En el siguiente artículo, se exponen los síntomas de un tipo de Iglesia que ha entrado en decadencia y corrupción; y como la Iglesia que busca el Reino de Dios se ve perseguida día a día, por ser incomprendida y ser considerada como herética.
Por: Andrés Felipe Rojas Saavedra, CM
Las dos Iglesias:
Dos modelos de Iglesia llevan el pulso en esta contienda, para definir cuál se convierte en un referente cristiano en estos tiempos de grandes cambios, la primera sigue considerándose a sí misma Reino de Dios, la otra trabaja para hacerlo presente en la tierra, lejos de autoreferenciarse con el principio “Extra Ecclesiam nulla salus” (Fuera de la Iglesia no hay salvación)
Una Iglesia pretende montarse a sí misma como un estandarte moral, prescindiendo del testimonio; la otra pretende con su testimonio recuperar la credibilidad en una Iglesia cada vez más débil y confusa.
El telón de fondo de esta reflexión, es cómo entiende cada una el Reinado de Dios, y que papel ocupa en su plan pastoral la recuperación social y el acompañamiento de los predilectos del Padre: los pobres.
Ambos tipos de Iglesia han tenido modelos, santos y procesos históricos casi paralelos, confusos en algunos momentos de la Historia, sin duda, no ha habido conflictos que la separen entre sí, como si los ha habido con las sedes apostólicas que han peleado por imponer cada una su institucionalidad y que ha desembocado en los grandes cismas (por ejemplo: occidente con oriente)
Después del matrimonio entre la Iglesia y el Imperio Romano, una, la institucional y poderosa, se impuso sobre la otra, la militante y pobre, que aún seguía escondiéndose en las catatumbas.
Nunca antes la Iglesia de las catatumbas había estado tan cerca de una verdadera reforma en la institucionalidad, como ocurre a partir del Vaticano II; la lucha ha sido bastante larga, puesto que en más de 15 siglos la institución se ha convertido en un dogma que supera cualquier relación con su fuente: JESUCRISTO.
Con la llegada del Papa Francisco, la Iglesia recuperó las añoranzas que alguna vez iluminaron a Juan XXIII, su visión de Iglesia le ha llevado a que sus detractores, al estilo de los fariseos, critiquen y se rasguen las vestiduras porque no ha respetado la institución, que se montó en el pasado sobre un caballo brioso, llevándose por delante todo aquel que se interpusiera en su pensamiento absolutista, son sombras las que acompañan a la Iglesia en el medioevo que persiguió científicos y “herejes”.
Los santos de la Iglesia pobre, han demostrado que una transformación social e ideológica es capaz de llevarse al margen de la poderosa maquinaria eclesial, sin necesidad de atacarla, más bien buscando ser un referente para aquella que antes celebró en las catatumbas. Santos como Francisco de Asís, que rehusó a llevar una vida eclesiástica con honores y privilegios; como San Vicente de Paúl, que no aceptó que sus Hijas de la Caridad fueran enclaustradas y las puso al servicio de los pobres; como San Pedro Claver, que optó por ser esclavo de los esclavos; como santa Teresa de Calcuta que gastó su vida en favor de los desheredados y se volvió un referente para el mundo contemporáneo, y así muchos otros que han hecho de la Iglesia un referente de santidad en tiempos de grandes turbulencias.
El antireino se impone como modelo de Iglesia:
Hoy una parte de la Iglesia que permanece aferrada a los ritos y la comodidad, se rehúsa a dejar a un lado la mala tradición y por eso le es imposible aferrarse a Jesucristo y por ende no es capaz de asumir la pobreza como necesaria para entrar en la dinámica soteriológica del Reino.
En la actualidad otros problemas emergen, como por ejemplo la oleada de sectas de origen evangélico, que pretende imponer un Jesús al servicio del modelo económico imperialista, el verdadero mensaje de Jesucristo pareciese perderse entre el circo de la fe, al servicio de los poderosos y las maniobras satánicas, que buscan aprovecharse de los creyentes para hacer simonía con los “milagros” y los sacramentos.
No sólo no son verdaderos cristianos (las sectas de origen protestantes y algunos católicos), sino que el “evangelio de prosperidad”, “el Cristo light”, “el cristianismo individualista” que predican no tiene ningún fundamento con el divino Salvador. Sus visiones de Iglesia, su discurso inclemente, el aferramiento a las doctrinas y las rúbricas, su interés desmedido por la comodidad y las riquezas, su apología al delito y a las políticas contrarias a la fe, y su mensaje individualista, la convierten en la Iglesia del antireino, verdadera figura del Reino de Satán que emerge de las profundidades del mar (lo malvado) para llevar a la humanidad a la indiferencia.
En esta Iglesia del “antireino” se alzan también autoridades eclesiásticas, consagrados, y fieles católicos que se oponen al Reinado de Dios y que emergen como anticristos, construyendo a espaldas de Dios el reino de satanás y persiguiendo a quienes luchas por la justicia social.
