tiempo oportuno, tiempo favorable, momento señalado y preciso de Dios. Cronos marca la cantidad, Kairos la calidad, Rom. 5:6. Kairos es el tiempo oportuno y diseñado por Dios, que interviene en la vida de los hombres de una manera providencial. Tiempo diseñado en el cielo, que se manifiesta en la tierra, para bendición de los hombres.

Estas dos experiencias no se quedaron en el tiempo. Son experiencias inseparables, una lleva a la otra, y nos muestran la comprensión de estas realidades desde la fe de un hombre que habiéndose dejado tocar por el Señor, acoge, descubre y profundiza esta gracia (que llamamos carisma) que el Espíritu Santo ha puesto en su corazón, y de un modo nuevo, no copiado del pasado, lo lleva a responder con nuevas maneras al Señor de los pobres, que lo llamó, consagró y envió para servirlo en sus personas.

Y nosotros hemos recibido ese legado, y lo llevamos durante 400 años en “vasijas de barro” (2 Cor. 4,7). Ahora, es el tiempo de Dios para rehacer y actualizar de manera vital y espiritual, la experiencia de San Vicente de Paúl, en el aquí y ahora que Dios nos regala.

Destaco algunos caminos que considero responden a esta realidad:

– Los 400 años, son un tiempo de gracia, para rehacer y actualizar existencial y espiritualmente la experiencia de San Vicente de Paúl. Es el paso de la Providencia que llega, con una nueva brisa a la que hemos de estar atentos para escuchar, discernir y actuar, según el corazón de Dios y de San Vicente.

– El trabajo con los pobres y para los pobres, tiene un matiz especial, no es el de una ONG (aunque para efectos civiles lo sea), o como cualquiera otra entidad, como las hay muchas que trabajan por los pobres. Como lo hizo San Vicente nuestro trabajo parte de una fe profunda, que lleva a un encuentro con Cristo evangelizador de los pobres, presente, oculto y abandonado en sus personas. Trabajo que une indisolublemente la misión y la caridad.

– Este kairós tiende a revitalizar el carisma, superar la rutina que nos ha llevado a hacer siempre lo mismo, y con serena humildad reconocer los errores históricos como el paternalismo, que en muchas veces le ha cortado la dignidad y el crecimiento a los pobres. ¿Cómo no reconocer el paso de Dios por la F. V. con la nueva mentalidad que nos brinda hoy “el cambio sistémico”? ¿No será éste un camino renovado y creativo para no dejar morir el legado carismático recibido de San Vicente?.

– Una conversión permanente:

a. San Vicente fue un buen pastor, que no solamente motivó a sus feligreses para correr a atender a los pobres “como se corre a apagar un fuego que está ardiendo”, sino que él mismo fue a cerciorarse de la realidad. Nuestro santo es un abanderado del contacto directo con el pobre, en su realidad misma descubre allí cuáles son las verdaderas necesidades. ¿No será el tiempo de dejar la atención a los pobres desde la oficina, e ir hasta su propia realidad?

b. Hasta 1971, la AIC dependía del Superior General de la c.m. y de los misioneros, y luego se cedió toda la orientación a las mismas voluntarias. Si esto fue un gran avance gracias al Vaticano II, ¿no será que esto llevó a los misioneros y a las hermanas a abandonar del todo la asesoría y el apoyo espiritual, que se requiere para seguir siendo fieles al espíritu de San Vicente de Paúl? ¿ No será este año jubilar una gracia, para volver a recobrar este espacio perdido con nuestras hermanas mayores?.

c. Hemos tenido un gran avance: Ahora nos reconocemos más y más como hijos e hijas de un mismo padre. Es el tiempo de aunar fuerzas de fraternidad, conocimiento y colaboración conjunta, e ir hacia las nuevas fronteras, hacia las periferias de las nuevas pobrezas donde los pobres nos gritan y llaman con desesperación. Trabajamos mucho por los pobres, pero cada rama por su lado, cómo sería un trabajo mancomunado de todos?

La tercera clave:

Escaton: “En la unicidad de la vida humana se ve claramente su seriedad. La vida humana no puede repetirse. Como la vida terrena es camino para las realidades escatológicas, el modo como procedemos en ella tiene consecuencias irrevocables. Por ello, esta nuestra vida corporal conduce a un destino eterno”. Lo dice acertadamente la Comisión Teológica Internacional. No. 10.

¿Y cómo hacemos ese camino para alcanzar las realidades del mañana?

– El Papa Francisco ha enviado una hermosa carta a la AIC (22 de febrero de 2017) con ocasión de estas efemérides. “Les expreso mis mejores deseos para que esta buena obra continúe con su misión de llevar un auténtico testimonio de la misericordia de Dios a los más pobres.” Es el deseo de Papa que invita a mirar el pasado con gratitud, el presente con energía y el futuro con esperanza. A partir de San Vicente crear un movimiento de misericordia con quienes son los herederos del Reino.

– Y el Papa prosigue: “…abrirse a sus sorpresas, para discernir, bajo el soplo del Espíritu Santo, nuevos caminos para que el servicio de la caridad sea siempre más fecundo!”. Qué gran discernimiento ha de llegar para buscar esos caminos, no tenemos la fórmula matemática para ello, pero sí tenemos la fuerza del Espíritu de Dios que exige de nosotros una escucha atenta al clamor de las necesidades de nuestro mundo.

– Hay en la carta un elemento que al menos para mí es novedoso: Los pobres no son sólo destinatarios de nuestro servicio evangelizador, ellos tienen una misión para con nosotros “convertirnos”. Dice así: “Su trabajo, con ellos y por ellos, quería reflejar la bondad de Dios con sus criaturas. Veía a los pobres como representantes de Jesucristo, como miembros de su cuerpo sufriente; era consciente de que los pobres, también ellos, estaban llamados a construir la Iglesia y, a su vez, a convertirnos”.

