Día 9 de Julio
SAN FRANCISCO REGIS CLET
PRESBÍTERO Y MÁRTIR
Memoria
Nació en Grenoble, el 19 de agosto de 1748. Recibió la ordenación Sacerdotal en Lyon, el 27 de marzo de 1773. Enseñó teología en el seminario de Annecy y ejerció el cargo de director en el Seminario Interno en la Casa Madre de la Congregación de la Misión.
Al estallar la revolución francesa marchó a misiones extranjeras, desembarcando en Macao. Su labor misional en China se prolongó durante treinta años. Murió estrangulado el 18 de febrero en Uchanfú y fue beatificado el 27 de mayo de 1900, por León XIII. Fue Canonizado el 1 de octubre de 2000 en Roma.
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OFICIO DE LECTURA
Del común de un Mártir o de Pastores.
SEGUNDA LECTURA
De los escritos de San Francisco Regis Clet (De su carta circular a los cohermanos misioneros a él encomendados: Cfr. M. Demimuid, Vie du Venerable. F.R.Clet. París 1893, pp. 422-427).
Exhortación a sus hermanos
“Más resiste el cordón si es trenzado”. Estas palabras que profiere el Espíritu Santo nos muestran simbólicamente que la concordia y unión de los ánimos son el camino más seguro para llevar a cualquier empresa a su fin. A esta doctrina se ajustan nuestras reglas (Xll, 7): “todos y cada uno… se esforzarán por coincidir siempre en cuanto enseñen, digan o escriban, de suerte que, como dice el Apóstol, todos sepamos, sintamos y hasta digamos lo mismo”. Siendo esta concordia de los ánimos necesaria en cualquier empresa, mucho más lo será en la empresa sobrenatural, que afecta al bien de las almas, cuyo gobierno recibió de San Gregorio la denominación de “arte de las artes”. Es necesario lograr esta concordia, pues si falta, nuestros fieles se dividirán e irán en pos de su afición apegándose a este Padre y no a aquél, diciendo como ya en el comienzo de la Iglesia: “Yo pertenezco a Pablo, yo a Apolo, yo a Cefas”; de ahí que me pareciera oportuno, mientras vivo aún, pero rondándome ya la muerte para sacarme de este mundo y llevarme ante el tremendo juez, dar algunos consejos a aquellos hermanos míos cuyo cuidado me incumbe, aunque indigno y torpe, con el fin de que todos coincidamos en el pastoreo de nuestras ovejas, y se verifique la “unidad del rebaño” que corresponde al “único pastor”, Nuestro Señor Jesucristo.
Pero sea ésta o cualquier otra enseñanza, de poco o nada serviría, de no mostrarnos ante nuestros fieles como ministros de Dios y dignos administradores de sus misterios, de suerte que cada uno de nosotros pueda decirles como San Pablo: “imítenme ustedes a mí como yo imito a Cristo”. Acordémonos de las palabras: “Quién consigo mismo es inicuo, ¿cómo será justo para con los demás?”. Guardémonos de emplear todo nuestro tiempo en servir a los demás bajo pretexto de celo, un celo no ordenado.
Sigamos la huellas de los Apóstoles que decían: “Nosotros nos entregaremos asiduamente a la oración y a la predicación”. Cultivemos la piedad que según el Apóstol es buena en cualquier caso, pues nos compensa en esta vida y en la otra. A este cultivo contribuye nuestra fidelidad a las prácticas espirituales que están en vigor en nuestra Congregación, tales como la oración mental, el examen particular, la lectura del Nuevo Testamento y de algún libro espiritual, y todos los años los Ejercicios Espirituales, etc. Ahí aprenderemos como en un manual lo más oportuno para la dirección de las almas. No seamos como canales, así se expresa San Bernardo, que vierten toda el agua que reciben, sino como manantiales que dan porque están repletos. Seamos finalmente “para los fieles un ejemplo en el hablar, en el comportamiento, en el amor, en la fe, en la pureza”; guardemos finalmente “el rebaño de Dios, cordialmente convertidos en su modelo, para que al presentarse el pastor por excelencia” recibamos “la gloriosa corona que no se marchita”.