Características de la Iglesia del Antireino
La corrupción moral es la cuna de toda destrucción, es una premisa de la cual somos testigos día a día en la Iglesia, la corrupción del estado eclesiástico ha llevado al escándalo y a la perdida de credibilidad de una institución cada vez más desprestigiada; es cierto que los casos de abuso sexual a menores de edad no es una generalidad en el clero, no son ni siquiera el 1% de los alarmantes casos que se ven en todo el mundo, pero el clericalismo, la doble moral, el enriquecimiento y otros problemas gravísimos si son muy generales.
Los curas del antireino no son pastores y aplica en ellos la clara denuncia de Ezequiel en el A.T. “Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos… se alimentan con su leche, se visten con su lana; matan a las más gordas, pero no apacientan el rebaño. No fortalecen a las débiles, ni sanan a las enfermas, ni vendan a las heridas; no recogen las descarriadas, ni buscan las perdidas…” (cfr. Ez 34, 1 ss) como en tiempos de San Vicente de Paúl, que se alarmaba por ver tantos sacerdotes en las ciudades mientras el campo estaba abandonado, hoy se usa el ministerio para tener estatus y riquezas, aquellos que no logran su proyecto de vida se van a Europa o los países de primer mundo para hacerse ricos y vivir del ministerio.
Para la Iglesia del antireino es más importante el culto vacío y la estricta observancia de preceptos humanos, la celebración de una liturgia de espaldas a la realidad y ajena a los sufrimientos del pueblo, para los que creen adorar al Dios a través de los vasos sagrados y del mármol y el oro de los templos, resuena en ellos la voz del profeta: “este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina” (Is 29, 13) aferrados a liturgias vacías del pasado actúan como los fariseos, poniendo cargas sobre los demás que ni ellos mismos son capaces de llevar.
La Iglesia del antireino olvidó que lo importante no son los ayunos, los rezos y la penitencia, sino la búsqueda de la justicia social. Por eso el profeta Isaías antes de reconstruir la nación, es necesario reconstruir la verdadera religión grata a los ojos de Dios “el ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano” (Is 58, 6-7)
Pero junto a esa falsa Iglesia, lucha la Iglesia que construye el Reino de Dios, del lado de los pobres, asumiendo la causa de Jesús, este REINO no tiene una sede física, es una dinámica que sólo entienden los humildes que han abierto su corazón a Dios (Mt 11, 25) que entiende que es necesario dejarlo todo para seguir al Maestro (Mt 10, 17-30) El Reinado de Dios no excluye personas, quedan fuera aquellos que asumen los antivalores del Evangelio, que se apegan a sus bienes y prefieren el individualismo.
Esta verdadera Iglesia, ha sido perseguida, desde aquellos que ostentan los poderes eclesiásticos hasta aquellos que no han entendido el verdadero corazón del Evangelio. Aferrados a sus tradiciones, han abandonado la fuente misma de toda tradición: Jesucristo.
“Ay de ustedes fariseos hipócritas” dicen entender la ley, pero han abandonado el camino para entregarse a sus propios beneficios. A la luz de esta premisa uno entiende porque existentanta criticas en torno al ministerio del Papa Francisco, aquellos que aun no han acogido su mensaje, siguen aferrados a ritos vacíos y no se han logrado desacomodar para salir hacia las periferias.
Esta persecución también se da cuando se está del lado de la vida y de la justicia; el primer perseguido por la justicia fue Jesucristo, por predicar que los pobres irrumpirían de forma no violenta el Reino, que de los pequeños y excluidos es la verdadera religión, que no había necesidad del Templo para la remisión de pecados, porque él mismo concedía el perdón a los marginados “tus pecados te son perdonados”. Hoy vivimos en una sociedad hipersensible y emocional, que en la mayoría de los casos prefiere los discursos existencialistas, que hablen de prosperidad y de felicidad; estos mismos rehúsan y critican a quienes hablan del camino estrecho, ese mismo que Cristo predicó.
La Iglesia, la verdadera, pide de sus ministros humildad y cercanía, pero en muchos lugares el único lugar de comunicación entre el pastor y sus fieles son los despachos parroquiales, y estos se han convertido en oficinas donde se hacen de los sacramentos simonías, la burocracia acabo con la espontaneidad y nos alejo del verdadero sentido de los sacramentos, por eso en muchos lugares donde no hay plata, no hay sacramentos.
Si la Iglesia del antireino no se convierte a los valores del Evangelio, sucumbirá porque toda corrupción termina en ruina. Que aquellos que han comprendido verdaderamente el Evangelio y han asumido con Jesús la imagen del siervo sufriente de Isaías, aumentarán las piedras para construir el Reino que se alza por debajo de los poderes de este mundo, pero que, con su espíritu profético, harán de la Iglesia una multitud de creyentes que han blanqueado sus vidas en la sangre del Cordero asesinado por los poderosos que aun gobiernan y crucifican.