– La AIC está llamada a “promover el desarrollo de los menos favorecidos y aliviar la pobreza y los sufrimientos materiales, físicos, morales y espirituales”, es hacer efectiva la Nueva evangelización.

– Este compromiso ha de seguir como lo hizo San Vicente, basado en la confianza plena en la Divina Providencia. Esto implica tener los pies bien plantados en la realidad, los oídos atentos para escuchar el clamor de las nuevas pobrezas, un corazón libre para amar y dispuesto a una continua conversión, la boca abierta para anunciar y denunciar, la cabeza pronta para pensar, y las rodillas siempre dobladas ante el Señor evangelizador de los pobres para implorar las auténticas luces para actuar con audacia.

– Para “ver” estas pobrezas y acercarse a ellas, no basta seguir grandes ideas sino vivir el misterio de la Encarnación, ese misterio tan amado por San Vicente de Paúl, misterio de ese Dios que se abajó haciéndose hombre, que vivió entre nosotros y murió “para levantar al hombre y salvarlo”. Hoy existen nuevas espiritualidades desencarnadas, misticoides por decir algo, alienantes y sin fundamentación bíblica y eclesial, que por estar en el mercado de nuevas ofertas hemos de discernir para no dejarlos embaucar.

– La credibilidad del Evangelio pasa por cada uno de nosotros: …“no se trata de reencontrar a Cristo en los pobres, sino de que los pobres perciban a Cristo en vosotros y en vuestro actuar. Si estáis enraizados en la experiencia personal de Cristo, podrán contribuir también a una “cultura de la misericordia”, que renueva profundamente los corazones y abre a una nueva realidad”.

– Y qué especial, que cuando todos los honores se los lleva San Vicente, el Papa “dignifica” a Santa Luisa mostrando la riqueza escondida que hay detrás de ella: “Por último, les invito a contemplar el carisma de santa Luisa de Marillac, a quien san Vicente confió la organización y la coordinación de las Caridades, y a encontrar en él esa finura y esa delicadeza de la misericordia que nunca hiere ni humilla sino que levanta y vuelve a dar valor y esperanza”.

Se ha dicho que el siglo XXI es el siglo de los laicos. Y en nuestra F. V. lo han sido y lo seguirán siendo. Las AIC con un cuatricentenario vivir nos está mostrando a toda la F.V. que seguirán vivas hasta “la venida gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo”, si continúan en esa apertura constante a la voluntad de Dios, y quienes somos consagrados fortalecer, animar y acompañar a nuestras hermanas mayores.

– Unos y otros, necesitamos una lectura desde la fe de estos acontecimientos, que nos lancen con una ardiente caridad hacia el mañana, abriendo con esperanza un futuro en profetismo, y ayudando a los pobres a construir una vida digna y justa como hijos de Dios.

– Somos una gran familia, la F.V., llamada a unir fuerzas para crear un mundo de amor y misericordia para los pobres, superando la cultura reinante de hedonismo, confort, consumismo, apatía e individualismo. Cómo no soñar con una “mega F.V”. siendo una única fuerza para servir a los pobres!

Este año 2017 tiene una tarea especial diseñada por el Superior General anterior: “Fui forastero y me hospedasteis”. Todo un cuestionamiento, todo un reto, todo un camino por hacer. ¿Cómo F. V. qué podemos hacer con los desplazados y emigrantes? ¿Ante los desplazados de la guerrilla, los paramilitares, los hermanos venezolanos y los emigrantes que pasan a Colombia para ir a otros países, qué podemos hacer en concreto? ¿Cómo podemos hacer realidad el querer del Papa quien nos llama a salir a las periferias? ¿Y cómo vamos a desarrollar la fidelidad creativa del carisma?

– Así pasaremos de las celebraciones cronológicas, de este año con muchas actividades como lo he anotado anteriormente: Encuentro con el Papa, congresos mundiales, regionales, provinciales, programas de televisión, radio y publicaciones de una y de otra clase…que siendo buenas han de lanzarnos a ver este año como el paso del Señor por nuestra gran familia, para construir un futuro evangélico de “misión y caridad”, que nos lleve a volver a nuestras raíces carismáticas, dejando aquello que no ha sido digno de nuestra vocación y misión y volviendo al “amor primero”(Ap.2,4) que un día nos inflamó a todos.

In nómine Domini como le gustaba exclamar al Fundador, y sabiendo que “el amor es inventivo hasta el infinito”, como Simón Pedro podemos afirmar: Maestro… en tu palabra echaremos la red. Lc.5,5.

III. CHATILLON Y NOSOTROS…PISTAS PARA NUESTRO INTERCAMBIO

1. El acontecimiento de Chatillon ha de ser un acontecimiento de gracia, que en este cuarto centenario ha de interpelarnos como F.V.
– ¿En nuestro mundo cercano qué llamadas tenemos?
– ¿Estamos atentos para escucharlas?
– ¿Cómo podemos responder al estilo vicentino?

2. Chatillon es la respuesta a una caridad bien organizada.
– ¿Qué respuestas le estamos dando a estas llamadas que escuchamos ?
– ¿Estamos luchando para erradicar la pobreza o nos contentamos con el asistencialismo?

3. La respuesta afectiva y efectiva de San Vicente es resultado de su fuerte vida espiritual.
– ¿Somos verdaderos enamorados de Jesucristo y este amor se manifiesta en nuestro compromiso con los pobres?

4. En las grandes pobrezas del siglo XVII San Vicente, para un trabajo eficaz con los pobres unió las fuerzas de la CM, las HH.CC. y las AIC.
– ¿Cómo podremos unir nuestras fuerzas, para atender las miserias tanto antiguas como también las nuevas del mundo de los pobres?

ANEXO 1
EL CAMINAR HISTÓRICO

1617: Primera inspiración en Châtillon-les-Dombes por San Vicente de Paúl, donde más de 50 mujeres responden y prestan los primeros servicios a una familia necesitada. San Vicente funda la primera Cofradía de la Caridad.