RESPONSORIO 2Tm. 4, 7-8; Flp. 3, 8.10
R/ He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe: *Ahora me aguarda la corona merecida.
V/ Todo lo estimo pérdida con tal de ganar a Cristo y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte. *Ahora me aguarda.
O bien:
De las conferencias espirituales de San Vicente de Paúl. (Repetición de oración, 12 de noviembre de 1656 y extracto de una conferencia, Xl, 258-259;290).
El deseo del martirio
¡Quiera Dios, mis queridísimos padres y hermanos, que todos los que vengan a entrar en la Compañía acudan con el pensamiento del martirio, con el deseo de sufrir en ella el martirio y de consagrarse por entero al servicio de Dios, tanto en los países lejanos como aquí, en cualquier lugar donde él quiera servirse de esta pobre y pequeña Compañía! Sí, con el pensamiento del martirio. Deberíamos pedirle muchas veces a Dios esta gracia y esta disposición, de estar dispuestos a exponer nuestras vidas por su gloria y por la salvación del prójimo, todos los que aquí estamos, los hermanos, los estudiantes, los sacerdotes, en una palabra toda la Compañía. ¡Ay, padres! ¿Puede haber algo más razonable que dar nuestra vida por Aquel que entregó tan libremente la suya por todos nosotros? Si Nuestro Señor nos amó hasta el punto de morir por nosotros, ¿Por qué no vamos a desear tener esa misma disposición por él, para morir efectivamente si se presenta la ocasión? Vemos cómo tantos Papas fueron martirizados uno tras otro; se cuentan hasta treinta y cinco seguidos. No es extraño ver cómo algunos comerciantes, por obtener una pequeña ganancia, atraviesan los mares y se exponen a mil peligros. El domingo pasado hablaba con uno de ellos que vino a verme, y me decía que le habían propuesto ir hasta las Indias y que se había decidido a ir, con la esperanza de obtener alguna ganancia. Le pregunté si había muchos peligros y me contestó que sí, que era muy peligroso, pero que conocía a cierta persona que había vuelto de allí, y que otra, a la verdad, se había quedado. Entonces me dije: si esa persona, por una pequeña ganancia, por traer alguna piedra preciosa, se expone a tantos peligros, ¿con cuánta más razón hemos de hacerlo nosotros para llevar esa piedra preciosa del Evangelio?
Allá van dos mil soldados a la guerra a soportar toda clase de males, donde uno perderá un brazo, otro la pierna y muchos la vida, por un poco de viento y por esperanzas muy inciertas; sin embargo, no tienen miedo alguno y no dejan de correr allá como tras un tesoro. Pero para ganar el cielo padres, no hay casi nadie que se mueva; muchas veces, los que han acometido la empresa de conquistarlo llevan una vida tan cobarde y tan sensual, que es indigna no solamente de un sacerdote y de un cristiano, sino hasta de un hombre razonable; y si hubiese entre nosotros personas semejantes, no serían más que cadáveres de misioneros.
Entreguémonos a Dios, padres, para ir por toda la tierra a llevar su santo Evangelio; y en cualquier sitio donde él nos coloque, sepamos mantener nuestro puesto y nuestras prácticas hasta que quiera su divina voluntad sacarnos de allí.
Que no nos arredren las dificultades; se trata de la gloria del Padre eterno y de la eficacia de la palabra y de la pasión de su Hijo. La salvación de nuestros pueblos y nuestra propia salvación son un beneficio tan grande que merece cualquier esfuerzo, a cualquier precio que sea; no importa que muramos antes, con tal que muramos con las armas en la mano; seremos entonces más felices, y la Compañía no será por ello más pobre, ya que sanguis martyrum semen est cristianorum: por un misionero que haya dado su vida por caridad, la bondad de Dios suscitará otros muchos que harán el bien que el primero haya dejado por hacer.
RESPONSORIO Cfr. Gál. 6,14; Fil. 1, 29
R/ Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de Nuestro señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí *y yo para el mundo.
V/ Porque a ustedes se les ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en Él, sino sufriendo por Él *y yo para el mundo.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que enviaste a San Francisco Regis Clet a proclamar tu Evangelio entre los paganos y coronaste su celo apostólico con el martirio; concédenos que los que han sido ya sellados con tu nombre se mantengan, con la fuerza del Espíritu, firmes en tu confesión y no teman dar su vida por la extensión de tu reino. Por Nuestro Señor Jesucristo.