1625: Fundación de la Congregación de la Misión. En la Bula Salvatoris Nostri, se da aprobación de la Congregación de la Misión. Se afirma que la Congregación fue fundada para la evangelización de los pobres y debe procurar fundar las Cofradías de la Caridad, para que los pobres sean servidos y los laicos tenidos en cuenta en la evangelización.

1629: San Vicente de Paúl nombra a Santa Luisa de Marillac visitadora de las Cofradías de la Caridad, diciéndole: “Vaya pues, Señorita, en el nombre de Nuestro Señor, que sea su alivio en el camino, su sombra contra el ardor del sol, su cobijo de la lluvia y el frio, lecho blando en su cansancio, fuerza en su trabajo y que finalmente la devuelva con perfecta salud y llena de buenas obras”.

1632: Santa Luisa visita y organiza las Caridades en Paris y aldeas cercanas.

1633: Fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad. San Vicente confía a Santa Luisa la extensión de las Caridades.

A partir de 1634:
Las Caridades desbordan Francia, estableciéndose en Italia (1634), después en Polonia (1651). La Asociación es ya internacional en vida de San Vicente. Durante los siglos siguientes, las Caridades se extienden por numerosos países. Otros grupos surgen espontáneamente, y al tener los mismos objetivos, se unen a la Asociación Internacional (entre ellos Alemania y Bélgica).

De 1789 a 1840:
La revolución francesa obliga a las “Caridades” francesas a suspender sus actividades; los lazos con las “Caridades” de otros países se interrumpen. La asociación francesa vuelve a tomar vida en

1840 y restablece los contactos.

1930: Primer Congreso Internacional de las Caridades en Paris.

1971: Reunión internacional extraordinaria en Roma, las delegadas de 22 países votan los nuevos estatutos, eligen un Comité Ejecutivo, una Presidenta Internacional, trazan líneas de acción para la renovación de la asociación. La Asociación toma la denominación AIC – Asociación Internacional de Caridades. El secretariado internacional se traslada de Paris a Bruselas. El Superior General de la Congregación de la Misión traspasa a las presidentas electas por la Asamblea Internacional de Delegadas la dirección de la Asociación. Los Misioneros Vicentinos se convierten en “Consejeros espirituales” a todos los niveles de la Asociación.

1977: Celebración del 360° aniversario de las “Caridades” y redacción para esa ocasión de una “Declaración del 360° aniversario de la AIC”.

1981: Presentación oficial del Documento de Base AIC “Contra las pobrezas actuar juntos”, cuyo objetivo es definir el proyecto fundamental de San Vicente, adaptándolo a las nuevas realidades.

1986: Se concede la personalidad jurídica de derecho civil a la AIC, la cual es reconocida oficialmente como asociación internacional sin fines de lucro según el derecho belga, y se aprueban sus estatutos.

2010: Gran Jubileo del 350° aniversario de la muerte, de los Fundadores San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac.

2017: Celebración del 400° Aniversario de la fundación. Durante los días 12, 13, 14 y 15 de marzo de este año se realizó en Chatillon la Asamblea Internacional. Alrededor de 350 miembros de la AIC venidos de 44 países de todo el mundo se hicieron presentes. Se elaboró el nuevo “Documento de identidad de la AIC”. Este Documento sustituye, a partir de ahora, al que ha estado rigiendo, durante 36 años en la AIC: el llamado Documento de Base titulado “Contra las pobrezas, actuar juntos”.

LA AIC EN LA ACTUALIDAD

La AIC es hoy una red internacional de lucha contra todas las formas de pobreza y de exclusión. Esta red cuenta con más de 150.000 voluntarios, mayoritariamente mujeres, que se comprometen gratuitamente a trabajar por los pobres.

Tiene miembros en 53 países de África, América Latina, Estados Unidos, Asia y Europa. Sus miembros forman las asociaciones nacionales que aglutinan los grupos locales de voluntarios de un mismo país. La red internacional cuenta con más de 5.100 grupos locales en el mundo.

Reconocida por la Santa Sede, la Asociación Internacional de Caridades ha sido confirmada como asociación internacional de fieles, por el Consejo Pontificio para los Laicos con decreto de 26, del 15 de marzo 2007. En cuanto ONG, tiene estatuto consultivo en el ESOCOC y en el Consejo de Europa y tiene relaciones operativas con la UNESCO.

ANEXO 2: ACTA DE FUNDACIÓN
200 [126,XIII,423-439] CARIDAD DE MUJERES DE CHATILLON-LES-DOMBES
[Noviembre y diciembre de 1617]

Puesto que la caridad para con el prójimo es una señal infalible de los verdaderos hijos de Dios y como uno de los principales actos de la misma es visitar y alimentar a los pobres enfermos, algunas piadosas señoritas y unas cuantas virtuosas señoras de la ciudad de Châtillon-les-Dombes, de la diócesis de Lión, deseando obtener de la misericordia de Dios la gracia de ser verdaderas hijas suyas, han decidido reunirse para asistir espiritual y corporalmente a las personas de su ciudad, que a veces han tenido que sufrir mucho más bien por falta de orden y de organización que porque no hubiera personas caritativas. Pero, como podría temerse que después de comenzar esta buena obra se viniera abajo en poco tiempo si, para mantenerla, no tuviera alguna unión y vinculación espiritual, han decidido juntarse en una corporación que con el tiempo pueda erigirse en cofradía, con el siguiente reglamento, todo ello con el beneplácito del señor arzobispo, su venerable prelado, al que queda totalmente sometida esta obra. Dicha cofradía tomará el nombre de Cofradía de la Caridad, a imitación del hospital de la Caridad de Roma. Y las personas de las que está compuesta principalmente llevarán el nombre de sirvientas de los pobres o de la Caridad.

Patrono y finalidad de la obra

Puesto que todas las santas cofradías de la iglesia tienen la santa costumbre de proponerse un patrono a quien imitar y todas las obras toman su valor y su dignidad de la finalidad por la que se hacen, estas sirvientas de los pobres toman por patrono a Nuestro Señor Jesucristo y como finalidad el cumplimiento de aquel ardentísimo deseo que tiene de que los cristianos practiquen entre sí las obras de caridad y de misericordia, deseo que nos da a conocer en aquellas palabras suyas: «Sed misericordiosos como es misericordioso mi Padre celestial», y aquellas otras: «Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que se os tiene preparado desde el comienzo del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer; estuve enfermo y me visitasteis; pues todo lo que hicisteis con uno de esos pequeños, a mí me lo hicisteis».

De las personas de la Cofradía

La cofradía estará compuesta de mujeres, tanto viudas, como casadas y solteras, de conocida piedad y virtud, en cuya perseverancia se pueda esperar con seguridad, con tal sin embargo que las casadas y las muchachas tengan permiso de sus maridos, o de sus padres y madres; y para que con la muchedumbre no venga la confusión, el número podrá ser solamente de veinte personas, hasta que se adopte otra determinación. Y puesto que hay motivos para esperar que se harán fundaciones en favor de dicha cofradía y no es propio de mujeres llevar ellas solas la administración de las mismas, las sirvientas de los pobres elegirán como procurador a un piadoso y devoto eclesiástico o a un ciudadano virtuoso, solícito del bien de los pobres y no embarazado en negocios temporales, que será considerado como miembro de dicha cofradía, participará de las indulgencias que se le concedan, asistirá a las reuniones y tendrá voto en la decisión de las cosas que se propongan, lo mismo que las demás sirvientas, mientras ejerza el cargo de procurador, pero no luego.

Además de esto, la cofradía elegirá a dos mujeres pobres de vida honesta y devota, que se llamarán asistentas de los pobres enfermos, ya que será su obligación asistir a los que estén solos y no puedan moverse, atendiéndoles y sirviéndoles según las órdenes que les dé la priora; se les pagará convenientemente, según su trabajo, y además serán consideradas como miembros de dicha cofradía, participando de sus indulgencias y asistiendo a las reuniones, aunque sin tener en ellas voto deliberativo.

De los oficios

Una de las sirvientas de los pobres será nombrada priora de la cofradía. Para que todo vaya con orden, las demás la amarán, la respetarán como a su madre y la obedecerán en todo lo referente a los bienes y al servicio de los pobres, todo ello por amor a Nuestro Señor Jesucristo, que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Será su obligación mirar todo lo posible para lograr que todos los pobres sean alimentados y atendidos según estos estatutos, admitir para que los cuide la cofradía, durante el intervalo de las asambleas, a los enfermos que sean verdaderamente pobres y despedir a los que hayan curado; esto, sin embargo lo hará con el consejo de sus dos asistentas o de una de ellas, pudiendo no obstante, sin su consejo, ordenar que entregue la tesorera lo que crea necesario para hacer las cosas que no puedan dejarse para la próxima asamblea; y cuando haya recibido a algún enfermo, pasará enseguida aviso a la sirvienta que esté aquel día de servicio. Para el consejo y asistencia ordinaria a dicha priora se nombrará a dos de las más humildes y discretas de la Compañía, pero que atiendan con ella al bien público de los pobres y al mantenimiento de la cofradía.

Una de sus asistentes será nombrada subpriora y tesorera de la cofradía; su obligación será desempeñar las funciones de la priora en su ausencia, recibir el dinero y dar recibo del mismo, guardar la ropa y los demás muebles, comprar y guardar las provisiones necesarias para la asistencia de los pobres, entregar cada día a las sirvientas lo que se necesite para alimentarlos, mandar que laven la ropa, ejecutar las órdenes de la priora y tener un libro en el que escriba todo lo que reciba y lo que gaste.

Será obligación del procurador llevar a cabo y negociar los asuntos concernientes a los fondos temporales de la cofradía, con el consejo y la dirección del señor párroco, de la priora, de la tesorera y de la otra asistenta; proponer en cada una de las asambleas que se celebren para ello el estado de los asuntos que lleve entre manos; tener un libro en el que escriba las resoluciones que se tomen; rogar, de parte de la cofradía, al señor de la ciudad de Châtillon, a uno de los señores síndicos y al Señor rector del hospital, que asistan a la rendición de cuentas de la cofradía.

También será obligación suya tener arreglada su capilla, mandar decir las misas, guardar los ornamentos y comprar los que sean necesarios, con el consejo de las personas antes citadas. De la recepción de los enfermos y de la manera de asistirles y darles de comer. La priora admitirá para que los atienda la cofradía a los enfermos verdaderamente pobres, pero no a aquellos que tienen medios para cuidarse, siempre con el parecer de la tesorera y de la asistenta o de una de ellas. Cuando haya recibido a alguno, se lo comunicará a la que esté de servicio aquel día para que vaya a verlo enseguida; lo primero que hará será ver si necesita un camisón blanco para, en ese caso, llevarle uno de la cofradía, junto con sábanas blancas, si las necesita y no está en el hospital, donde hay, siempre que carezca de medios para proporcionarse ropa limpia. Una vez hecho esto, lo hará confesar para que comulgue al día siguiente, ya que es intención de dicha cofradía que confiesen y comulguen todos los que quieran ser asistidos por ella. Ante todo le llevará una imagen de un crucifijo, que colocará en un sitio el que pueda verlo, a fin de que, poniendo a veces los ojos en él, considere lo que el Hijo de Dios ha sufrido por él. Le llevará también los muebles que necesite, como una mesita, un mantel, un vaso, una escudilla, un plato y una cuchara, y luego avisará a la que esté de guardia al día siguiente para que cuide de limpiar y arreglar la casa del enfermo para que le lleven la comunión y haga todo lo demás.