LAUDES
(Oración de la mañana)
Salmos correspondientes al ordinario del día. En Colombia la memoria se traslada para el 10 de julio.
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Himno:
¿Qué ves en la noche, dinos, centinela?
Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
solo hay cinco en vela.
Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.
Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.
Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos,
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas!
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
Benedictus ant. Estad alegres y contentos, santos de Dios, pues vuestra recompensa es grande en el cielo.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Estad alegres y contentos, santos de Dios, pues vuestra recompensa es grande en el cielo.
PRECES
La cruz ha iluminado el martirio del bienaventurado Clet y ha coronado su ministerio de anunciar la Verdad. Pidamos al Señor nuestra participación coherente en el misterio de la salvación y la constancia en el servicio de la Iglesia y de los hombres diciendo:
La fuerza de tu cruz es nuestra salvación, Señor.
Por la intercesión de los santos mártires, que lavaron su manto en la sangre del Cordero,
-concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Por la intercesión del bienaventurado Clet, que entregó libremente su vida como testimonio de la fe,
-concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu
Haz Señor, que tengamos la valentía del bienaventurado Clet a la hora de proclamar nuestra fe,
-y así vivamos en la integridad y la constancia que exige la vocación evangélica.
Teniendo como ejemplo a los mártires, que, soportando la cruz siguieron tus pasos,
-concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo: Padre nuestro.
Oración
Señor, Dios nuestro, que enviaste a San Francisco Regis Clet a proclamar tu Evangelio entre los paganos y coronaste su celo apostólico con el martirio; concédenos que los que han sido ya sellados con tu nombre se mantengan, con la fuerza del Espíritu, firmes en tu confesión y no teman dar su vida por la extensión de tu reino. Por Nuestro Señor Jesucristo.
VÍSPERAS
LECTURA BREVE 1Pe 4, 13-14
Queridos hermanos: Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
RESPONSORIO BREVE
V. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
V. Nos refinaste como refinan la plata.
R. Pero nos has dado respiro.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
Cánt. Ev. ant. Todo lo hizo por anunciar el Evangelio; combatió hasta la muerte por ser fiel al Señor, sin temer las amenazas de los enemigos; estaba cimentado sobre roca firme.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Todo lo hizo por anunciar el Evangelio; combatió hasta la muerte por ser fiel al Señor, sin temer las amenazas de los enemigos; estaba cimentado sobre roca firme.
PRECES:
En la memoria de la pasión del Bienaventurado Clet, pidamos al Señor que conserve a su Iglesia y a la Familia Vicentina en el espíritu misionero, diciendo:
Ayuda y multiplica a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que al morir en la Cruz, iluminas al mundo,
– Haz que te sigamos como camino, verdad y vida.
Te pedimos, Señor, por todo el pueblo cristiano,
– Haz que vivan de forma operante su vocación en el mundo y consérvalo en la unidad con el vínculo de la paz.
Ilumina y conforta a los misioneros del Evangelio,
– y enciende en ellos el fuego de tu Espíritu.
Tú que eres el médico de los cuerpos y de las almas,
– ayuda y conforta a todos los que sufren o se sienten oprimidos.
Tú que en el patíbulo de la cruz has perdonado al buen ladrón,
– perdona nuestro muchos pecados.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Señor, tu que vives en la gloria del Padre,
– acoge a todos los difuntos en la luz de tu presencia.
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo: Padre nuestro.
Oración
Señor, Dios nuestro, que enviaste a San Francisco Regis Clet a proclamar tu Evangelio entre los paganos y coronaste su celo apostólico con el martirio; concédenos que los que han sido ya sellados con tu nombre se mantengan, con la fuerza del Espíritu, firmes en tu confesión y no teman dar su vida por la extensión de tu reino. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Dios te come de bendciones.Que El Espiritu santo le conceda.; rectitud prudencia y autoridad.UN ABRAZOTE EN CRISTO.Felicidades
Gracias por tener la oportunidad de orar la Liturgia de las Horas con la Familia Vicenciana. Bendiciones para quienes lo hacen posible.