Cada una de dichas sirvientes les preparará de comer y les servirá un día entero. Empezará la priora, seguirá la tesorera, luego la asistenta, y así una después de otra, según el orden de su recepción, hasta la última en llegar. Luego volverá a empezar dicha priora y la seguirán las demás, observando el orden ya comenzado, a fin de que mediante este turno los enfermos se vean siempre asistidos según estas normas; sin embargo, si una de ellas cayera enferma, quedará dispensada de su servicio advirtiéndoselo a la priora, a fin de que ella mande continuar el orden por medio de las otras. Y si alguna se viera impedida por algún otro motivo, hará de manera que sirva otra en su lugar, supliéndose una a otra.

La que esté de día, después de haber tomado todo lo necesario de la tesorera para poder darles a los pobres la comida de aquel día, preparará los alimentos, se los llevará a los enfermos, les saludará cuando llegue con alegría y caridad, acomodará la mesita sobre la cama, pondrá encima un mantel, un vaso, la cuchara y pan, hará lavar las manos al enfermo y rezará el Benedicite, echará el potaje en una escudilla y pondrá la carne en un plato, acomodándolo todo en dicha mesita; luego invitará caritativamente al enfermo a comer, por amor de Dios y de su santa Madre, todo ello con mucho cariño, como si se tratase de su propio hijo, o mejor dicho de Dios, que considera como hecho a sí mismo el bien que se le hace a los pobres. Le dirá algunas palabritas sobre Nuestro Señor; con este propósito, procurará alegrarle si lo encuentra muy desolado, le cortará en trozos la carne, le echará de beber, y después de haberlo ya preparado todo para que coma, si todavía hay alguno después de él, lo dejará para ir a buscar al otro y tratarlo del mismo modo, acordándose de empezar siempre por aquel que tenga consigo a alguna persona y de acabar con los que están solos, a fin de poder estar con ellos mas tiempo; luego volverá por la tarde a llevarles la cena con el mismo orden que ya hemos dicho.

Todos los enfermos tendrán el pan que necesiten, con un cuarto de cordero o de ternera cocida para comer, y otro tanto asado para cenar, excepto los domingos y fiestas, que se les podrá dar pollo o gallina para comer, o darles carne picada a la cena dos o tres veces por semana. Los que no tengan fiebre tendrán un cuartillo de vino cada día, mitad para la comida y mitad para la cena. Los viernes, sábados y demás días de abstinencia tomarán dos huevos, con potaje y un trozo de mantequilla para comer, y otro tanto para cenar, preparando los huevos según su apetito. Y si se encuentra pescado a precio razonable, se les dará solamente a la comida. Se les conseguirá permiso para que puedan comer carne en cuaresma y en los demás días prohibidos a los que se encuentren muy enfermos; y a los que por su enfermedad no puedan tomar carne, se les preparará caldos, empanadillas, refrescos de cebada y huevos frescos tres o cuatro veces por día.

De la asistencia espiritual y enterramiento

Y como la finalidad de este instituto no consiste solamente en asistir a los pobres en lo corporal, sino también en lo espiritual, las sirvientas de los pobres procurarán y pondrán todo su interés en disponer para vivir mejor a los que sanen, y a bien morir a los que mueran, dirigiendo a esta finalidad su visita, rezando con frecuencia a Dios por ello y teniendo algunas pequeñas elevaciones del corazón a Dios para este efecto. Además, convendrá que lean de vez en cuando algún libro devoto en presencia de los que sean capaces de sacar algún provecho de ello; les exhortarán a soportar la enfermedad con paciencia, por amor de Dios, y a creer que él se la envía para su mayor bien; les harán hacer algunos actos de contrición, que consiste en tener pesar por haber ofendido a Dios por amor a él mismo. a pedirle perdón y a hacer el firme propósito de no volver a ofenderle nunca; y en el caso de que se agravase su enfermedad, procurarán que se confiesen lo antes posible. En cuanto a los que estén en peligro de muerte inminente, se encargarán de avisar al señor párroco para que les administre la extremaunción, les moverán a que tengan confianza en Dios y que piensen en la muerte y pasión de Nuestro Señor Jesucristo, encomendándose a la Santísima Virgen, a los ángeles, a los santos, y especialmente a los patronos de la ciudad y a aquellos cuyo nombre llevan; harán todo esto con un gran celo de cooperar en la salvación de las almas y de llevarlas como de la mano hasta Dios.

Las sirvientas de la Caridad se preocuparán de hacer que entierren a los muertos a costa de la cofradía, darles una mortaja, mandar que hagan la fosa, a no ser que el muerto tenga medios para ello o provea a ello el rector de la iglesia, rogándole en este caso que así lo haga, y asistirán a los funerales de aquellos a quienes hayan atendido durante su enfermedad, si pueden hacerlo cómodamente, ocupando en todo esto el lugar de madres que acompañan a sus hijos hasta el sepulcro; de esta manera practicarán por entero y con mucha edificación las obras de misericordia espiritual y corporal.

Las asambleas.

Su finalidad y el orden que hay que guardar. Y como es sumamente útil para todas las comunidades consagradas a Dios que se reúnan de vez en cuando en algún local destinado para ello a fin de tratar no solamente de su progreso espiritual, sino también de todo lo que se refiere en general al bien de la comunidad, convendrá que dichas sirvientas de los pobres se reúnan todos los terceros domingos de cada mes en una capilla de la iglesia de dicha ciudad, destinada a este efecto, o en la del hospital; aquel mismo día o al día siguiente, a la hora que se determine, se celebrará una misa rezada por dicha cofradía; y después de comer, a la hora que parezca más oportuna, se reunirán en esa misma capilla, tanto para escuchar una pequeña exhortación espiritual, como para tratar allí de los asuntos referentes al bien de los pobres y al mantenimiento de dicha cofradía.

El orden que se observará en estas asambleas consistirá en cantar ante todo las letanías de Nuestro Señor Jesucristo o las de la Virgen y decir luego las oraciones que siguen. A continuación el señor párroco o su vicario hará una breve exhortación con vistas al progreso espiritual de toda la Compañía y a la conservación y prosperidad de la cofradía; luego propondrá lo que haya que hacer para el bien de los pobres enfermos, tomando las resoluciones por mayoría de votos, que irá recogiendo para este efecto empezando por la que haya sido recibida la última en la cofradía de sirvientas de la Caridad, y continuando según el orden de su recepción hasta el procurador, la tesorera y la priora; finalmente dará él mismo su voto, que tendrá fuerza deliberativa, lo mismo que si fuera uno de dichas sirvientas de los pobres. También será conveniente leer cinco o seis artículos de esta institución. Después se amonestarán caritativamente unas a otras por las faltas cometidas en el servicio a los pobres, pero todo esto sin confusión ni barullo y con las menos palabras que pueda hacerse. Concederán cada vez media hora de tiempo después de la exhortación a esta asamblea.

De la administración de lo temporal y de la rendición de cuentas.

El señor párroco, la priora, las dos asistentas y el procurador llevarán la administración de todos los bienes temporales de la cofradía, tanto muebles como inmuebles, y por consiguiente tendrán facultades para ordenar en su nombre a dicho señor procurador que haga todo lo que sea necesario para la conservación y el cobro de esos bienes.

La tesorera guardará el dinero, los papeles y los muebles, como se ha dicho y presentará cuentas todos los años, al día siguiente de Pentecostés, en presencia del señor párroco, de la priora, del procurador, de la otra asistenta y también del señor de la ciudad, de uno de los señores síndicos y del señor rector del hospital de Châtillon, con tal que sea de la religión católica, apostólica y romana, a todos los cuales se les rogará de parte de la cofradía que asistan a esa asamblea, y se creerá a dicha tesorera solamente Por la declaración que haga, de que sus cuentas son verdaderas, sin que pueda borrarse ninguno de los artículos de ellas ni se pueda demandar a su marido ni a sus hijos, tanto porque se puede tener plena confianza en ella, ya que será de plena probidad, pues habrá de ser elegida de entre esas personas, como porque, si alguna pudiera ser demandada por ello no habría nadie que quisiera tomar ese cargo.

Después de haber oído las cuentas, el procurador expondrá a los asistentes la situación de los asuntos temporales de dicha cofradía y todo lo que haya hecho y administrado durante el año, a fin de que por el relato que haga de ello el señor de la ciudad, el síndico, el rector y los miembros del consejo de la ciudad puedan quedar suficientemente instruidos de la administración de los bienes temporales de dicha cofradía y, si reconocen que hay en ello algo malo, puedan recurrir a nuestro venerable prelado el señor arzobispo para que ponga el debido remedio, ya que dicha cofradía está por entero sometida a él, por lo que en caso necesario se les suplica a dichos señores con toda humildad que así lo hagan por amor de Dios.

La priora tendrá un libro de notas, en el que mandará a la tesorera que anote los papeles, el dinero y los muebles de dicha cofradía; y en el caso de que ella no quisiera encargarse, ni ninguna de las demás, más que solamente de los muebles y de parte del dinero, como por ejemplo lo que se necesitara para la comida de los pobres durante un mes, la cofradía ordenará a dicho procurador que se encargue de lo demás y dé cuentas de ello; así tendrá que hacerlo, sin que pueda negarle a la tesorera todo lo que la cofradía o la priora le ordene, que habrá de entregar para el mantenimiento y la comida de los pobres.

El cepillo que se ponga en la iglesia para el mantenimiento de la cofradía y ayuda a los pobres se abrirá cada dos meses, en presencia del señor párroco, de la priora, tesorera, procurador y asistenta; la tesorera se encargará de contarlo y anotarlo, entregando recibo de lo que allí se encuentre; y si se niega a hacerlo, lo hará el procurador, tal como se ha dicho.

De la elección y deposición

La priora, la tesorera y la segunda asistenta dimitirán de su cargo el miércoles después de la santa fiesta de Pentecostés y aquel mismo día se procederá a la nueva elección mediante los sufragios de toda la cofradía por mayoría de votos, sin que dicha priora, tesorera y asistenta puedan continuar en sus cargos, a fin de que se observe perfectamente en este santo instituto la virtud de la humildad, que es el verdadero fundamento de todas las demás virtudes.

Y en caso de que estuviera ausente el señor párroco y su vicario no atendiera a la obra con el cuidado que se requiere, dicha cofradía podrá tomar otro padre espiritual y director de la obra, admitido y aprobado para ello por el señor arzobispo. Dichas priora, tesorera y asistenta podrán ser depuestas de sus cargos antes del tiempo señalado por dicha cofradía, si no cumplen bien con su obligación, a juicio de la misma.

El procurador permanecerá en el cargo durante todo el tiempo que lo juzgue conveniente la cofradía, y no más. Los miembros de dicha cofradía que cometan algún pecado público o se descuiden notablemente en el servicio y cuidado de los pobres serán apartados totalmente de dicha cofradía, después de habérseles hecho anteriormente las admoniciones que requiere el evangelio para todo lo que se desee deponer o apartar de la cofradía.

Reglas comunes

Toda la compañía se confesará y comulgará cuatro veces al año, si pueden hacerlo cómodamente, a saber el día de Pentecostés, Nuestra Señora de agosto, san Andrés y san Martín para honrar el ardiente deseo que tiene Nuestro Señor Jesucristo de que amemos a los pobres enfermos y les socorramos en sus necesidades; para realizar este santo deseo, se le pedirá su bendición sobre esta cofradía, a fin de que florezca cada vez más para su mayor honra y gloria, para consuelo de sus miembros y la salvación de las almas que le sirven en ella o le han dado parte de sus bienes.
Y a fin de que la Compañía se conserve en una sincera amistad según Dios, cuando alguna de ella caiga enferma, la priora y las demás cuidarán de visitarla y de hacer que reciba los santos sacramentos de la iglesia, rezando por ella en común y en particular. Y cuando quiera Dios sacar de este mundo a algún miembro de esta corporación, las demás asistirán a su entierro con el mismo sentimiento con que se llora la muerte de la propia hermana, esperando poder volver a verla en el cielo; cada una rezará tres veces el rosario por su intención y harán celebrar una misa rezada para el socorro de su alma en la capilla de dicha cofradía.

De los ejercicios particulares de cada una

Al despertar se empezará el día con la invocación a Nuestro Señor Jesucristo, haciendo la señal de la cruz y rezando alguna oración a su santa Madre; luego, una vez levantadas y vestidas, tomarán agua bendita, se pondrán de rodillas al pie de la cama o delante de alguna imagen y darán gracias a Dios por los beneficios, tanto generales como particulares, que hayan recibido de su divina majestad, rezarán tres veces el Padrenuestro y otras tres el Avemaría en honor de la Santísima Trinidad y una vez el Credo y la Salve; luego escucharán la santa misa si tienen oportunidad de ello, se acordarán de la modestia con que el Hijo de Dios realizaba sus acciones en la tierra y, para honrarle e imitarle en esta virtud, harán también todo lo que tengan que hacer con modestia y tranquilidad.

Las que sepan leer leerán todos los días pausada y atentamente un capítulo del libro del señor obispo de Ginebra titulado Introducción a la vida devota y elevarán de vez en cuando su espíritu a Dios, antes de esta lectura implorarán su gran misericordia para sacar fruto de su amor en este devoto ejercicio.

Cuando tengan que ir a algún sitio en compañía de otra persona, le ofrecerán a Nuestro Señor Jesucristo esta conversación en honor del trato que él se dignó tener en la tierra con los hombres, y le suplicarán que las preserve de toda ofensa; se esforzarán especialmente en tener en su interior un gran honor y reverencia a Nuestro Señor Jesucristo y a su santa Madre, ya que es éste uno de los puntos principales que requiere esta cofradía en aquellas que desean pertenecer a la misma. Se ejercitarán con esmero en la humildad, sencillez y caridad, respetando cada una a su compañera y a las demás dejándoles la precedencia. Realizarán todas sus acciones con la intención de demostrar su caridad para con los pobres, y no por respeto humano.

Después de haber ocupado la jornada en la observancia de lo que se ha dicho, una vez llegada la hora de acostarse, harán el examen de conciencia y rezarán tres veces el Padrenuestro y tres veces el Avemaría, y dirán una vez el De profundis por los difuntos, aunque todo esto sin obligación bajo pecado mortal ni venial

APROBACIÓN DE LA COFRADÍA

El infrascrito, Tomás de Méchatin Lafaye, canónigo y conde de la iglesia de Lión, oficial y juez de la Primada, vicario general espiritual y temporal del ilustrísimo y reverendísimo padre señor Dionisio Simón de Marquemont, por la gracia y permiso de nuestro Santo Padre el Papa arzobispo y conde de Lión, primado de Francia, consejero del rey en su consejo de Estado y su embajador extraordinario en Roma ante el mencionado Santo Padre.

A todos cuantos vean las presentes letras hacemos saber que, habiendoleído los artículos anteriormente escritos de los reglamentos de la cofradía de la Caridad que se pretende establecer y erigir en la ciudad de Châtillon-les Dombes, de la diócesis de Lión, para asistir espiritual y corporalmentea los pobres enfermos de dicha ciudad que a veces tienen mucho que sufrir por falta del orden debido en su asistencia? artículos que nos ha presentado el venerable señor Vicente de Paúl, bachiller en teología y párroco de dicha ciudad de Châtillon, después de haberlos considerado y de haber oído la súplica que se nos ha hecho humildemente para que tengamos a bien permitir la erección de dicha cofradía y aprobar, legalizar y ratificar los artículos contenidos en dicho reglamento con la autoridad del ilustrísimo y reverendísimo señor arzobispo y con su beneplácito, para que les añadamos o les quitemos lo que le plazca, hemos permitido y permitimos la erección de esta cofradía en la forma indicada por los artículos de dicho reglamento, aprobando, legalizando y ratificando por las presentes por autoridad de dicho señor arzobispo, todo lo que en ellos se contiene, con la reserva, sin embargo, de que él podrá añadir y quitar como se ha dicho todo lo que le parezca conveniente y que dicha cofradía con todo lo que de ella dependa quedará sometida a la autoridad inmediata del señor arzobispo,como superior suyo, o, en su ausencia, de su vicario general.

En testimonio de lo cual firmamos el presente documento y lo ordenamos firmar por el señor Juan Linet, secretario del arzobispado y ciudadano de Lión, mandándoles poner el sello de la cámara del señor arzobispo de Lión, con fecha del 24 de noviembre de 1617.
MÉCHATAIN LAFAYE. Por orden del señor vicario general, LINET

ERECCIÓN DE LA COFRADÍA

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, el día ocho de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen Madre de Dios, del año 1617, en la capilla del hospital de la ciudad de Châtillon-les-Dombes, en presencia del pueblo reunido, el infrascrito Vicente Depaul, indigno sacerdote y párroco de dicha ciudad, expuse cómo el señor de Lafaye, vicario general del señor arzobispo de Lión, nuestro dignísimo prelado, ha aprobado los artículos y reglamentos contenidos anteriormente, redactados para la erección y fundación de la cofradía de la Caridad en esta ciudad y en el interior de dicha capilla.

Basándonos en ello, el infrascrito párroco, en virtud de dicha aprobación, erigimos y establecemos en esta fecha dicha cofradía en esta capilla, después de haber expuesto convenientemente al pueblo en qué consiste esta cofradía y cuál es su finalidad, a saber, asistir a los pobres enfermos.

Una vez amonestadas todas las personas e invitadas a que dieran sus nombres las que quisieran pertenecer a ella, se presentaron las siguientes:
Francisca Baschet; Carlota de Brie; Gaspara Puget; Florencia Gomard, esposa del señor de la ciudad; Dionisia Beynier, esposa del señor Claudio Bouchour; Filiberta Mulger, esposa de Filiberto des Hogonieres; Catalina Patissier, viuda de Filiberto Guillon; Leonor Burdilliat; Juana Perra, hija de Gui Perra; Florencia Gomard, hija del difunto Dionisio Gomard, Benita Prost, hija de Ennemundo Prost, Antonieta Guay, viuda de Pontus; Guichenon, que se presentó para velar a los pobres.
Se procedió luego a la elección de los cargos en la forma que se menciona anteriormente y fue elegida como priora la señorita Baschet, comotesorera la señorita Carlota de Brie y como segunda asistente la señora Gaspara Puget; como procurador fue elegido por mayoría de votos entre las anteriormente nombradas el señor Juan Beynier, hijo del distinguido señor Juan Beynier. Así se hizo en dicha capilla del hospital, estando presentes los honorables señores Juan Besson, Juan Benonier, Hugo Rey, sacerdotes encargados de la iglesia de San Andrés en Châtillon, y el señor Antonio Blanchard, notario real y señor de dicha ciudad, junto con otros muchos asistentes y testigos.

BESSON, BENONIER H. REY, BLANCHARD,
Beynier procurador, V. DEPAUL, párroco de Châtillon

ANEXO 3:
Mensaje del Santo Padre a los miembros de la Asociación Internacional de Caridades (AIC)

Publicamos a continuación el mensaje que el Santo Padre Francisco ha enviado a los miembros de la Asociación Internacional de Caridades (AIC), con motivo de los 400
años de fundación.

A los miembros de la Asociación Internacional de Caridades (AIC) En este año, 2017, celebráis los 400 años de las primeras Cofradías de la Caridad, fundadas por San Vicente de Paul en Châtillon. Con alegría me uno espiritualmente a vosotros para celebrar este aniversario y os expreso mis mejores deseos para que esta buena obra continúe con su misión de llevar un auténtico testimonio de la misericordia de Dios a los más pobres. ¡Que este aniversario sea para vosotros una oportunidad para dar gracias a Dios por sus dones y para abriros a sus sorpresas, para discernir, bajo el soplo del Espíritu Santo, nuevos caminos para que el servicio de la caridad sea siempre más fecundo!

Las Caridades nacen de la ternura y de la compasión del corazón de Monsieur Vicente por los más pobres, a menudo marginados o abandonados en los campos y en las ciudades. Su trabajo, con ellos y por ellos, quería reflejar la bondad de Dios con sus criaturas. Veía a los pobres como representantes de Jesucristo, como miembros de su cuerpo sufriente; era consciente de que los pobres, también ellos, estaban llamados a construir la Iglesia y, a su vez, a convertirnos.
Siguiendo a Vicente de Paul, que había confiado el cuidado de los pobres a los laicos, especialmente a las mujeres, vuestra Asociación quiere promover el desarrollo de los menos favorecidos y aliviar la pobreza y los sufrimientos materiales, físicos, morales y espirituales. Y en la Providencia de Dios, se asienta el fundamento de este compromiso. ¿Qué es la Providencia si no el amor de Dios, que actúa en el mundo y solicita nuestra cooperación? También hoy en día me gustaría animaros a acompañar a la persona en su integridad, prestando especial atención a las precarias condiciones de vida de muchas mujeres y niños. La vida de fe, la vida unida a Cristo, nos permite percibir la realidad de la persona, su dignidad incomparable, no como una realidad limitada a los bienes materiales, a los problemas sociales, económicos y políticos, sino verla como un ser creado a imagen y semejanza de Dios, como un hermano o una hermana, como nuestro prójimo del que somos responsables. Para «ver» estas pobrezas y acercarse a ellas, no basta seguir grandes ideas sino vivir el misterio de la Encarnación, ese misterio tan amado por San Vicente de Paul, misterio de ese Dios que se abajó haciéndose hombre, que vivió entre nosotros y murió «para levantar al hombre y salvarlo.» No son solo hermosas palabras ya que «se trata propio del ser y de la acción de Dios.» Este es el realismo que estamos llamados a vivir como Iglesia. Este es el motivo por el cual no existen una promoción humana ni una liberación auténtica del hombre sin el anuncio del Evangelio «porque el aspecto más sublime de la dignidad humana se encuentra en esta vocación del ser humano a la comunión con Dios».

En la bula de convocación para la apertura del año jubilar, manifestaba el deseo de que » los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! (n. 5)”. Os invito a seguir este camino. La credibilidad de la Iglesia pasa por el camino del amor misericordioso y de la compasión abiertas a la esperanza. Esta credibilidad también depende de vuestro testimonio personal: no se trata solamente de reencontrar a Cristo en los pobres, sino de que los pobres perciban a Cristo en vosotros y en vuestro actuar. Si estáis enraizados en la experiencia personal de Cristo podréis contribuir también a una «cultura de la misericordia», que renueva profundamente los corazones y abre a una nueva realidad.

Por último, os invito a contemplar el carisma de santa Luisa de Marillac, a quien Monsieur Vicente confió la organización y la coordinación de las Caridades, y a encontrar en él esa finura y esa delicadeza de la misericordia que nunca hiere ni humilla. sino que levanta y vuelve a dar valor y esperanza. Confiándoos a la intercesión de la Virgen María, y a la protección de San Vicente de Paul y de Santa Luisa de Marillac, os envío mi bendición apostólica y os pido que recéis por mí.

Vaticano, 22 de febrero de 2017

Francisco

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1 comentario

  1. Maydilene Martínez

    En lo personal San Vicente es un gran Santo él tomó de Jesús la caridad, la Misericordia la manera de verla por los demás cada vez que leo todo lo que pasó en la vida de San Vicente se me viene a la mente la vida pública de Jesús la manera en que Dios mostraba su ternura y su amor puedo decir que San Vicente también tenía su lado Maternal y Paternal como mismo Dios es con nosotros y Dios le concedió a él su amorosisimo corazón.

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